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ALEA IACTA EST -LA SUERTE ESTA ECHADA-

Por lunes 30 de septiembre de 2019 Sin Comentarios

FRANCISCO TOMÁS GONZÁLEZ CABAÑAS

REFERENCIA A SITUACIÓN MEXICANA Y LOS 25 AÑOS DEL MAGNICIDIO DE LUIS DONALDO

La suerte está echada. La frase es adjudicada a Julio César, al cruzar el Rubicón, rebelándose contra el Senado, e iniciando la guerra civil contra Pompeyo. Algo que miles de años después y salvando las distancias, podría repetirse en la codificación vernácula por desestabilizaciones emocionales de quiénes sin estar preparados mental como culturalmente, al perder poder o tratar de mantenerlo, implosionan mentalmente, generando o tratando de generar daño, por el lugar al que accedieron, y del que se deben ir, casi por casualidad o por el regalo de quiénes brindaron tal obsequio a quiénes veían sumisos, maleables e irredentos en pretensiones políticas reales, pero supuestamente conscientes de sus límites o limitaciones.

Probablemente pocos se lo planteen como tal, pero seguramente la mayoría lo siente, o mejor dicho se siente, surcado por esa ansiedad, que no la puedan controlar ni con barbitúricos, ni con ejercicios, esa pretensión contradictoria que ante determinadas situaciones se nos presenta a los seres humanos, de querer tenerlo todo bajo control, obstinadamente, cuando sabemos que tal cosa es un imposible.

Nos pasa a todos con la muerte, millones de años de humanidad, y aún no la hemos comprendido, tercamente, nos negamos a asimilar que la misma, es una parte tan natural de la vida, como la sentencia de Heidegger que nos recordaba que “Somos un ser para la muerte”, pero de allí es que uno a veces se ve a tentado en no creer la teoría de la evolución, pues como podría ser que el cerebro humano, o que la cultura de la humanidad, con millones de años en sus espaldas, no pueda asimilar con mayor naturalidad la finitud de la vida. Quizá desde la teoría algunos nos pretendamos un poco más allá de no pensar la muerte y simulemos dimensionarla filosóficamente, pero todo se nos va al diablo cuando nos toca de cerca, la enfermedad, accidente o padecimiento de un familiar o de uno mismo. Nos surge la mentira de decirnos que no queremos sufrir pero que entendemos que morirnos nos va a suceder igual, pero es una gran mentira, ni el suicida quiere morir, esto es así y aún no sabemos porque.

Algo de esto, le suceda en una dimensión al político que se le termina su mandato, y por más que no lo diga, lo quiere renovar a como dé lugar, quiere quedarse en esa silla, sillón, en ese conchabo, por más que lo diga una y mil veces ante el espejo, sabe que en un hipotético pacto satánico, vendería su alma y la de los suyos por tal cosa. Lamentablemente se ve presa, víctima, rehén de ese mismo círculo áulico, de ese mesa chica, de ese grupo de confianza, quién ensalzaba las virtudes del prohombre, cumpliéndole caprichos y fantasías, y que ahora, a horas, de poder perder tales prerrogativas se transforman en salvavidas de plomo, pasan a ser de hermético círculo de élite, al círculo vicioso intolerable para quién está obligado a saltar de la liana de la seguridad y la confianza de la ubre del estado, al desasosiego, a la incertidumbre de ver que podrá ocurrir tanto con él, como con los suyos.

Y es aquí en donde la cuestión electoral, por intermedio de las debilidades de sus actores, empieza a percudir la calidad democrática, la ulterioridad de la política, que tendría que ser el mejorarle la vida a la mayor cantidad de personas posibles, tratando de con ello joderle la vida a la menor cantidad.

Como no nos cansamos de consignar, los proyectos, propuestas y programas de cómo lograrlo pasan a un tercer plano, la ética y la responsabilidad también, más luego muere la coherencia y finalmente la dignidad. Y como la política es un colectivo, todos lo que estamos adentro (Platón en la República daba el ejemplo del Barco, mucho antes que algún ministro) tengamos mucho o menos que ver, terminamos estrolados por la locura, la alienación de conductores suicidas (Existe una canción de Sabina con este título muy recomendable) de hecho uno de ellos, ha sufrido un accidente que más allá de la condición accidental, también ameritaría una lectura vial o psicológica del mismo, en la siempre indescifrable Córdoba.

JFK en una de sus consignas más recordadas exclamaba “Pregúntense que pueden hacer ustedes por su país y no que puede hacer el país por ustedes” y uno cuando recuerda estas cosas, entiende porque mataron a un tipo así, caso semejante con Luis Donaldo Colosio en México a cuarto de siglo de su fusilamiento público por afirmar en mitines electorales que veía una país con hambre y sed de justicia, porque la política nuestra de todos los días (es decir la terrena, la que no cambia) esta tan deteriorada, tiene un nivel tan cercano a los últimos niveles del infierno del Dante, que nuestra suerte está echada y que aquello de que tenemos a los políticos y los gobiernos que nos merecemos es de una contundente e inobjetable verdad.

* Filósofo Argentino

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