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EN TORNO A NUESTRA IDIOSINCRASIA

Por jueves 15 de febrero de 2018 Sin Comentarios

FAUSTINO LÓPEZ OSUNA

La palabra de origen griego ´idiosincrasia’ se define como “temperamento o manera de ser que caracteriza a una persona o a una colectividad”. ¿Qué tan temperamental puede ser la colectividad sinaloense?
En el canto vernáculo aportó las dos voces femeninas más representativas de México: Lucha Reyes y Lola Beltrán. Lucha Reyes por atribuírsele haber sido hija del general Ángel Flores.
Aunque en este punto existe controversia, para mí queda la impronta (“señal o carácter peculiar”) del canto bravío nuestro. (A modo de contraste con nosotros, ¿por qué en la idiosincrasia veracruzana discográficamente no ha habido jamás una mujer jarocha entonando en primera voz sus alegres sones?) En la actuación cinematográfica, solamente el pueblo de Sinaloa podía dar a ese arte a un Pedro Infante, rostro de rostros para la cámara.
A quienes lo ignoran y no valoran lo nuestro, les recordamos que el mismo año de su muerte ganó en Berlín, Alemania, el Oso de Plata, Premio al Mejor Actor del Año del mundo, con su actuación en la inolvidable cinta Tizoc. Y qué decir en la composición y en la música: los sinaloenses, entre otros grandes del pentagrama, dio a Alfredo Carrasco y Enrique Mora, con la danza “Adiós” y el vals “Alejandra”, respectivamente, que forman parte del repertorio de grandes orquestas sinfónicas.

(En este punto, es importante mencionar, a modo de advertencia y reclamo, que la singular danza “El Niño Perdido”, compuesta en mi pueblo Aguacaliente de Gárate, se la atribuyen como propia en Jalisco (así la presentaron por TV al mundo en la inauguración de los pasados Juegos Panamericanos celebrados ahí), todo por la falta histórica de una política cultural del gobierno de Sinaloa que preserve el patrimonio musical de los sinaloenses). En la música, los sinaloenses aportaron a la cultura nacional nada menos que la Banda o Tambora (de la que han dado muestra de avergonzarse algunos modernos políticos, hipócritas, en sus campañas por el voto, por temor a que se piense que son financiados por el narco, anteponiendo el prejuicio personal a la tradición del pueblo).
Timbre de orgullo en su idiosincrasia, el pueblo de Sinaloa ha demostrado una y otra vez, a lo largo de su existencia, una actitud de nobleza y solidaridad muy propia para con los prohombres de la Historia.

Dos ejemplos luminosos: Cuando en 1847 los Niños Héroes de Chapultepec se batían contra las bestias del ejército invasor Norteamericano, un sinaloense que providencialmente se encontraba junto a ellos, el rosarense Téofilo Noris, no se arredró y estuvo ayudándolos con pertrechos, apoyándolos con parque y facilitándoles la recarga de sus fusiles, hasta que, con valentía extrema, ofrendaron su último aliento, sin que el sinaloense pudiera hacer más nada. Igualmente, en 1917 los Diputados Constituyentes de Sinaloa apoyaron a los nayaritas cuando la promulgación de la Constitución en Querétaro, para que alcanzaran su separación de Jalisco y se constituyeran en Estado Libre y Soberano de Nayarit, estatus alcanzado por Sinaloa 86 años atrás, en 1831. En sus 187 años de existencia, Sinaloa ha dado muestras también de su propensión a apoyar a los que, esgrimiendo
la defensa de los débiles, se enfrentan fuera de la ley a los poderosos. Díganlo si no, Los Laureano, Eraclio Bernal y Jesús Malverde.

Y así podemos seguir destacando singularidades de nuestra idiosincrasia, que nos dan un perfil único y una identidad vigorosa propia, aunque también tengamos, como todo proyecto humano, matices y sombras en contraste con la luminosidad de su gente laboriosa. Ejemplo: las recientes balaceras de Fin de Año en Culiacán y Guamúchil. Paradójicamente (coexistencia ilógica de cosas), ni el Internet ni las redes sociales sirven para desahogar el carácter bronco de nuestro modo de ser que tanto nos critican y para el que no tienen el remedio Freud, Jung, Fromm ni todos los psicólogos del planeta. José Vasconcelos en su gira electoral presidencial, nos estigmatizó: de sur a norte, “la cultura llega hasta Nayarit; de ahí en adelante todo es carne machaca”, expresó públicamente el oaxaqueño. Sin ir más lejos, el mismo Ferrusquilla siempre manifestó su odio al son “El Sinaloense” porque, decía el hijo predilecto de Choix, “es canción de broncos y borrachos”. Vivió y murió con esa pobre idea de los sinaloenses, envidiando componer una canción que borrara “El Sinaloense” de nuestra cultura, y aunque lo intentó con “En Sinaloa nací”, no pudo igualar al genio de Severiano Briseño, que no tuvo que nacer aquí para interpretar, sin prejuicios, nuestra manera de ser, nuestro temperamento.

Volviendo a las recientes balaceras públicas que algunos llaman tracaleras (de traca: artificio pirotécnico que consiste en una serie de petardos enlazados por una cuerda y que van estallando sucesivamente), hay quienes les dan las más descabelladas lecturas e interpretaciones: Para unos, no sirvieron de mucho las campañas de despistolización llevadas a cabo por el gobernador Leopoldo Sánchez Celis los seis años que gobernó Sinaloa de 1962 a 1968.
Miles de armas recogidas entonces cada año y trituradas con maquinaria pesada, formaban parte de la ceremonia ritual consignada en la prensa local y en el informe de gobierno del gobernador ante el H. Congreso del Estado. (Cuenta el anecdotario que más de algún revólver o una escuadra chapeada, se rescataban diligentemente de su destrucción y terminaban de regalo a algún personaje importante de la época). Para otros, las actuales balaceras se interpretan como la confirmación de algunos integrantes de la delincuencia organizada de que, con civiles así, no están solos. ¿Será?

* Economista y compositor

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