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¿Qué le pasa a ese niño?

Por lunes 15 de mayo de 2017 Sin Comentarios

Por: Verónica Hernandez Jacobo

que le pasa a ese niño“La escuela no sabe lidiar con lo particular” (Ana Lydia Santiago y Raquel Martins, 2016).

¿Qué le pasa a ese niño? es el título de libro de unas colegas brasileñas, Ana Lydia Santiago y Raquel Martins de Assis, habla sobre la crisis escolar y sus consecuencias, sabemos que cada geografía plantea distintas interrogantes, ¿Qué le pasa a ese niño? en Sinaloa, adquiere connotaciones traumáticas, nadie se siente seguro, la sociedad convulsionada por la guerra entre carteles del narcotráfico, es obvio que eso impacta en la vida psíquica de la infancia, porque aceptemos o no, somos el producto de “Otro de lo social”, orden social, para ser más específicos, o bien, de su desorden.

En nuestro caso, y aunque las políticas educativas centren su atención en el forzamiento de los aprendizajes vía las competencias, a contrapelo de ello, la violencia generalizada inhibe los procesos de aprender e instala una angustia colectiva. Las políticas educativas miopes que invitan al niño a aprender a aprender, es un dicho viejo que se vuelve slogan en voz de los funcionarios, pero en ningún momento, hablan de ambientes educativos exentos de violencia y en lugar de cacarear sus dichos, el niño tiene su…Nuño, que le hace tragar la exigencia curricular, sin poder combatir eso que inhibe los saberes.

Los aprendizajes tienen que ver, más que con la masa encefálica, que también es necesaria, con ambientes sociales, familiares, laborales y culturales favorables, para que se desplieguen los saberes, de lo contrario la sombra de la angustia arropará a los infans, produciéndose una amenaza generalizada que colapsa sus ambientes saludables al aprendizaje. El desencadenante de esa violencia generalizada es además de síntomas, una identificación mórbida con el fenómeno de la violencia, ya que hemos sido arrebatados sin querer por los medios locales y nacionales que nos sitúan de manera nítida estas realidades, donde el sujeto en todas sus modalidades es hipnotizado por el imperio de las imágenes que lo devoran y deconstruyen.

Frente a este desasosiego escolar que interpela al pequeño estudiante infantil, aparecerán en él ciertas problemáticas que se leerán como trastornos y entonces el niño será diagnosticado sin tomar en cuenta sus estructuras sociales, familiares, económicas y violentas, centrando toda la problemática sólo en lo cerebral y en los medicamentos que vendrán a curar al niño de ese mundo incierto. El niño necesitará más que medicamentos para devolverle la seguridad y garantías de pacificación pérdidas, en ese sentido ante la falta opciones más civilizantes se le adormecerá como un pequeño zombie por los medicamentos, para que aprenda a vivir anestesiado de la realidad circundante. Más que medicamentos necesita el niño resp u e s t a s éticas, y hechos que dignifiquen lo humano, con cambios estructurales donde se inscriba el cuidado de sí, en lugar de amarrarlo químicamente. Pero bien sabemos que al Estado no le importa mucho cambiar de rumbo sino crear por medio del medicamento idiotas felices que aplaudan su propio sacrificio.

Para nosotros psicoanalistas, el niño no es el problema, el problema es una extensión de realidad mordida y avasallada por situaciones que escapan a lo curricular y cerebral, tiene que ver con la condición humana, con una cultura donde sangre pólvora y billetes verdes hacen la diferencia frente a gobiernos autistas y algunas veces en complicidad con eso innombrable, así como algunos autores hablan que en los países tercermundistas la mejor forma de controlar a la población juvenil es narcotizándolos, ahora se va también hacia las escuelas para iniciar a los alumnos con esas pequeñas dosis de narcosis, a decir la pastillita de Ritalin con la cual actualmente dopan a la infancia con el supusto TDA-H, todo esto en el nombre del problema de aprendizaje, en este sentido pues no podemos acobardarnos frente al poder biologicista, al biopoder, tal como a Michel Foucault gustaba llamarlo, esas formas ominosas de ejercicio de poder que el Estado otorga con la bata blanca, para domesticar en el nombre de la salud mental lo infantil tiene que comerse los pedazos de realidad insoportable sin oposición.

El psicoanálisis no es sólo cuestión de escucha, listening, también es cuestión de lectura, reading. En el campo del lenguaje, sin duda el psicoanálisis toma su punto de partida de la función de la palabra, pero la refiere a la escritura. Hay una distancia entre hablar y escribir, speaking and writing. En esta distancia opera el psicoanálisis, es esta diferencia lo que el psicoanálisis explota (Miller citado en Santiago y Martins, 2016, p. 33).

* Doctora en educación

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