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¿POR QUÉ LEER?

Por viernes 15 de marzo de 2019 Sin Comentarios

JUAN DIEGO GONZÁLEZ

De aquello que se conoce rectamente se dispone
en todo momento sin mirar el patrón o modelo,
sin volver la vista hacia el libro. Pobre capacidad
la que se saca únicamente de los libros.
Michel de Montaigne Ensayos, capítulo XXV

¿ Qué sucede con una persona al momento de leer? ¿Qué se activa en nuestro interior, de tal forma que nos olvidamos del exterior y nos adentramos en ese universo concentrado en un libro? Quizá la respuesta está miles de años atrás, en la invención misma de la escritura. En esa necesidad de dejar una marca en este mundo, una huella de nuestra existencia diría Joyce.

Los estudiosos de la lengua proponen el salto de la comunicación gestual, mímica, gutural al lenguaje articulado como uno de los cambios en la humanidad más importantes. Expresar ideas, emociones, sueños o miedos a través de una lengua oral, cambió de forma radical la historia de la humanidad. Se inicia un proceso evolutivo en el cual construye, agrega, selecciona, elimina, deconstruye, elabora palabras, frases, sentencias. Y digo se inicia porque sigue inacabado ¿o acaso ya tenemos establecido una lengua perfecta y universal?

En esta evolución de la lengua, el siguiente salto fue la escritura. Las palabras dejaron de viajar con el viento, su esencia efímera, instantánea, tan parecida a la respiración, al suspiro, se volvió concreta, tangible, visual. Los sonidos tuvieron un cuerpo propio, una figura particular, una identidad de piedra, de madera, de barro cocido, de tinta y a veces hasta de sangre. La palabra sonora se viste de negro y sale a pasear como palabra escrita, se deja ver en las paredes, las puertas, las columnas, las tumbas, en tablas, en pergaminos, en telas, en pieles. Se queda ahí, fija, para ser admirada por personas curiosas y hambrientas de conocimiento.

De acuerdo al Antiguo Testamento, la primera discriminación hecha por el ser humano fue la fuerza, la capacidad de agredir y quitar la vida, la fuerza que vuelve asesino a Caín ¿”Dónde está tu hermano, Abel?”. Miles de años después Stanley Kubrick en “2001: a space odisey” (1968) diría exactamente lo mismo. Después de eso, la segunda discriminación hecha por el ser humano es la escritura. Las personas se separan de las que saben leer y las que no. El letrado y el analfabeto forman dos clases diferentes.

La paradoja es que el ser humano sigue buscando formas de evitar el asesinato (guerra) y el analfabetismo. Y no lo ha logrado, al contrario parece ser más eficaz y sofisticado para cometer crímenes mortales (incluso el siglo XX ha visto florecer a los serial killers). El analfabetismo ahora tiene categorías: el absoluto, el funcional, el mediático, el digital.

La escritura es nuestra caja de Pandora. Así como tiene esta terrible función de separar y dividir a los seres humanos entre los que pueden leer y los que no. También es una maravillosa faceta de unir las personas. Miles de personas de cualquier religión se reúnen para compartir la palabra sagrada, para escuchar al religioso leer en voz la palabra dejada por el profeta. La mayoría de las leyes en el mundo están basadas en aquellas tablas escritas con diez mandamientos.

Los griegos se reunían en torno a su maestro que leía fragmentos de La Ilíada o La Odisea. En el siglo XVII aquel que sabía leer, por las tardes reunía a los vecinos analfabetos y les leía en voz alta El Quijote. En el siglo XIX las mujeres empezaron a reunirse en los cafés parisinos y londinenses para leer sus novelas de amor favoritas. Los forjadores de habanos en Cuba escuchan a un lector que lee a “Romeo y Julieta”, al “conde de Montecristo”.

La palabra escrita tiene esa capacidad de fascinar a una persona y compartirla es inevitable, hablamos de ella y con ella nos sentimos seguros, cómodos, alegres. La lectura en grupo es nuestra conexión directa al pasado tribal, al ancestral fuego en cuyo derredor se congregaban hombres, mujeres, niños y niñas para escuchar al chamán, al anciano, a la curandera, a la matrona, quien relataba historias para conectarlos con el inframundo, el más allá, el cielo, las estrellas.

Tener cafés literarios o talleres de lectura no es en absoluto algo nuevo entre nosotros. Un taller literario es algo de lo más antiguo que tenemos como seres humanos. La palabra escrita contada en voz alta, bajo el influjo del aroma del café o un tinto recién descorchado es un placer repetido por generaciones.

“Vino con Elena” es un club de lectura que nació con la idea de leer y compartir en grupo las obras de Elena Poniatowska, aquí en Todos Santos. La primera sesión fue un 8 de octubre de 2017. Aquí seguimos y tuvimos la fortuna de tener a la mismísima Elena con nosotros. Después hemos seguido con otros autores recomendados por la propia escritora. Cumplimos dos años. Cada miércoles redescubrimos la palabra escrita y nos conectamos con ella. La vivimos, la comentamos, la disfrutamos.

Lector, si vienes a este pueblo mágico en BCS, y si de casualidad es miércoles, en la tarde date una vuelta por el restorán Los Adobes y ahí de seguro, nos veras, libro en mano, compartiendo la amistad, la palabra, las ideas, los sueños.

* Docente, autor, BCS / Sonora

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