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AMOR DE PANTALLA

Por viernes 31 de julio de 2020 Sin Comentarios

JAIME IRIZAR LÓPEZ

Desde épocas inmemoriales las sociedades han establecido de forma muy clara los esquemas, tradiciones y costumbres para propiciar el emparejamiento de sus miembros y de esta manera asegurar la perpetuación de la especie.

Vale citar solo para subrayar y recordar, las fiestas tribales de primavera, las danzas en torno a una gran fogata de parte de nuestros ancestros, hasta los más modernos bailes que por diversos motivos organizan las sociedades del mundo y de la historia los cuales favorecen el acercamiento social con la esperanza de que éste pueda concluir en la formación de parejas o matrimonios. Sin olvidar algunas otras prácticas permitidas socialmente como los juegos de diversa índole que servían para los mismos fines. Primero presentar, luego propiciar y establecer el contacto físico, para finalmente despertar deseos e instintos que conduzca a conocerse mejor y definir así la posible o no compatibilidad de los participantes.

La historia de la humanidad nos ha enseñado que lo único constante es el cambio. Ante diferentes escenarios, circunstancias y modos de comunicarse, el ser humano ha cambiado paradigmas con el fin de sobrevivir y satisfacer sus necesidades; cuando se trata de la búsqueda de una pareja, es lógico pensar que ocurre lo mismo.

De un tiempo a la fecha, pero con mayor énfasis en este 2020, en el marco de un aislamiento obligado por la pandemia COVID 19, de manera súbita han surgido y reforzado novedosos esquemas de contacto social que vienen a tratar de llenar los vacíos emocionales y existenciales de las nuevas generaciones. El confinamiento obligatorio no ha distinguido edades, clases sociales y mucho menos estado civil; de un día para otro, salvo quienes desempeñan actividades esenciales, vimos como nuestra rutina dio un giro de 180 grados; para algunos, esto representó invertir los papeles pues antes de la pandemia es innegable que el entorno laboral jugaba un factor predominante para relacionarnos, incluso, muchos podrían afirmar que pasaban más horas con los compañeros de trabajo que con su propia familia. A raíz de esta enfermedad que llegó a sacudir el mundo, la dinámica cambió, tomando la familia cercana el más determinante protagonismo, y valga decirlo, aunque estar con los seres queridos siempre es una bendición, para muchos esto ha representado un gran reto, especialmente para las parejas jóvenes y con niños, ya que balancear los momentos románticos, la crianza y encima los pendientes de oficina sin salir de casa, no debe ser cosa fácil.

No obstante, en temas de relaciones los que ya vivían en pareja no son los únicos que han sido retados, puesto que así como el salir diariamente a trabajar formaba vínculos afectivos con los compañeros laborales, estos lazos a su vez servían para que las personas en edad productiva que permanecían solteros gozaran de una base de conocidos que trasladados a un plano ya meramente social o de diversión, pudieran culminar en la formación de una nueva pareja. Por supuesto que no digo que ésta haya sido la única manera en que ocurrían los aproximamientos antes de la pandemia, pero cuántos de nosotros no conocemos historias de parejas, donde por el amigo del amigo terminaron en matrimonio. Y si salir a trabajar no era el punto de partida para la socialización, para el caso da lo mismo, pues el aislamiento limitó cualquier escenario que involucre la cercanía física entre las personas, así que de bares y fiestas, ni hablar. Entonces, ¿Qué nueva opción tienen estas personas qué aún sueñan con compartir su vida con alguien en una nueva normalidad tendiente a reducir al máximo la convivencia presencial? A mí ver, la misma qué han tenido todos sus antepasados: aprovechar las herramientas a su alcance y participar en las dinámicas que la sociedad actual les propone o impone, en otras palabras, adaptarse a los tiempos. Y entre más pronto lo hagan, mejor.

Los adelantos de la ciencia y la tecnología, principalmente de ésta última, han generado la aparición de nuevos modelos para regir las relaciones sociales y han modificado también, algunas costumbres que antes era imposible siquiera imaginar. La forma de manifestar el amor y de hacer un lazo social con el otro, ha tenido un cambio desde que surge el uso recreativo de internet. Hemos trascendido para quedarnos en la era cibernética, donde todos estamos conectados y donde toda la información del otro se obtiene con solo hacer un clic.

Con pandemia o no, vivimos en un mundo ocupado y lleno de responsabilidades y eso no se ve que vaya a cambiar pronto. Bajo ese panorama podemos encontrar justificado el éxito que desde hace años han tenido las plataformas virtuales que nos venden la promesa de encontrar el amor. Su uso se ha convertido en una actividad socialmente aceptada y es cada vez más una práctica generalizada por hombres y mujeres. Sin embargo, soy testigo del estigma que aun predomina en ciertas partes del mundo donde por tradiciones y prejuicios, se rehúsan a aceptar el crecimiento y la expansión de una nueva cotidianidad. Se dice que los sitios son en su mayoría recurridos principalmente por hombres en busca de aventuras y relaciones casuales. Lo cual a mi ver no siempre es el caso, puesto que en cualquier rincón del planeta las necesidades afectivas se manifiesta de igual manera en hombres y mujeres.

Aun así, doy fe de como la libertad y la supuesta mentalidad abierta de las personas que presumen de ella, se transforma completamente cuando alguien cercano les dice que es un usuario activo de dichas aplicaciones. La desconfianza y la poca credibilidad surge a partir de que “no conoces a la otra persona” que está del otro lado de la pantalla de tu celular o computadora, mismo que resulta irónicamente gracioso, ya que precisamente ese sería uno de los objetivos al sumergirse al océano de las posibilidades en internet, el querer conocer a alguien. El amor llega cuando tiene que llegar y por donde tiene que llegar, lo conozcas en un bar, en la escuela, la iglesia o a través de familiares cercanos, la otra persona no dejará de ser un completo extraño aun cuando una relación virtual trascienda al plano físico.

Mantener y alimentar la comunicación con un desconocido es una decisión personal y estimo que las relaciones virtuales pueden resultar benéficas siempre y cuando se tomen en cuenta ciertos factores antes de someterse a un período de incertidumbre, esto con el propósito de saber sobrellevar las desilusiones si la experiencia no llegara a cumplir con las expectativas planteadas. Pero ahora bien ¿qué nueva relación no está cargada de dudas o expectativas?

Las posibilidades de interacción en una plataforma son infinitas. Al igual que lo son en el mundo real, por lo que en ambos casos el primer punto a tomar en cuenta coincide, la precaución, y no por qué debamos asumir que del otro lado estamos tratando con un psicópata, sino porque sería el mismo cuidado que emplearíamos con alguien que acabáramos de conocer en cualquier otro lugar o por cualesquier otro medio. Me resulta complicado imaginar un escenario donde en un primer encuentro, por ejemplo en un bar, se intercambien hasta el CURP. Digamos que es una cuestión de la lógica más elemental, conocer a la persona a través de la plática poco a poco e ir obteniendo los datos suficientes para construir o no un ambiente de confianza, en este punto nuestro instinto siempre juega a favor, por lo que no deberíamos ignorarlo. Dejando de lado eso, las relaciones a través de las aplicaciones se nos presentan como algo económico, además de que son una oportunidad perfecta para expandir nuestros horizontes del idioma y la localización geográfica desde la comodidad de nuestro sillón. Una plataforma nos da la oportunidad de conocer a nuevas mentes, diferentes maneras de ver la vida, todo a través de los ojos de un perfecto extraño, que podría terminar convirtiéndose en un amigo o una pareja sentimental con quien brindarnos de manera recíproca un apoyo moral que a muchos nos cuesta reconocer como una necesidad básica.

Ahora bien, esta particular forma de conversar y hacer nuevas amistades, trae consigo sus propios síntomas y nuevas formas de goce a los sujetos. El amor, como lo conocemos o creemos conocerlo, se hace notar de la misma manera positiva al igual que otras emociones como los celos, paranoias, infidelidades, ansiedades y demás cuestiones relacionadas. Quienes han tenido una relación virtual no logran presumirse exentos de estos sentimientos negativos, al final, se sigue tratando de una relación humana entre dos personas distintas y tiene complicaciones por naturaleza, quién presuma gozar de tener una relación afectiva donde no se discuta jamás es forzosamente un mentiroso.

Por otro lado, en este tipo de interacciones se reduce el esfuerzo, completar un perfil no lleva más de unos minutos y simplemente con el nombre de usuario, edad y ubicación, existen ya diversos algoritmos perfectamente diseñados para que los datos de las personas se sincronicen con el fin de arrojar una precisión en la compatibilidad, desde un test de personalidad hasta pruebas de ADN, son algunos de los requisitos en algunos sitios populares, donde mientras más ventajas se ofrezcan se da el caso de tener que pagar por los “servicios Premium” pero aun así eso no garantiza encontrar lo que estás buscando sin dejárselo todo al azar pues hay coincidencias que pueden darse sin pagar un centavo. Ahora, también hay que tener en cuenta que muchas veces estos perfiles carecen de características reales y los rasgos de gustos e intereses se encuentran distorsionados, por lo que los perfiles no deberían ser vistos como una especie de curriculum para determinar si la persona es afín a nosotros o no, al final, la química es algo que no se puede forzar, simplemente existe o no y esto solo podrás saberlo si decides iniciar una conversación.

Como seres humanos tenemos al parecer una doble necesidad: la de no perder independencia y la de no estar solos. Esto nos mantiene en la búsqueda inevitable de la aceptación y el amor de otra persona que comparta nuestras aficiones, miedos e ideologías sin ser juzgados de manera directa. Establecer una relación sin tener un contacto visual permite que se refleje nuestra personalidad de una manera más libre y con menos inseguridades. Las percepciones sensoriales están ausentes, por lo tanto el amor y el sexo solo forman parte importante del pensamiento. Dicho esto, entendemos que no puede determinarse una relación oficial de pareja si se carece del contacto físico pero muchos involucrados sentimentalmente tienen miedo al encuentro en un plano real, por el miedo al rechazo o causar una decepción. Hay quien podría pensar que con esto el romanticismo no se pierde sino que se pospone, sin embargo, al final por más tiempo que se considere necesario que transcurra, el encuentro cara a cara llegará a ser inevitable si lo que se busca es la formalización. El momento indicado es lo que variará en función de los protagonistas que deberán llegar convencidos a través de haber pasado por varias etapas, solo al estar en el mismo lugar físico será posible determinar si la relación prosperará o simplemente terminará igual que como empezó.

A manera de conclusión sostengo que las relaciones reales y virtuales pueden ser igual de efectivas, aunque estas últimas en algunos generan más incertidumbres, dudas y temores. Las aplicaciones resultan un método tan efectivo como los tradicionales para conocer a esa persona especial en este mundo globalizado. Algunas relaciones virtuales pueden ser el preámbulo para construir una real donde los protagonistas lleguen a verse frente a frente. Nunca antes había sido tan fácil emparejarse y viceversa.

Tal parece que en los últimos meses del presente año, debido a las situaciones que no podemos controlar, el verdadero talento consiste en trabajar, estudiar, ver a la familia, entretenerse, ejercitarse, socializar, seguir siendo un buen ciudadano y conocer a alguien nuevo sin temor a enamorarse, pero todo esto sin salir de casa. Es más que una realidad que nos consume, y un proceso que no dista mucho de naturalizarse por completo, así que vale más tomarlo con buena actitud y tratar de verle lo positivo.

“Lo tradicional en los seres humanos, no se limita al campo del decir, sino que se extiende al del hacer, que define nuestra identidad en relación con los otros.”

Es momento de dejar atrás prejuicios y todo lo que nos impida fluir, el mundo es de los atrevidos y al final la resiliencia viene de saber adaptarse. La vida tiene muchas sorpresas en todos los aspectos, y cuando se trata del amor, no debería existir ningún tipo de limitaciones al darle la bienvenida en la manera que se nos presente. Si nos relajamos y llega alguien de nuestra talla a la pantalla, tal vez ya estaba destinado hacer el primer contacto a través de una moderna aplicación.

Vivir es asumir riesgos. Ya sea que el inicio del amor sea virtual o real, siempre hay que ser analítico para abatir a su mínima expresión los riesgos, pero nunca dejar de buscar el amor, porque sin él no vale la pena vivir.

Médico, escritor

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