Estatal

Propuesta para elevar al rango de “CIUDAD HEROICA” a la ciudad de Culiacán Rosales, Sinaloa

Por domingo 13 de abril de 2014 Sin Comentarios

Por Carlos Francisco Tavizón López*

México a lo largo de su historia ha luchado por su soberanía dando lugar a sucesos destacados, en los cuales, la patria está orgullosa de aquellas ciudades que enfrentaron victoriosas sus batallas, en donde la grandeza y heroísmo de sus hijos han legado evidentes proezas y que además, se complementan con otro tipo de hechos históricos y acciones relevantes, que establezcan las bases para promover la identidad local, regional, estatal y nacional.

Los sucesos destacados tuvieron lugar en diferentes momentos y etapas de la historia mexicana como son: la Independencia, la Intervención francesa, la Intervención norteamericana, la Revolución mexicana y los ataques extranjeros de filibusteros. Cada una de estas acciones se realizaron en defensa de la soberanía nacional y se demostró el valor, ahínco y entrega de los habitantes, dando lugar a hechos trascendentales y heroicos.

Por lo anterior la Ciudad de Culiacán Rosales del Estado libre y soberano de Sinaloa, debe ostentar el honor de ser llamada “Ciudad Heroica”, por la destacada participación de sus habitantes en la Guerra de Intervención Francesa, que defendieron su ciudad en San Pedro hoy Navolato y anteriormente Culiacán, el día 22 de diciembre de 1864,  a propuesta de las siguientes instituciones: La Crónica de Sinaloa, A.C. asociación de cronistas e historiadores del Estado de Sinaloa, representada por su Presidente Lic. Carlos Francisco Tavizón López; Archivo General Histórico del Estado de Sinaloa, representada por su Director General M.C. Gilberto Javier López Alanís; Instituto Sinaloense de Cultura representada por su Director de Patrimonio Cultural del Estado de Sinaloa el Antropólogo Joel Isaías Barraza Verduzco;  Academia de Historia del  Estado de Sinaloa A.C. representada por su Presidente el Dr. Gilberto López Castillo; La Crónica de Culiacán, representada por su Director Lic. Jaime Félix Pico, y Adrian García Cortes, Cronista Oficial de la Ciudad de Culiacán. Para esto hacemos la siguiente.

EXPOSICIÓN DE MOTIVOS
La defensa de la ciudad de Culiacán lograda con la batalla de San Pedro el 22 de diciembre del 1864.

“La batalla de San Pedro constituye la más brillante página de la historia de Sinaloa”. Francisco Javier Gaxiola.  Cuando el imperialismo francés nos invadió, contaba con la fuerza arrolladora que le daba el gran desarrollo de su industria bélica, fuerza que le había permitido destrozar a los rusos en Crimea, y a los austriacos en Solferino y Magenta. Este ejército imperial había derrotado la rebelión en Argelia y se apoderó de la  Conchinchina, y en su afán expansionista llegó a México para hacerlo su colonia. Sus modernos armamentos, superiores a los que tenía el ejército mexicano, les permitió llevar a los nacionales de derrota en derrota.

A principios de 1864, los ejércitos de la República habían sufrido cuantiosas derrotas. Juárez se encontraba refugiado en los áridos desiertos del Norte de la República. Nuestras costas en gran medida se encontraban bloqueadas por las escuadras de Napoleón III. Las ciudades más ricas y populosas ocupadas, y nuestros recursos disminuidos por el consorcio de la traición y las ambiciones del partido conservador en conjunto  con el Imperio napoleónico, en medio de esta terrible situación los sinaloenses trabajaban tenazmente para defender su libertad.

A principio de noviembre los franceses tomaron Mazatlán, con la intención de dominar el sur de Sinaloa, y para dominar el Norte, el jefe de la armada del  Pacifico G. Maui ordenó al Comandante Gazielle, que tenía a cargo el buque de guerra a vapor “Lucifer”, llevar tropas terrestres y marítimas franco-mexicanas para tomar la Ciudad de Culiacán, y de ahí dominar  el centro y  norte del Estado. En la expedición imperial iba el General José Domingo Cortés, aventurero español, con la misión de asegurar la sumisión de los sinaloenses a través de la persuasión, la compra y la corrupción de algunos políticos y ricos de Culiacán. La fuerza traidora iba a mando de Jorge “Caramocha” Carmona, futuro marqués de San Basilio, que había trocado la indumentaria de la guardia nacional, por el uniforme del ejército imperial.

 Los expedicionarios franceses llegaron al puerto de Altata, en la fragata Lucifer, moderno buque de guerra que desplazaba poco más de 5,000 toneladas, el 19 de diciembre, y el 20 iniciaron su desembarco, componiéndose las fuerzas franco traidoras de una compañía de Tiradores Argelinos y otra de Fusileros Marinos franceses, con aproximadamente 200 elementos, más 400 traidores mexicanos pro imperialistas. Enviaron al gobernador Antonio Rosales, guerrero y poeta, unas cartas suscritas por Carmona y Cortés, en las que le pedían su adhesión a la causa imperialista, contestando Rosales cortésmente pero en forma negativa. El coronel Antonio Rosales, Gobernador, y Comandante General del Estado de Sinaloa inmediatamente se puso al frente de unos 400 hombres, conformados por 264 soldados de la guardia nacional que habían llegado con Rosales desde Mazatlán  y el resto reclutados entre los aguadores, jornaleros y muchachos de Culiacán. “Ascendían a escasamente 300 hombres de la antigua guardia nacional y pudo reclutar ciento y tantos más entre aguadores o muchachos de Culiacán.” “Antes de salir al encuentro con el enemigo Rosales formó a sus soldados y les habló en los siguientes términos:

Muchachos, voy a defender la patria. El que quiera seguirme que me siga.”

Rosales inició su marcha rumbo a la costa, haciendo avanzar en plan de observación a la mayor parte del escuadrón “Lanceros de Jalisco”, al mando de su jefe C. Francisco Tolentino. Al amanecer del día 21 emprendió Rosales la marcha sobre el enemigo, el cual había venido siendo hostilizado por la avanzada conformada por los lanceros. Quienes habían venido batiéndose en retirada hostigando a los franco-mexicanos. Rosales formó a su gente en batalla, pero los invasores esquivaron el combate, a pesar de que fue provocado por las guerrillas mexicanas durante unas seis horas. Como un bosque cubría a los franco-mexicanos impidiendo al general en jefe un completo reconocimiento y con el fin de atraerlos, Rosales ordenó retirarse hasta San Pedro, donde tomó posiciones a satisfacción. El día 22 a las siete de la mañana los lanceros de Jalisco, que formaban la vanguardia anunciaron la presencia del enemigo, tiroteándose en retirada, con el valor y serenidad que les distinguía.  En virtud a los hábiles movimientos del escuadrón mencionado, se movieron al fin las fuerzas francesas y traidoras “atraídos por el vivo y sostenido fuego de los valientes nacionales, que en su retirada lenta a San Pedro, se mantuvieron siempre a tiro de pistola, llegando a 200 mts de nuestro campo, formando su fuerza para la batalla”.  Colocando en su izquierda traidores, en su derecha franceses con dos obuses de montaña, calibre 12 cm de retrocarga, de alma rayada, y de bronce comprimido, que disparaba 4 veces más rápido, y era más preciso que los cañones que traían los nacionales. Colocaron en el centro argelinos  y mexicanos. Los franceses y traidores estaban equipados con la carabina de cañón rayado, modelo 1859, desarrollado  por el capitán Minié, llamado carabina de la guardia imperial, que tenia un alcance de 800 mts, siendo efectivo hasta 450 mts, en cambio los nacionales, la mayor parte de sus armas eran de cañón liso con un alcance máximo de 400 mts. y alcance efectivo a 200 mts. El coronel Rosales colocó en su centro cuatro piezas de artillería de montaña, de alma lisa y avancarga,  dirigidas por el teniente Evaristo González y un trozo de infantería, cerca del camino. En la izquierda situó el batallón Mixto, mandado por su comandante C. Jorge García Granados, y dos piezas ligeras, de las mismas características de las anteriores. A la derecha desplegó el batallón “Hidalgo”, a las órdenes del coronel Correa. La caballería quedó de reserva. Tales eran las posiciones de los dos ejércitos al dar comienzo verdaderamente la batalla. Más de media hora duró el fuego de fusil y de cañón. Los franceses intentaron enseguida apoderarse de las dos piezas de artillería de nuestra izquierda por medio de un poderoso empuje, que contuvo el intrépido capitán Granados, haciéndolos retroceder en desorden. Desafortunadamente en esos momentos fue herido en el vientre a quemarropa por una bala de pistola.

Una carga de la  reserva hizo volver a sus posiciones a los franceses. Continuó la acción más reñida que nunca, sobresaliendo en tan  críticos instantes el memorable hecho del capitán Martín Ibarra, que con una gran audacia y valentía llegó intrépido en su caballo, hasta una pieza de artillería del enemigo y la lazó. Ya no siendo posible para unos y para otros cargar los fusiles, el coronel Rosales ordenó que toda la brigada cargara a la bayoneta. Este ataque general  se ejecutó con precisión  y brío y en él murió gloriosamente el capitán Fernando Ramírez, al frente de su compañía. Mientras un gran número de nuestros soldados,  muchachos de Culiacán, tiraron el fusil por no saberle manejar con bayoneta, empuñaron el machete, y se empeñaron en tremendas luchas cuerpo a cuerpo con los fieros argelinos.  “Esos guerreros de Rosales pelearon ese día como gatos boca arriba, fue en vano el heroico valor que desplegaron los franceses que acribillados de balas o heridos por el mortífero machete caían en filas y en grupos”.  El comandante Miranda y Castro, mayor de la brigada, que fue a apoyar a Ramírez, lo hizo con tal bizarría y brillantez, que mereció los elogios de todos. Conmovida la línea enemiga por el vigoroso ataque, empezó a perder terreno, y dos horas después, retrocedieron media legua con tenaz resistencia. Las cargas dadas en repetidos ataques por el escuadrón de lanceros, pasmaron al enemigo por el valor y arrojo con que fueron realizadas. Después de más de dos horas de combate sangriento, desalentados los galos, por haber sufrido grandes pérdidas y ya fragmentadas sus fuerzas, clavaron sus bayonetas en las arenas del río Culiacán y cruzaron los brazos en señal de derrota total esperando la muerte. Quedaron a favor de los nuestros: los dos modernos obuses de montaña, una bandera, multitud de medallas y condecoraciones, todo su parque y demás útiles de guerra, noventa y ocho prisioneros franceses y argelinos, veintiséis heridos, y veintitantos muertos de los mismos. En cuanto a los traidores comandados por Carmona, dejaron más de doscientos prisioneros, y un número considerable de muertos. Los oficiales franceses que cayeron prisioneros, fueron los siguientes: el comandante Gazielle; teniente De Saint Julien; subteniente Marquiset; subteniente zuavo Bel Kassem ben Mohamed; Mansol, cirujano del “Lucifer”; Licutard, aspirante de marina, y Maseler, voluntario de marina. El comandante Carmona y el general Cortés huyeron a las primeras de cambio yendo a parar hasta Altata, reembarcándose en el buque francés. Por su parte, los republicanos sufrieron la pérdida de treinta y tantos hombres, entre ellos el capitán Fernando Ramírez, dos subtenientes, y un gran número de heridos entre los que se contaron el coronel Calixto Peña y el comandante Jorge García Granados.

La victoria de Rosales conmocionó a los republicanos del país, pues los franceses, pese a la derrota, aunque no total, que les propinó Zaragoza, seguían reputados como invencibles y habían iniciado un rápido avance por el territorio nacional. La batalla de San Pedro fue llamada por sus contemporáneos el “5 de Mayo de occidente”.  Por el triunfo en ella conseguido, Juárez le otorga a Rosales la banda de general de brigada. Ya que él se puso a la cabeza de algunas de las brillantes cargas contra el enemigo, en una palabra fue director y actor de la batalla, cuyo plan concibió y ejecutó con gran habilidad y valentía.              Desde la ciudad de Chihuahua, el presidente Don Benito Juárez, en carta que escribió al general José María Patoni, el 9 de enero de 1865, le decía entre otras cosas: “… deseo que este hecho de armas sea el principio de la resurrección de la República y de la marcha triunfal de nuestras tropas hasta las playas del Atlántico”.  Y este deseo del prócer se convirtió en realidad, pues la batalla de San Pedro fue la piedra miliar del triunfo de la República.      El 23 de Diciembre por la tarde, se verificó la entrada triunfal y solemne del ejército mexicano en Culiacán, entrando por la calle de la Libertad, en medio de la silenciosa admiración de los habitantes, absortos al contemplar un triunfo que parecía inverosímil. Cuando los que se tenían  por los primeros soldados del mundo, vencidos en campo abierto por inferior número de soldados, muchos de ellos bisoños, reclutados en parte entre los aguadores y muchachos de la ciudad, pero conducidos por un jefe de un valor legendario.               Desfilaban cabizbajos, los franceses en calidad de prisioneros, por las calles, que algunos ricos de Culiacán, partidarios del imperio habían adornado para recibir a las huestes franco traidoras.

En medio del cortejo triunfal, unos conduciendo en hombros la camilla en que iba el cadáver del infortunado Ramírez, la víctima más ilustre de la gloriosa jornada, y los demás desarmados, humillados por la derrota y confundidos por la grandeza de alma del comandante victorioso, que los trató con gran humanidad y cortesía, perdonándoles la vida, sin proporcionarles maltrato alguno. Demostrando posteriormente los franceses, no merecerlo. Don José  M. Iglesias, quien escribe en una de sus famosas Revistas Históricas el día 31 de enero de 1865, nos dice de este importante suceso: “Este triunfo es, en sus resultados materiales, el más importante que hasta ahora han alcanzado las armas republicanas. Por primera vez han quedado en nuestro poder la artillería y tren de guerra del enemigo, en unión de sus jefes y oficiales, con excepción únicamente de los que sucumbieron en el combate, el arrojo de nuestras tropas, probado y en tantos campos de batalla, ha dado en esta vez el feliz resultado que les había estado negando la adversa fortuna. La Nación contará, entre sus días más felices al lado del glorioso 5 de Mayo de 1862, el 22 de diciembre de 1864, en el que ha vuelto a probarse al mundo entero, que nuestros soldados son capaces de batirse con los franceses y derrotarlos”.  Como puede verse en páginas anteriores, las cuales se basan en libros y documentos publicados en esa época, se demuestra que Rosales  reclutó 136 ciudadanos de Culiacán,  hombres y muchachos del pueblo que prefirieron desfallecer de pie, que vivir de rodillas, y se unen a las fuerzas de Rosales para defender su amada ciudad de Culiacán contra un enemigo al que llamaban ser los mejores soldados del mundo, esto gracias a su armamento y a sus muchos años de entrenamiento en guerras en las que habían participado. Estos jóvenes brillaron por el valor y la abnegación inquebrantable, que pusieron con sus pechos un valladar insuperable a la invasión de los franceses, pocos ciudadanos en la república se opusieron con mayor resistencia a la otorgada por estos muchachos, los cuales con su vida y su sangre defendieron su adorada ciudad en la cual habitaban sus seres queridos. Los nombres de estos héroes tanto los que sobrevivieron como los que fallecieron en la lucha no fueron recogidos por sus jefes, quizás por la premura de los hechos ya que fueron reclutados a la víspera de la batalla, por lo tanto vienen a engrosar las filas de nuestros héroes anónimos.

A la heroicidad de esta gesta de hombres jóvenes se le restó importancia porque durante el porfirismo se trató de resaltar más en la república  la Batalla del 5 de mayo de 1862, donde se defendió la ciudad de Puebla por la participación que tuvo en ella Porfirio Díaz, y todas las demás acciones de la guerra de intervención que no exaltaban al dictador eran prácticamente ignoradas. En los años posteriores la historia oficial siguió repitiendo los hechos históricos que habían difundido los porfiristas, creyendo que eran los más importantes, esta es una de las causas del olvido en que habían caído las acciones heroicas de estos sinaloenses, porque de alguna manera sus jefes fueron contrarios al centralismo porfirista. Ya han pasado casi 150 años y no se les ha hecho el reconocimiento a su valor y a su entrega por la patria. Creemos que es por justicia histórica reconocer a estos gloriosos culiacanenses elevando al rango de heroica a la ciudad que defendieron. Ciudad Heroica es un título honorífico que premia el destacado heroísmo demostrado por los habitantes de las diferentes ciudades de México en su lucha de defensa contra ejércitos invasores extranjeros. Para esto, se consultó a la Comisión Nacional de Ciudades Heroicas, dependiente de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas, A.C. con el propósito de que analizara los acontecimientos históricos debidamente fundamentados que sirven de respaldo teórico para proponer y certificar el reconocimiento de la ciudad de Culiacán como Ciudad Heroica, reconocimiento que se debía haber dado desde hace 149 años, esto con el fin de fomentar, promover y trasmitir la identidad local, estatal y nacional. Dicha comisión ha aprobado esta propuesta a la cual considera pertinente e importante realizar, para esto recomienda que este interés sea turnado al Cabildo del H. Ayuntamiento del municipio de Culiacán, Sinaloa, para la expedición del debido decreto, y con la aprobación del Cabildo se haga la propuesta al Congreso del Estado para que sea aprobado el decreto en que se eleva al rango de Ciudad Heroica a la ciudad de Culiacán, la cual ostentaría el nuevo nombre de “Heroica Ciudad de Culiacán Rosales, Sinaloa, México”.

*Cronista de Guamúchil

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