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EL BATARETE

Por martes 15 de mayo de 2018 Un comentario

NICOLÁS AVILÉS GONZÁLEZ

Parte 1

El primer domingo de diciembre de 2017, en la ciudad que amó, con muchas ganas y letras, falleció el colaborador de La Voz del Norte, el médico y autor Nicolás Avilés. Este texto dividido en tres entregas, pertenece al oficio de narrador de Nicolás, el final coincidirá con el sexto mes de su partida. Con autorización de su esposa Laura Salazar lo compartimos. N de la R.
El pueblo que conocí en mi infancia no era tan grande como ahora, hoy que estoy viejo; más bien era pequeño; por el norte se extendía desde una hondonada natural que por muchos años socavaron las avenidas de las aguas, que se juntaban en los cerros de la Laguna Colorada; el arroyo de los Becos llegaba repleto y violento a Costa Rica.
Durante años nos inundó que que pudiéramos hacer nada. Después de esta oquedad ya no había casas, solo cañaverales que casi llegaban hasta los límites de Culiacán.
Al oriente se encuentra el canal Rosales que se desprende de la presa derivadora, esa que nace de la confluencia de los ríos Humaya y Tamazula en la tierra de los tres ríos y fue él, que nos quitó la sed a las tierras polvorientas de estos lugares. Los asentamientos humanos siempre se hacen a la vera de un río: aquí no hay, todo fue elaborado de manera artificial.
El canalón llega por el norte y lo hace suave, no sin antes alimentar a miles de hectáreas de caña y legumbre que siembran fuera del pueblo, por debajo de las vías del tren, rumbo al Alhuate. Al salir de las vías del tren nace el Canalito de Los Chinos y de la Bombita; el primero alimentaba de agua al ingenio Rosales y, el otro continuaba paralelo a las vías para seguir cumpliendo con su cometido: regar tierras de cultivo.
El poniente lo marcaba el dren Zaragoza, que conducía las aguas desprendidas de del entrañas del ingenio, líquido que aportaba el Canalito de los Chinos, el cual después de lavar los molinos, pisos y recoger excremento de los obreros, iba a parar al mar. Este drenaje transportaba desperdicios diversos en tiempos de zafra y por lo mismo se le miraban, natas de aceite y hollín de la caña quemada.
En tiempo muerto, que era de julio a octubre, los molinos que machacaba quemada lo dejaban de hacerlo; había poco personal que se dedica a reparar y a poner en condiciones la maquinaria para el próximo ciclo.
Este periodo se iniciaba con un aullar del silbato del ingenio que marcaba el final de la zafra; su sonidos eran especiales; más bien sonaban a lamentos que estremecían los cuerpos de muchas familias. Anunciaban que casi la mitad de los obreros se quedarían sin sueldo durante un periodo cercano a os 5 meses.
El ingenio detenía sus motores y los molinos paraban, por lo que al agua del dren no estaba tan sucia y aprovechábamos para disfrutar de su frescura en tiempos de la canícula. Los vagos nadábamos en dicho drenaje y para disfrutarlo desde lo alto de los guamúchiles silvestres que crecían al borde al borde nos zambullíamos en picada en las aguas de “El cagadazo” como bautizamos a nuestro legendario balneario pueblerino, por ser transporte de desechos de intestino grueso que alegremente navegaban por el dren. Muchas veces había que zambullirse para no ser atacados
por los “caimanes”, que se deslizaban lentamente en las aguas; más de un descuidado tuvo que escupirlos. Adelante, este canal pasaba por debajo de un puente que se ubica donde arranca la carretera pavimentada que va hacia La Curva y entronca con la que viene de Eldorado, con rumbo a la capital del estado. Estas aguas continuaban para descargar su destino en el Mar de Cortés. Siempre vivimos en el casco, cerca de la puerta del ingenio; al construirse las casas tuvo el fin de que a los obreros les quedara accesible la fuente de trabajo y pudieran registrar sus tarjetones en el reloj y pasar a sus tareas cotidianas…

* Medico y autor

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Un Comentario

  • JOSE ALFREDO ROSAS MONTOYA dice:

    buenos dias, primero felicito ampliamente a esta revista cultural unica en nuestra entidad de la cual me considero asiduo lector toda vez que tan solo al leerla se respira lo antaño de nuestros pueblos, segundo, lamento profundamente la muerte del Dr. Aviles pero si es la persona que me viene a mi pensamiento debe ser la que conoci en 1984 en el IMSS de Culiacan cuya especialidad era Medico Internista por lo que su trato amistoso contagiaba con su buen humor al grado que muchos de sus amigos le dimos por llamarlo CHICO AVILES, nos decia que era de la Cd. de Costa Rica Sin., y que era aficionado a la siembra agricola, descanse en paz mi querido amigo.
    p.d. hara unos 6 años lo vi y salude en una conferencia que impartio aqui en la Cd. de Los Mochis.

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