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2015, una nueva lección

Por miércoles 31 de diciembre de 2014 Sin Comentarios

“No hay que quejarse del frío aunque te arrope la nieve”. Doña Victoria

Por Jaime Irizar Lopéz*

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Decía mi tío Herminio persona de avanzada edad, con múltiples operaciones por padecer hernias abdominales, escrotales y un asma crónica muy severa, enfermedades que en cada crisis le recordaban que tenía una cita pendiente con el Creador, pero curiosamente él era de los que  cada vez que se enteraba de algo novedoso, veía algo inusual o aprendía de quienes le rodeaban una nueva lección de vida, decía con vehemencia a sus hijos y sobrinos: “por eso no me quiero morir todavía., porque quiero seguir viendo y aprendiendo nuevas cosas”.

Vale decir que  las adversidades de salud con las que lidió mi tío por más de ochenta años, no le mermaron en nada su optimismo y sus ganas inmensas de vivir; nunca se le vio deprimido o quejumbroso, no maldijo su suerte ni externó improperios contra  Dios, quien según su creencia,  lo tumbaba cada rato para probarlo  y le daba las fuerzas suficientes mas tarde para que se levantara a la vida sin lamentaciones y para agradecerle la generosidad de regalarle un día mas de vida.

Muy respetado y querido era mi tío en su entorno social y familiar; pienso que en parte  por su permanente sonrisa dibujada en su rostro de buen hombre, y su proclividad a hablar de todo con gran pasión, pero de manera  especial de la caza y la pesca, pasatiempos que adoraba y sobre los cuales elaboraba las más fantásticas historias de aventuras que eran delicia para los oyentes, tal vez por la vehemencia que lo distinguía y por la convicción que imprimía a sus relatos exagerados, aunque a toro pasado creo, que a veces, él mismo se creía las mentiras con que aderezaban sus historias, pero que ciertas o no, daban rienda suelta a la imaginación y divertían a más no poder por igual a hijos, sobrinos y a los familiares que nos tocó escucharle.

Eran los tiempos en que brillaba por su ausencia la televisión, los libros eran escasos en mi pueblo y sólo en casa de ricos existían, pero sobre todo porque  era una época en se les tenía en muy alta estima y gran respeto a las personas mayores de edad, de quienes siempre recibíamos lecciones de vida envueltas en cariño y trato digno.

Recuerdo bien que de él aprendí a entender que todo en la vida es un ciclo. Que nadie debería de vivir sin saber el significado profundo y filosófico de esa idea, pues ello te generaría siempre una paz espiritual, tranquilidad y unas ganas inmensas de no dejar pasar oportunidades para vivir intensamente. Te enseña también esta concepción de la vida, a querer y respetar a los humanos sin importar su status económico o social, o la etapa biológica o etérea por la que este atravesando.

En este Diciembre que pasó, tan lleno de nostalgias y recuerdos, tan propicio para hacer recuentos y balances, lo traje respetuosamente con cariño a mi memoria. Acudió caprichosamente de repente a mi consciente, junto con mis padres y mis hermanos idos, y  volvieron  sus recuerdos a despertarme el dolor que producen las grandes ausencias y evocaron también los gratos momentos que en sus compañías viví.

En otro orden de ideas quiero platicarles que una noche de diciembre salía en compañía de mis hermanos de un casino en Culiacán, y yo, al igual que la mayoría de los asiduos a visitar estos lugares, iba prácticamente abatido, moral y económicamente, con la vista hacia abajo, como queriendo encontrar en el piso un bote para patearlo con coraje  y desquitarme  con él la rabia que sentía en ese momento,  o tal vez, buscando tontamente en el suelo la razón de mi inclinación a tan apasionante como irracional vicio del juego o  de la “afición desmedida a un hobby” como decimos muchos para no sentirnos tan culpables.

Hago un paréntesis para comentarles al respecto, que en una entrevista que le hicieron a un presidente ejecutivo de un consorcio de varias empresas  de los Estados Unidos, le preguntaron  ¿que cual de los negocios que él administraba podría ser considerado como el más rentable y productivo?; sin pensarlo mucho respondió tajantemente que los casinos, que el juego es el negocio por excelencia, para después argumentar, que en este tipo de actividad los clientes te dan sin presión, en la mano y de buena gana todo su dinero, y nosotros como empresa tan sólo les damos a cambio sólo una esperanza.

En cualesquier otro negocio, licito o no, uno siempre tiene que dar un bien o un servicio tangible para justificar su erogación económica terminó diciendo para definirnos muy bien, casi como inocentes a todos los que tenemos este hobby o pasatiempo caro y tonto.

Dicen los estudiosos de la mente que todos los vicios obedecen sin duda alguna a una gran frustración, presente o pasada. También señalan que en su evolución, las sociedades han incrementado la gama de las tolerancias para los vicios permitidos: el cigarro, alcohol, trabajo obsesivo, comer comida chatarra, los  juegos de azar, la automedicación contra el dolor, la maledicencia pública, la deshonestidad y parece ser que está en vías de tolerarse el uso legal de la mariguana, por mencionar tan sólo algunos de ellos.

Cierto es, que es muy raro encontrar hombres o mujeres exentos de algún tipo de vicio (con excepción de los santos).

Lo que si hay, son gente que aprendió tempranamente a controlar con firmeza sus impulsos o desviaciones conductuales, a vencerlos, y mostrar al mundo una cara de virtuoso que a veces les da la “solvencia moral” para criticar indiscriminadamente y con severidad a los demás, y hacer de esta actividad otra clase de vicio, tal vez el más perverso.

Retomando el tema de los “pasatiempos “ les comento que en el lobby de dicho casino, mientras esperábamos un grupo de personas a que el valet parking nos trajera el coche y después de escuchar los consabidos lamentos de los perdedores que ya nos íbamos a dormir, más agüitados que “un cholo sin grabadora” le escuche decir a Doña Victoria, una veterana y simpática jugadora que frisa los noventa años:” mañana será otro día; no se vayan a la cama a dormir con tristezas o penas; nadie nos trajo a fuerzas a este lugar”. “El que por su gusto es buey, hasta la coyunda lame”.

Hay amá, que hace que un día sea diferente a otro, un mes al siguiente o un año que empieza al que ya se fue. Mañana sin duda va a volver a perder otra vez remató la de la voz cantante para rubricar su enojo, por lo tarde que habían salido del lugar,  en virtud de la terquedad de Doña Victoria para seguir jugando, quien  con la serenidad, sabiduría y calma que dan los muchos años vividos,  dijo en voz alta para que todos oyéramos bien: “la actitud hija, la fe y la esperanza que tengamos hacen diferente cada día, cada mes o cada año”.

La primera, para enfrentar con madurez cualesquier reto pensando en ti y en los tuyos; la fe, para no sentirse tan solo y llegar a creer que somos hijos de un  caos que se organizó al azar y que caminamos todos hacia un final sin rumbo y sin sentido; y la esperanza, dijo por último, para abrevar en ella, las fuerzas y el coraje suficiente para construir hoy, un mañana mejor”. De sabia y contundente califiqué su respuesta  para mis adentros.

Inmediatamente después, me tomó del brazo y en voz baja, con tono casi amoroso, como si fuera mi madre, me dice con mucha calma: “Ellas (refiriéndose a sus nietas e hijas que le acompañaban), quieren componer mi vida, llenar mi agenda y regañarme como una niña, olvidan en todo momento que yo las forjé; que si bien es cierto que soy una persona mayor, no por ello soy una retrasada mental y que mi cuerpo sabe muy bien cuando se cansa y mi mente  cuando mi bolsillo se seca, y tan sólo esos dos factores me hacen desear la cama”.

Además te quiero aclarar, que yo me gasto mi dinero nada más, y que  nunca les pido un cinco a nadie de los que me acompañan. A mi edad mijo, que otra diversión o vicio puedo intentar. Ya no tengo marido, mis hijos ya tienen su vida aparte, mis ojos ya no pueden leer como antes y mis piernas no me responden como para ponerme a practicar algún deporte. Me dijo rematando esta última frase con una franca  sonrisa picara. “nunca te quejes del frio, aunque te arrope la nieve”. Me aconsejo a modo  de despedida.

Hablando de gente mayor, viene a mi memoria también el grato recuerdo de mi madre y sus anécdotas, quiero decirles que ella contaba ya con 94 años cumplidos y un día me comentó en mi calidad de médico, que últimamente  batallaba para conciliar el sueño y que esto la estaba  inquietando,  pues lo usual era que ella, tras rezar completamente el rosario, se había estado durmiendo plácidamente todos los días de su vida.

Yo con un pragmatismo que rayaba en la exageración, sin investigar causas,  ni preguntarle siquiera que si había algún problema que le preocupara mucho a tal grado que el mismo le volara el sueño, saque del maletín un frasco, agarre una pastillita y le dije: ¡tómesela!,  media hora antes de acostarse, con ella conciliara más fácil el sueño y descansará muy bien amá, ya lo verá.

¿Es droga tranquilizante verdad?, me respondió a la defensiva. ¡Que se te olvide que me la tome, ¿qué tal si me vuelvo adicta a ella mijo?; mejor dejemos esa medida para cuando esté más vieja! Con su actitud mental de joven, vivió cuatro años más y nunca la vi pesimista ni derrotada; era una mujer siempre esperanzada en que vería un mañana mejor; a pesar de las adversidades vividas durante su juventud y en algunos años de su edad madura, nunca olvidaré que en los 19 hijos que tuvo, siempre encontró los motivos de lucha y las razones mayores de vida y jamás  tuvo tiempo para hacerse vieja, para quejarse o renegar de la vida, ni de Dios por las malas rachas que tuvo que sortear.

“Si crees en Dios- nos decía con frecuencia-, tienes que  aprender a aceptar con humildad y resignación los bienes y los males que encierra el vivir”. Finalmente concluyo diciendo  que lo que se requiere en verdad para ser feliz en este año que inicia es: mucha fe, una gran actitud positiva ante la vida, esperanza de sobra  y mucho, pero mucho amor.

Yo les deseo de corazón que Dios les de las oportunidades suficientes y les genere las condiciones necesarias para que ustedes, con su esfuerzo, trabajo, inteligencia, pero sobre todo con la mejor actitud, construyan un 2015 feliz y próspero para ustedes y su familia. Sean felices para que puedan dar felicidad, pues les recuerdo que nadie puede dar lo que no tiene.

*Doctor y autor.

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