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PRODUCTOS Y MERCADOS EN LA ANTIGUA CUAUHNÁHUAC

Por miércoles 31 de octubre de 2018 Sin Comentarios

CARLOS LAVÍN FIGUEROA

Las poblaciones tlahuicas –una de las siete tribus aztecas- tenían mercados periódicos, los de mediana importancia cada cinco días, donde mercaderes profesionales, artesanos, campesinos, la gente común y los nobles se reunían a comprar y vender. Llegaban productos de toda Mesoamérica. La capital Cuauhnáhuac tenía mercado diariamente, donde llegaban mercancías a través de una red que se extendía más allá del Valle de México, las había por especialidades, a corta y a larga distancia, había importadores y exportadores quienes las noches antes de partir a sus compras realizaban ceremonias, sacrificios y ofrendas a los dioses que los protegían.
El tianguis, donde ahora está la Plaza de Armas, se juntaban en multitud los vendedores de cerámica de Analco (San Antón); de comestibles que sumaban más de quinientos productos, aves, armadillos, jabalíes, iguanas, conejos, ardillas, bagres, langostinos y charales de los ríos Apatlaco, Chalma de barrancas y riachuelos tributarios, truchas del norponiente de la ciudad, acociles de las lagunas de Zempoala, chapulines, frutas como aguacates de Ahuacatitlán, hierbas, semillas, plantas comestibles y medicinales, hongos, gusanos de maguey y pulque del Ajusco además de carbón y otros muchos artículos, entre los cuales sobresalían las mantas, huipiles, hilos, la producción de algodón y papel de amate eran la principal actividad. Las compras se hacían a trueque, también se usaban las cuentas de jade o semillas de cacao como moneda.
A los aztecas y después a Cortés los indígenas de Cuernavaca les pagaban tributos en artículos de algodón como, ropa, mantas, colchas, camisas y coloridas naguas; también en maíz, frijol, amaranto, chía, piedras finas, oro y plata traídos de otros lugares. Las Nuevas Leyes de Indias, prohibirían el pago de tributos con estos metales. Su apoderado y primo, Juan Altamirano, solía vender la ropa al mercader Luis Marín -que estuvo en la conquista- quien luego las revendía en su negocio de México-Tenochtitlán en uno de los treinta y tantos locales que eran propiedad y rentados por Hernán Cortés, donde hoy está el Monte de Piedad, en ese entonces llamados las casas viejas de Cortés. En otro de esos locales se vendía el azúcar que producía la hacienda de Axomulco y después la de Tlaltenango.
Terminada la conquista, Cortés comenzó a instalar y llevar adelante empresas. Para 1522 había solicitado a Cuba caña de azúcar, moreras, perales, semillas y sarmientos de diversas plantas para sembrar en las tierras que se había adjudicado para su encomienda que después serian parte de su marquesado. En 1524 ya había solo cañaverales en Tuxtla mas no edificio. Después de Tuxtla se sembró caña en Coyoacán. Cortes da un terreno a su criado Bernaldino del Castillo para establecer un ingenio de azúcar cercano a Coyoacán con un pequeño trapiche experimental instalado en Tizapan cerca de San Ángel que no prosperó. No parece acertada la afirmación del cuernavacense Domingo Diez que el primer ingenio azucarero del Continente Americano fue el de Tlaltenango en su obra “El cultivo e industria de la caña de azúcar”. La experiencia de Coyoacán fue posterior a los inicios de Tuxtla y anterior a las fundaciones en la región de Cuernavaca entre 1527 y 1530.
El ingenio de Axomulco ubicado al norte en Rancho Cortés que es de 1529, (meses antes de que se le otorgara el marquesado), es el primero de América Continental construido como tal, como edificio, del que Cortés sólo era socio de una séptima parte; el dueño mayoritario era Antonio Serrano de Cardona o de Villarroel quien llegó con Cortés como soldado. Después funda Cortés el de Tlaltenango como dueño total, que es el segundo en Morelos y lo erigió en 1532 pegado al de Axomulco para con su cercanía “impedir su crecimiento y quebrarlo” por pleitos con su socia la viuda de Serrano.
El ingenio de Tlaltenango, muy cercano a Cuernavaca, fue la agroindustria más importante que tuvo Cortés en la región. Además de sus extensos cañaverales y del propio ingenio para la fabricación del azúcar, tenía capilla, panadería, carnicería, taller mecánico, maquinaria y obraje para la fabricación de telas; bueyes y carretas para el trabajo, puercos, ovejas, caballos, novillos y una buena provisión de esclavos negros. Además se sembraba trigo, maíz y naranjales. El ingenio contaba con dos prensas de caña, y otra llamada “de purgar”, para refinar el azúcar y casas en torno para españoles, esclavos y gente de servicio.
La producción de azúcar en julio de 1549, fue de 99,3 toneladas, la producción se vendía en Ciudad de México y debió proveer otras ciudades y pueblos de la Nueva España.
En cuanto a tierras y sementeras (sembradíos) de caña de azúcar pertenecientes al ingenio de Tlaltenango, el inventario de los bienes de Cortés enumera 40 tierras de cañaverales de diversas edades en las cuales hay un pequeño viñedo, con un total de 152 hectáreas. En uno de esos 40 terrenos, se anotó un humilladero o capilla rústica, hoy en día el llamado Chapitel del Calvario, que actualmente está dentro de la ciudad.

* Historiador y Cronista de Cuernavaca

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