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La promoción de la escritura: un proyecto inspirado en Sor Juana

Por domingo 27 de julio de 2014 Sin Comentarios

Por Vianett Medina*

Agradezco la amable invitación del editor para escribir una nota sobre los trabajos realizados en el Centro de Posgrado y Estudios Sor Juana en Tijuana. En respuesta, comparto algunas reflexiones acerca de la cultura escrita promovida y desarrollada en la frontera noroeste de México.

El Centro de Posgrado y Estudios Sor Juana inició su oferta formal (con estudios con validez oficial)  en septiembre de 2009. Desde entonces su principal oferta ha sido la maestría en Cultura Escrita, no obstante que el proyecto se construyó unos años antes mediante una oferta en el área de humanidades que permitió reunir una planta docente generosa y de prestigio académico.

Al nombre del proyecto de estudios –que comparte con la librería Sor Juana– no llegué de forma fortuita. Sor Juana Inés de la Cruz es una de las mujeres que inspira el proyecto como guía y cuya figura recuerda que una vía importante de maduración de las mujeres en México es la vida intelectual. Leer, investigar, experimentar, escribir.

Preciso la importancia de las mujeres en el desarrollo de la cultura para evitar el riesgo de sugerir involuntariamente que el proyecto es exclusivo y excluyente de un género. Por ahora, quizá sea suficiente mencionar estudios de investigación educativa que sitúan el éxito de los menores en edad escolar en la cultura de la madre de familia. Estadísticas relativas al acceso a la cultura de las mujeres, por su parte, indican la desventaja permanente de las mujeres en términos de alfabetización (“las mujeres presentan tasas de analfabetismo notablemente mayores que los hombres”) e ingreso.

La maestría en Cultura Escrita, ofrecida a todo público aficionado a la lectura y escritura, propone la escritura como instrumento para alcanzar variados fines: consolidar una voz propia, recrear la lengua mediante la escritura, generar interlocución sobre temas inexplorados y un etcétera renovable en cada inicio de curso.

Nuestras expectativas al trabajar con la escritura son amplias si se considera que toda la cultura es materia de escritura. Si bien esta ciudad fronteriza carece de una tradición escrita notable, una producción editorial constante o un amplio número importante de librerías, el interés (siempre nuevo) de escribir inquieta a sus habitantes.

Es verdad que la cantidad de  escritores locales no rebasa al de músicos que esta ciudad ha dado por décadas, pero es posible confiar en la vocación letrada de la ciudad cuyo nombre y su etimología apuntan a la innegable pluralidad étnica que ubica su origen entre Yumanos y Kumiais. En la cultura escrita hay una tarea por lo menos para un siglo. No se trata sólo del registro de las lenguas nativas, tan ignoradas como sus hablantes que, por cierto, hasta la fecha sufren de despojos. Tampoco es suficiente publicar guías turísticas de la magnificente península, todavía escasas. Es más evidente la falta de hábitos de lectura en las escuelas y la insuficiente valoración del habla regional de la que podría celebrarse su frescura y escribirse de forma continua.

La disciplina literaria que completa nuestra oferta de estudios contribuye a que los trabajos terminales registren el fenómeno de la lengua regional y de su literatura en un medio culturalmente único por su intercambio de experiencias binacionales, bilingües, transfronterizas. Y luego, la promoción de estas lecturas. Lecturas sobre lecturas.

Debo decir que creo en la escritura como instrumento de promoción del derecho humano fundamental a la cultura. En mi opinión, la escritura compila la realización de los demás derechos que, pese a las leyes y tratados, todavía no están asegurados para las mujeres mexicanas.

Esta osadía de agrupar en una práctica cultural (la escritura) tres o hasta cuatro generaciones de derechos se da justamente cuando advierto que la escritura ha atravesado la historia de liberación de las mujeres y de los pueblos oprimidos. Como ejemplo, sirva señalar el reconocimiento civil y luego electoral de las mujeres obtenido mediante la promulgación de sus derechos, escritos por Mary Wollstonecraft en Inglaterra y por Olympe de Gouges en Francia. Ambas en el marco de la Revolución Francesa.

En la demanda de respeto de las culturas, el dominio escrito de la lengua y la creación de nuevos discursos se hacen justicia “por su propia letra” frente a una tradición occidental que ha excluido durante siglos otras tradiciones y ha reducido, en una lectura oficial, la historia de los pueblos y las culturas.

*Directora del centro de posgrado estudio Sor Juana

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