Nacional

POR TU RECUERDO OAXACA.

Por domingo 31 de diciembre de 2017 Sin Comentarios

AMÉRICA PINA PALACIOS

El tiempo voló como todos los años, parece que apenas ayer pusimos “el arbolito”, “la villita” y quienes somos católicos, “el nacimiento”, ahora….ya tendremos que quitarlo. Mi nieta Estéfany, con la curiosidad propia de los niños me pregunta: abuelita ¿cuándo acostumbras quitar el arbolito? Y surge mi relato. Hace cincuenta y siete años años, estuve en la ciudad de Oaxaca trabajando para el INSTITUTO FEDERAL DE CAPACITACION DEL MAGISTERIO, en dos de los meses más interesantes y hermosos de mi vida, pues tuve la oportunidad de conocer no sólo la ciudad de Oaxaca y sus alrededores, sino también mucho de la idiosincrasia de sus pobladores. El mes de diciembre es muy especial en aquella ciudad, pues hay festividades una tras otra, como “el día de rábanos”. Con esta legumbre, se elaboran vistosas figuras que se visten y se adornan para participar en un concurso, en aquella ocasión, ganó alguien que realizó la carroza de “Cenicienta” valiéndose de la tradicional calabaza, pero los personajes todos fueron elaborados con rábanos. Efímero triunfo, tan efímero como lo que pueda durar lozano un rábano, aún así, no escatimaban detalle. Estaba también la subasta de piñatas, obras artísticas tan hermosas que, en aquel tiempo cuando mi sueldo era apenas de mil pesos mensuales, hubo un americano que pagó ¡cuarenta mil pesos por una piñata! ¡Y los valía! Cada mañana al caminar hacía la escuela donde impartía mis clases, tenía que cruzar la plaza y pisar innumerables trozos de los platos de barro donde la noche anterior se habían servido los buñuelos, es costumbre que después de comer el buñuelo, se quiebre el plato, no hacerlo indicaría que no fue agradable al paladar, ofensa grave a quien lo elaboró. Durante varios días disfrutamos del paseo de “las calendas”, carros alegóricos que las diferentes iglesias presentaban, terminando como todo buen festejo mexicano, con tamales y atole deliciosos en casa de alguna persona amable y dadivosa. Después de la Nochebuena y la Navidad, aquí en Sonora sólo esperamos que pase ”el día de la rosca de reyes” para empezar el desmantelamiento de nuestro nacimiento, pero en Oaxaca apenas empiezan “las arrulladas del niño”, luego vendrán “las sentaditas” y “las paraditas” hasta desembocar en el 2 de febrero, día de la Candelaria en que otra vez hay tamaliza. ¡Ah Oaxaca hermoso! ¡Cuánto caminé en tus calles y en tus pueblos! En aquellos tiempos casi no había servidumbre femenina, en la casa donde me hospedé, había un mocito, se llamaba Manuel, era pequeño de estatura lo que revelaba su origen indígena, además de su color de piel y su fisonomía, aún así se desempeñaba con diligencia, no sólo para limpiar la casa sino también para los mandados y las reservaciones en los espectáculos. Era usual, que dichos eventos se presentaran en “la
plaza de la danza”, frente a la iglesia de la virgen de la Soledad y la que entonces era la Escuela Normal. Ahí se realizó una “Guelaguetza” para agasajar al Lic. Gustavo Díaz Ordaz, quien era el candidato oficial a la Presidencia de la República. Se le consideraba hijo adoptivo de Oaxaca, pues había vivido en la ciudad y estudiado en su universidad. Dos días antes de la “Guelaguetza”, Manuel se fue con su petate y su “itacate” (“lonche”) a apartarnos lugares en “la plaza de la danza”, pues de seguro habría mucha asistencia y en efecto, algunos por curiosidad y muchos más por quedar bien con el candidato. La palabra me sonaba extraña, GUE LA GUET ZA, ¿Qué querrá decir? Hoy ya sé que significa compartir y nos muestra, un poquito del sistema de vida indígena, en donde todo es comunal y compartido. Al final del espectáculo siempre tienen algo que compartir: sombreros, fruta o lo que su comunidad produzca. He tenido oportunidad de ver otras “Guelaguetzas” pero ninguna como aquella, el lujo de los regalos que llevaron, los diseños de las hermosas cobijas de lana, las chamarras de gamuza, los jarrones de barro negro de Coyotepec, bueno, yo no salía de mi asombro. En aquellos días escuché por vez primera el término “yope”, cuando querían insultar a Manuel se lo decían, pregunté qué significaba y me dijeron: indio. Con la muerte del maestro Andrés Henestrosa, escuchando su biografía, sus orígenes del más puro linaje oaxaqueño, he recordado a Manuel y me pregunto: ¿Qué fue de su vida? ¿Se tranformaría en otro Benito Juárez García, en otro Andrés Henestrosa? O ¿Habrá terminado en alguno de los campos de concen…. perdón, en alguno de los campos agrícolas de nuestro país con toda su familia, o quizá en los E.U. explotado como indocumentado? Yo siempre lo recordaré feliz, como el día en que su familia fue a visitarlo a Oaxaca, durmieron en medio del patio, todos juntos bajo la misma cobija y bajo el cielo lujosamente decorado por las estrellas. Era diciembre, hacía tanto frío como el que hemos sentido ahora, pero él se regocijaba, sintiendo el calor de los suyos junto a su cuerpo bajo la cobija compartida. Ya casi termino de quitar el arbolito, pero…el Nacimiento, lo quitaré hasta el 2 de febrero para no olvidar mis orígenes y tradiciones.

Oaxaca la de tradiciones Oaxaca de mis recuerdos La de los poetas y de los pintores, de los artesanos de manos mágicas La del estadista incorruptible La de los “yopes” olvidados. En la sierra, en la costa, en el valle ¡Nunca morirán tus tradiciones!

* Maestra jubilada Ciudad Obregòn Sonora

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