Nacional

Psicoanálisis y cultura

Por domingo 15 de febrero de 2015 Sin Comentarios

Carlos Varela Nájera

Junto a tu cuerpo totalmente entregado al mío, jun­to a tus hombros tersos de que nacen las rutas de tu abrazo, de que nacen tu voz y tus miradas, claras y remotas, sentí de pronto el infinito vacio de su ausencia (Salvador Novo).

El psicoanálisis siempre ha sido tema de debate entre filósofos, poetas, psiquiatras médicos, intelectuales, científicos y cientificistas, algunos para apropiarse de sus conceptos, otros para intentar refutar sus postulados. Lo cierto es que el psicoanálisis viene a desnudar el alma hu­mana, y eso para algunos es imperdonable.

En México, Freud no paso inadvertido por los inte­lectuales importantes de los años 20s en adelante, no cual­quier critico de oficio que pulula desde su prejuicio vago, Salvador Novo, Samuel Ramos, Xavier Villaurrutia, Frida Kahlo, Diego Rivera, Octavio Paz, Carlos Monsivais, cada uno de ellos asume la impronta de Sigmund Freud de múl­tiples maneras. Sigmund fue fusionado por el movimiento surrealista, cuyo representante Salvador Dalí, y André Bre­ton, dejaban que lo inconsciente se desplegara en la pun­ta… de sus herramientas de trabajo.

El movimiento socialista en voz de León Trotsky, re­cibió la influencia de Sigmund Freud, aunque para el bloque Stalinista, el psicoanálisis haya sido políticamente incorrec­to, y una amenaza por sus concepciones sexuales y burgue­sas, bien, este y otros espejitos le han colgado al padre del psicoanálisis.

En México, en la década de 1950, Freud es parte de la cultura dominante a través de la creación de la Aso­ciación Mexicana de Psicoanálisis, cuya dirección estuvo a cargo de Santiago Ramírez, este médico y psicoanalista es­cribe un magnifico libro que explica las singularidades del mexicano, sus características psicológicas y culturales, su título: El mexicano psicología de sus motivaciones, donde explica el psiquismo del mexicano, sus rituales y creencias, sus neurosis y psicosis colectivas.

En México, tres autores de talla internacional reto­maron la teoría de Freud para entablar los debates cultura­les y engrandecer sus pensamientos, los tres bajo la mirada del psicoanálisis, Salvador Novo, Samuel Ramos y Octavio Paz, cuya mirada se ensanchó por la ventana psicoanalítica, permitiendo una concepción de la literatura y del psicoaná­lisis más amplia, sin menoscabo de su profundidad.

Tanto Octavio Paz, como Salvador Novo, se implican escrituralmente con el Eros freudiano, Salvador Novo para justificar con la teoría psicoanalítica sus formas homoeró­ticas de lazo que establecía con los choferes de tranvías y taxistas, a un nivel de éxtasis gozoso, su lectura, sobre todo del texto Tres ensayos para una teoría sexual de Sigmund Freud, le permitía justificar sus pequeñas perversiones, que en el nombre de una práctica lo cobijaba, y así encobijado y todo, con el otro… gozaba a su manera la trasgresión del cuerpo sin menoscabo alguno. Es ahí, donde su alter ego Oscar Wilde, le invitaba a fundirse en un abrazo homoeróti­co sin límite alguno.

Fue en los Tres ensayos para una teoría sexual donde el psicoanálisis le dio elementos para justificar sus perversiones, cuando Freud hablaba del pequeño perverso polimorfo, se denunciaba al niño lejos de la santurrería, a la cual se le hacía objeto por parte de la iglesia y sus primos hermanos los psicólogos.

Este desliz perverso del infans le permitía a Novo asumir esa práctica con su cuerpo, ya que según Freud era una práctica natural, y normal en los sujetos. Sin embargo, Freud hablaba más que nada de lo pulsional.

Aunque Salvador Novo sostenía desde la teoría freudiana de tres ensayos, una teoría del coger… con su­jetos del mismo sexo, éste acto se debería de realizar sin errancia laguna, como una forma normal y necesaria de prácticas homosexuadas.

La escritura de Novo no deja de ser una convoca­toria al disfrute perverso, con ciertas dosis de escritura sa­do-masoquista, esta escritura nos coloca en un masoquis­mo de lo real, donde el goce debe darse sin concesiones en el cuerpo tensando los músculos, hasta no poder soportar mas el dolor que implica la transgresión, ya que para este autor si no hay transgresión no hay goce, esto lo deja plas­mado en su máxima obra prohibida: Estatua de sal, en la cual relata sus prácticas homosexuales, sus fijaciones a olo­res de diesel y gasolina que añadían un plus de goce, a sus entregas, el chofer acurrucaba a Salvador Novo en su nave, y el movimiento del auto hacía existir la inexistencia de la relación sexual, que este autor febrilmente quería demos­trar su existencia en la repetición compulsiva del acto.

Novo ante la inexistencia de la relación sexual no le queda de otra más que anudarse a olores, sudores, y actos transgresores, quedar anudado es hacer de su escritura una matesis de goce, que lo lleva a hacer existir los goces como ulceraciones que le palpitaban en su cuerpo.

*Lic. en Psicología y doctor en educación, profesor e investigador.

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