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EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Por miércoles 15 de julio de 2020 Sin Comentarios

LETICIA DÍAZ ACOSTA

A nivel mundial estamos atravesando por una dura situación que ha venido a modificar todo lo que conocíamos hasta el momento. Hemos sido golpeados por una ola de incertidumbre para la cual no estábamos preparados en ningún aspecto de nuestra vida.

Políticamente, estamos rebasados por esta pandemia; las autoridades han hecho lo que han considerado necesario para atacarla, para disminuir sus letales efectos; sin embargo, ésta sigue avanzando y cobrando vidas, sin importar fronteras, edades o posición social; los apoyos sociales que se han organizado de manera emergente no han sido suficientes, y el equilibro vital amenaza seriamente con romperse.

En el aspecto económico, se han tenido grandes pérdidas que difícilmente van a ser recuperadas; miles de negocios han tenido que cerrar sus puertas y quizá no las vuelvan a abrir jamás; un millar de personas han quedado desempleadas, con las subsecuentes consecuencias que ello implica: aumento de la pobreza, violencia, inseguridad, y además, nuevos brotes del virus, ya que, al no poder las personas quedarse en casa, se convierten en focos graves de infección.

La sociedad está en caos. El ámbito de la salud se encuentra colapsado; hay un aumento generalizado en el costo de los medicamentos, así como miles de muertes y contagios; se nos restringieron nuestras libertades, nuestros sueños y proyectos; millones de niñas, niños, adolescentes y jóvenes alrededor del mundo, han tenido que ver que sus escuelas como ellos las conocían ya no son, y quizá ya no lo vuelvan a ser jamás.

En este sentido, los sistemas educativos trabajan desesperadamente para atender las problemáticas que se han generado, y asumir los retos que implica esta grave situación. No es fácil enfrentar algo cuando no se está preparado para ello; el confinamiento por la pandemia, dejó ver las debilidades tan grandes que existen alrededor de la educación: las carencias de recursos, la falta de estrategias estructuradas, la casi nula capacidad por parte de muchos maestros y alumnos, para manejar la tecnología, y también, las grandes desigualdades que existen entre la población estudiantil, sobre todo en las escuelas públicas.

La pandemia, y el obligado uso de la tecnología nos exigen a replantear el sentido de la educación: urge analizar el cómo estamos educando, indagar si es necesario renovar los contenidos, de tal manera que éstos cobren sentido para los estudiantes; urge dejar de transmitir, es momento de comenzar a crear. Como lo dijera Chomsky: “…es el momento de enseñar a los niños a entender el mundo”.

Si vemos las cosas por el lado positivo, entenderemos que esto que está pasando puede ser aprovechado como una oportunidad de cambio a favor en la educación. Los docentes, entregados a nuestra vocación, debemos replantear los modos de enseñanza y proponer estrategias congruentes con los tiempos actuales.

Es necesaria una reunión colegiada urgente, en la que se examine la currícula escolar y se adecue al contexto de cada escuela en particular. Debemos entender que las cosas ya no volverán a ser las mismas y que existen grandes retos que hay que atender.

Es prioritario considerar la atención a las necesidades personales de cada uno de los estudiantes, independientemente del nivel académico en que se encuentren; para ello, es preciso adaptar los contenidos a su realidad, de tal manera, que los estudiantes aprendan a tomar decisiones de manera informada, a resolver creativamente los problemas, a adaptarse a los cambios y a manejar la resiliencia en sus vidas.

La orientación deberá ser uno de los aspectos más importantes a desarrollar en esta nueva forma de educar: los docentes, además de ajustar los contenidos a la realidad que viven nuestros estudiantes, debemos visualizar las barreras con las que éstos se puedan topar y ayudarlos a entender y sortear su situación; para ello, es importante que como sus guías, trabajemos con estos el adecuado manejo de sus emociones, gestionando la reflexión y el análisis de su situación presente y futura, con la intención de evitar el desánimo y abatir el rezago educativo.

Considero que, de acuerdo a las estadísticas que se siguen manejando sobre la pandemia, será muy difícil regresar a la escuela de la manera en que estábamos acostumbrados, por lo que lo más viable, es que logremos establecer una forma de atender a nuestros estudiantes haciéndoles ver la diferencia pero sin descuidar en ningún momento la parte del Ser de cada uno de ellos; es preciso cuidar de esa parte emocional y trabajar en el logro de habilidades que conduzcan a nuestros estudiantes a ser autoresponsables, a trabajar en su autodesarrollo y en su autoaprendizaje.

Ahora bien, para lograr todo lo anterior, los docentes debemos estar preparados para enfrentar los retos que se presenten, y una manera eficaz de hacerlo, es que los sistemas educativos inviertan en la formación de su profesorado; miles de maestros ni siquiera manejan la tecnología, y con todo el estrés que la pandemia ha generado en la sociedad, es de pensarse si tendrán la capacidad para ser orientadores y trabajar las emociones con sus alumnos.

Si, los retos son muy grandes, sobre todo si asumimos que la economía quizá no sea la mejor para que el Estado desee invertir en educación; y ante eso, surgen varias preguntas: ¿Qué podemos hacer como escuela?, ¿Cómo debe actuar la comunidad?, ¿Cómo enfrentar los cambios en la manera de aprender?, ¿Hacía dónde nos lleva todo esto?, ¿Será necesario pensar en una nueva formación docente?

Mientras se responde a estos cuestionamientos y a muchos más que han surgido, la SEP anuncia la introducción para este ciclo escolar 2020-2021, de las asignaturas de Filosofía y Vida saludable, mismas que serán incluidas en la currícula con la intención de crear en los estudiantes una conciencia crítica que les permita enfrentar los problemas y resolver las situaciones que se les presenten de manera resiliente. Un buen punto, solo falta establecer el cómo y de qué manera habrán de desarrollarse (algo que deberá ser atendido a la brevedad).

Como se puede ver, pensar en el nuevo ciclo escolar, requiere atender, además de todos los retos mencionados, diversas situaciones emergentes que también deben ser consideradas de manera urgente, una de ellas, la desigualdad, porque desafortunadamente, quienes pierden más, o quienes se quedan rezagados son aquellos que adolecen de varias situaciones, por ejemplo:

•Los hijos de las madres trabajadoras, las cuales no podrán estar eternamente en casa debido a la situación económica, y ante esto, quién los atenderá en las horas de escuela si esta se imparte en línea, o dónde se quedarán si los horarios cambian, sobre todo si son niños de educación básica.

•Los hijos de migrantes, que reciben una educación diferenciada, ya que viajan con sus padres por temporadas.

•Los niños que comían en la escuela, esos que quizá era su única comida segura.

•Aquellos de las zonas rurales, los que pocas veces tienen acceso a la tecnología.

•Los que tuvieron que ponerse a trabajar para solventar los gastos del hogar ante la nueva situación.

La tarea es ardua, es necesario replantear muchas cosas, mover nuestros esquemas, acomodar nuestros pensamientos a la nueva realidad y sacar avante nuestra vocación, demostrando de que estamos hechos y haciendo por nuestras alumnas y alumnos todo aquello que sea necesario para lograr su bienestar; tal y como ha sido siempre, como es hoy y como seguramente será en el futuro.

Licenciada en Ciencias de la Educación

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