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LAS BATALLAS AMOROSAS DEL GENERAL

Por viernes 31 de enero de 2020 Un comentario

JUAN SALVADOR AVILÉS OCHOA

Los libros Rafael Buelna, Las caballerías de la Revolución, de José C. Valadés y Rafael Buelna Tenorio: Un romántico enamorado de la Nación, de Agustín Velázquez Soto; muestran dos de las grandes pasiones del soldado mocoritense.

El primer texto relata los enfrentamientos militares durante la revolución; y el otro, cuenta las batallas sentimentales libradas por el joven estudiante rosalino con las armas de la poesía.

Velázquez extrae de periódicos de la época, Mefistófeles y El Correo de la Tarde, poemas compuestos por Buelna y dedicados a mujeres que formaron parte de su vida.

Va uno dedicado a Esther Aispuro una de las candidatas a reina de los estudiantes del Colegio Civil Rosales en 1908, a través del cual expresaba más que una intención de voto:

¡¡QUE VIVA NUESTRA REINA ESTHER AISPURO!!

La muchedumbre en argentino coro

Dice que luzca en el trono, Esther

Y que graciosa te pudiese ver:

Sobre tus bucles la corono de oro.

Y que atractivo para todos ser Los súbditos de Esther encantadora.

¿Tú nuestra reina? ¡Si! ¡Siempre y ahora!

Sigue: que viva nuestra reina Esther Aispuro

¡Eres un ángel, sí, no eres mujer!

Tú naciste en la tierra de las bellas,

Donde un mar colosal sirve de muro,

Do cintilan por miles las estrellas,

Donde el cielo se vuelve azul más puro,

Donde él airoso susurra mil querellas,

¡Que viva nuestra reina Esther Aispuro!

Enseguida uno dedicado a Carmen Catalán, oriunda de San Ignacio, novia de Rafael Buelna durante los estudios de ambos en el Colegio Civil Rosales en Culiacán:

ÍNTIMO

Nostálgico, sin verte, a copas llenas

Apurando sediento mi amargura

Me voy lejos, muy lejos con mis penas,

Y el corazón henchido de ternura.

No te he dicho mi adiós, mi pena apura

Hasta la última gota de mis venas…

¿Y debo trocar penas en dulzura

Dando mi amor tan puro a las sirenas?

¿Es acaso un mandato del destino

Que el brillo magistral de dos estrellas

No alumbre ya nuestro árido camino?

Tú, todo con lágrimas lo sellas.

Y yo al obedecer mi propio sino,

He de besar el polvo de tus huellas.

El que sigue es dedicado a Carmen Catalán y a María Cleofás Castro, la novia de Mocorito.

A Ellas

A María

Cansado de rogarte

ya impotente,

a seguirla adorando

si es infame,

me resigno a que Carmen

nunca me ame

y a vivir la existencia

más doliente.

He soñado con ella en mi delirio

, he soñado que la amo y que la imploro

y he soñado tal vez por mi martirio.

A Carmen

No es cierto, no, la ausencia

no es olvido,

lo dirá sólo aquél que nunca

amó,

no se olvida jamás al ser

querido, como nunca a mi Carmela olvido yo.

Fue santo nuestro amor,

amor tan puro

como saber que la aventura

es trunca,

en el interior del corazón humano

muere el amor pero el recuerdo nunca.

Uno más, sin dedicatoria expresa, publicado en julio de 1909 en el periódico El Correo de la Tarde:

MUERE EL AMOR; PERO EL RECUERDO… ¡NUNCA!

Fue santo nuestro amor. Amor más puro

¡Que el de la luz a las purpúreas flores!

Pero debo morir. La ausencia es muro

Donde se estrella el Dios de los amores.

Eterno debió ser … porque era santo,

Porque era irradiación de luz de gloria,

Pero la ausencia, abismo, negro manto,

Opaca tu recuerdo en mi memoria.

Es fuerza que olvidemos el pasado

Para en un nuevo amor encontrar calma.

El olvido es un bálsamo sagrado

Que cura las heridas en el alma.

Más no puedo olvidar. Te quise tanto,

Que se grabó tu imagen en mi mente,

Y morirá el amor que ungiera el llanto;

Cual floración de eterna primavera,

Cual fúlgido celaje carmesí

Cual sublime ilusión que nunca muera,

Quedará tu recuerdo para mí.

Es importante comprender lo arcano,

Como saber porque la dicha es trunca.

Mas ¡Vive Dios! Del corazón humano,

Muere el amor; pero el recuerdo … ¡Nunca!

El escritor Héctor R. Olea relata brevemente el noviazgo de Rafael Buelna durante su estancia en Guadalajara, con Carolina Perches, manifestado a través de un intercambio de cartas y poemas. También anota que la rivalidad existente entre Obregón y el mocoritense, en parte se debió a cuestiones amorosas, en donde la joven Perches estuvo de por medio.

También en la perla de occidente, en donde se recluyó después de su expulsión del Colegio Civil Rosales, inició una relación amorosa con la joven tapatía Victoria Ramírez con quién procreo una hija llamada Elena.

Y sin duda la batalla cumbre en el terreno sentimental fue la que libró para poderse casar con María Luisa Sarría Escudero, con quién después de múltiples rechazos de sus padres logró su anuencia para contraer matrimonio a las 11:30 de la noche en Ahuacatlán. Rafael interceptó el carruaje donde Gervasio Sarría conducía a su hija a Guadalajara para alejarla del revolucionario sinaloense y no le quedó otra más que aceptar el enlace de los jóvenes enamorados. Producto del matrimonio nacieron Rafael y Pablo .

* Cronista y presidente de la corresponsalía en Mocorito del Seminario de Cultura Mexicana

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