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DE IDEOLOGÍAS… Para Francisco Ceballos Acosta, estudioso de nuestra historia

Por domingo 31 de julio de 2016 Sin Comentarios

Por: Faustino López Osuna

02-IdeologiasDe los tres modos como el diccionario define ideología: Ciencia de las ideas. Sistema que considera las ideas en sí, haciendo abstracción de la metafísica. Conjunto de ideas propias de un grupo político. Ésta, la tercera definición es la que se emplea universalmente. Pero como la política pertenece a las ciencias sociales y no a las ciencias exactas, el tema da para muchísimo, aunque política (del griego politiké) es arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados (nacionales) y arte de conducir un asunto para alcanzar un fin.

Igualmente, mientras que en el diccionario se da a la política rango de cortesía con su sinónimo urbanidad, en México, hacerle política a alguien, es criticarlo, hablar mal de él. Y más aún en las campañas electorales. Fueron los antiguos griegos quienes consideraron al hombre un zoon politikón, un animal político.

Pero dejemos a la política y a los políticos en su mundo virtual y regresemos a la ideología: Conjunto de ideas propias de un grupo político. Aunque inevitablemente sigue remitiéndonos a la política, el diccionario no encasilla la definición como ideas propias de un partido político, sino de un grupo, lo que nos hace repetir que entre las causas de la crisis actual de todos los partidos políticos de México, es que renunciaron a la ideología. No tienen identidad propia, porque los controlan grupos que los toman para sus propios fines. Y la ley en la materia no los obliga a amparar sus actos en ideología alguna, con el socorrido cuento de que son plurales y no pueden ser discriminantes con sus militantes.

Algunos mortales comunes y corrientes (del pueblo que no va a las facultades de ciencias políticas) pero que tienen nociones de la historia nacional, ubican que en cada etapa histórica en la creación de la nación mexicana (Independencia, Reforma, Revolución Mexicana) siempre hubieron dos bandos, el de los que defendían el pasado (con sus injusticias) y el de los que luchaban por el porvenir (con justicia), asombrosamente informados de lo que entonces estaba pasando en el mundo (las ideas de los enciclopedistas y la Revolución Francesa contra la monarquía y el sistema monárquico y la Reforma religiosa contra los excesos de la Iglesia Católica). La Revolución Mexicana (democrática burguesa, como la encasillan los analistas) cambió la estructura económica del país y produjo una síntesis de las Constituciones de 1824 y de 1857 en la de 1917, vigente.

Con bandos claramente definidos, la cuestión de la ideología no presentaba problema: en la Independencia, los insurgentes contra los realistas; en la Reforma, los liberales contra los conservadores. Pero en la Revolución, las cosas cambiaron. Como con el virreinato español y durante los trescientos años de la Colonia se impuso el latifundio como modo de posesión y explotación de la tierra (que ya había sido abolido en España por los Reyes Católicos), la emancipación de los campesinos fue el detonante del movimiento revolucionario. Y no es cosa de satanizar la realidad, sino de modificarla, aunque hacerlo cueste una revolución: Francisco I. Madero era un gran hacendado, pero se pronunció por la democracia, contra la dictadura y la no reelección; el mismo Lázaro Cárdenas del Río, que fue el primero en aplicar la Reforma Agraria, se despojó de los inmensos latifundios que poseía en Jiquilpan, dando ejemplo de congruencia revolucionaria y constitucionalista.

Sin embargo, en una sociedad constituida y dividida en clases sociales, la cuestión ideológica no se podía definir ya únicamente en agraristas y anti agraristas. Como todos los caudillos habían alcanzado el grado de general no en una academia militar sino en hechos de armas, el proceso para la pacificación aún entre ellos y la promulgación de una nueva Constitución, pasaría todavía por sangrientas purgas y traiciones y levantamientos, cuartelazos y asonadas militares. Así se recurrió al asesinato, primero, de Emiliano Zapata y Francisco Villa y, después, de Venustiano Carranza y Álvaro Obregón.

Lo que podría ser una ideología de la Revolución, sufrió la metamorfosis de dos partidos políticos anteriores al Revolucionario Institucional. A los generales que quisieran participar en política y no aceptaban al PRI, se les dio la opción de que se agruparan en el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), que al final terminó por perder su registro. El control político lo ejercían los militares. No fue sino hasta 1946-1952, que ocupó la presidencia de la República un civil: Miguel Alemán Valdés.

Todavía el presidente Adolfo López Mateos (1958-1964) definió a la Revolución Mexicana de izquierda, lo que asustó a la clase privilegiada. Pero inmediatamente el general Alfonso Corona del Rosal, entonces presidente nacional del PRI, desde Hermosillo, Sonora, corrigió: Efectivamente, dijo, “la Revolución Mexicana es de izquierda dentro de la Constitución. Es de izquierda atinada”.

Lo que no supieron el presidente López Mateos ni el general Corona del Rosal, es que durante el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), se ordenó al Gabinete legal y al Gabinete ampliado, que se prohibía citar o mencionar a la Revolución Mexicana en cualquier escrito o discurso oficial. ¿Sería por eso que el presidente José López Portillo y Pacheco (1976-1982) escribió en sus Memorias que él había sido el último presidente de la Revolución Mexicana?

Así se abrió el camino para lo que el pueblo ha dado en calificar de changos mecateros a todos los políticos que cada elección saltan, sin pudor ni vergüenza alguna, de partido en partido, para acceder al poder y al disfrute de todas las mieles que depara, olvidados del sin fin de promesas que hicieron a los electores en campaña. Aunque no asuman ninguna, ¿sabrán siquiera qué es ideología?.

*Economista y compositor

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