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Chayito Valdés LA ALONDRA DE MÉXICO

Por jueves 30 de junio de 2016 Sin Comentarios

Por: Teodoso Navidad Salazar

Chayito Valdez 3La espera se prolongó. El sol inclemente hacía estragos en las personas que desde temprano se hicieron presentes en la entrada del pueblo y frente a la iglesia, para recibir a Chayito Valdés. Todos buscaban la sombra de los árboles, se abanicaban y bebían agua, tratando de mitigar el calor que para esa hora de la mañana amenazaba con llegar a los 40 grados; nadie deseaba perderse la oportunidad de dar el último adiós a La Alondra de México.

Platicando con personas refugiadas bajo la fronda de los tabachines, permanecí apostado frente a la iglesia de la antigua comunidad indígena de Orba, sindicatura de Bamoa Pueblo, municipio de Guasave, pero que a fines del siglo XIX, fue celaduría de la entonces alcaldía de Bamoa. La construcción de dicha iglesia a decir de los lugareños, fue financiada por la propia Alondra de México.

Durante largo rato observé cómo, hombres, mujeres, niños, gente de todas las edades, caminaban a pie, unos se quedaban frente a la iglesia, mientras que otros seguían de largo, rumbo a la entrada del pueblo donde el contingente crecía a cada minuto. Iban al encuentro con la artista que un día ya lejano, salió de aquel pueblo humilde con una alforja llena de ilusiones a conquistar el mundo, a conquistar la fama; iban al encuentro de la mujer que después de recorrer los mejores escenarios internacionales de la farándula, ahora regresaba al pueblo que la vio nacer: a descansar para siempre, cansada de los último años en los que estuvo postrada.

Con la mirada fija en la carretera que atraviesa el pueblo, esperábamos que de un momento a otro, apareciera en la curva del camino, la carroza transportando los restos mortales de Chayito Valdés. De pronto, apareció la muchedumbre; la artista venía en hombros de su pueblo. Los reporteros, fotógrafos y camarógrafos de los medios nacionales y extranjeros se aprestaron para tener los mejores ángulos; el féretro color cedro, entró a la iglesia, sostenido por los brazos de hombres que se habían turnando durante el trayecto, para traerla desde la entrada del pueblo hasta la iglesia. Sonaron las campanas y los aplausos se dejaron sentir por más de 5 minutos. Luego hubo un silencio corto; después se escuchó la melodía:

Me dicen que tu ya no me quieres/ que el mundo y los placeres te importan más que yo/.

Fueron varias canciones que sefuneral escucharon al interior de la iglesia, coreadas por la multitud, que poco a poco salió del reducido espacio religiosos para tomar rumbo al panteón; una patrulla de la policía mu-nicipal y otra de tránsito hicieron lo propio ordenando el tráfico vehicular, para evitar algún accidente, entre aquella multitud que deseaba dar el último ad iós a su artista, la mujer que había puesto en el mapa internacional al pueblo de Orba, Bamoa.

La blanca carroza, avanzó suavemente por el candente asfalto, luego, una cuadra antes de salir del pueblo, viró a la izquierda, donde otra patrulla policial orientaba el tráfico. Mucha gente veía pasar el desfile con los restos mortales de la cantante, desde los techos de sus casas, otros desde lo alto de los camiones; muchos niños trepados en los árboles, contemplaban la triste marcha, pero de alguna manera, poco a poco unos y otros se fueron sumando al cortejo que acompañaba los restos mortales de la cancionera mexicana, una de las máximas exponentes de la canción vernácula. El panteón estaba repleto de personas ansiosas por recibirla. Chayito Valdés ya no pudo contemplar ni saludar a aquellas gentes que se agolpaban para ver-la pasar ante aquel sol quemante; la cancionera ya no sintió ese calor de su tierra. Gente venida de todas par-tes, veía con dolor el paso de su artista…una multitud, pocas veces vista en Orba. Era la calle por donde caminó su niñez y adolescencia, hoy volvía a recorrerla pero ya con el frío paso de la muerte.

Las canciones que Chayito Valdés hizo famosas se dejaban escuchar a través de un aparato de sonido. Lloraban las mujeres; muchos hombres lo hacían también con el rostro mirando el polvoso suelo; el predio agrícola habilitado para estacionamiento de vehículos, frente al cementerio, fue insuficiente. La carroza llegó y la muchedumbre hizo una valla para que pasara La Alondra, ahora dormida, maquillada y con su vestido de pedrería.

Miles de personas tocaban el féretro o el cristal donde se veía su rostro sereno; sus ojos vivaces ahora permanecían cerrados para siempre. Su pueblo al que tanto amó y deleitó a través de sus canciones le rendía tal vez el más sentido de los homenajes que en vida recibió La Alondra; sus paisanos observaron el rostro frío de la muerte. Chayito Valdés no volvería a cantar. Pero…qué tenía de particular esta mujer que hoy regresaba a su tierra en un ataúd; que congregó multitudefuneral 2s en los lugares donde se presentó para cantar? Cuál era el misterio que la rodeaba, que sus canciones llegaron para quedarse en el alma del pueblo? Qué magnetismo poseía aquella mujer, que convocaba de manera espontanea en esa mañana con un sol canicular, a una muchedumbre poco veces vista de manera espontánea, en aquel pueblo?.

Qué don poseía aquella mujer que había nacido pobre, sencilla, pueblerina; por qué aquel río de gente trataba de verla por última vez, tratando tan sólo tocar su féretro, que guardaba sus restos mortales? Tal vez el misterio estuvo en su sencillez, y el sentimiento de orgullo de su origen: esa forma de ser que jamás la abandonó y que le ganó el corazón del pueblo, mismo que la encumbró; o tal vez porque sus canciones decían lo que la gente muchas veces se guarda; alegría y penas, esperanzas y desesperanzas, amores y desamores. Tal vez eso, o lago de eso.

Qué secreto tenía escondidos aquella mujer que arrancaba aplausos en sus presentaciones, y que hoy, muerta ya, volvía a encender los ánimos de una multitud que llorosa cantaba con un nudo que ahogaba sus gargantas… al saberse la muerte de La Alondra el pasado 20 de junio, la música de Chayito Valdés, se escuchó en todas las estaciones de radio de Los Mochis y Guasave, la región donde ella se inició en el ambiente artístico, así como en el sur de los Estados Unidos.

Un sonido local la recibió con la canción que se convirtió en un ícono de dolor y sentimiento…una noche me embriague, con tus besos y tu amor…coreado por cientos de gargantas que se ahogaban; hombres y mujeres con ojos llorosos que despedían con sincero cariño a su artista…ahí estaba la gente del pueblo, de actitud franca, sin la perversidad de los políticos que acudieron al estadio Carranza Limón a tomarse la foto, el día anterior para aparecer en los diarios al día siguiente…sí, aquellos que en su último adiós, tuvieron mucho que hacer, porque sus agendas estaban satura-das, y no se hicieron presentes.

Hipódromo Club de leones/ de ti me estoy despidiendo porque el Indio ya se va/ y se despide muy triste/ al ver que se ha equivocado/ siendo el Tío Juan tan chaparro y no le pudo ganar…

Era ya mediodía en aquel domingo 26 de junio de 2016 (ella había muerto 6 días antes en San Diego, California, a los setenta años). El sol hacía estragos en la muchedumbre que aguantó a pie firme la sensación térmica más allá de los cuarenta grados. Nelson Algandar Chávez, destacado promotor cultural, miembro del Seminario de Cultura Mexicana (corresponsalía Culiacán), nativo de Bamoa Pueblo, tomó el micrófono y anunció que el síndico Fausto Urías haría uso de la voz, luego del breve mensaje, anunció que yo, despediría a La Alondra de México. Así lo hice, no exento de emoción y nerviosismo.

Al finalizar mi intervención hubo un cerrado aplauso como sentido reconocimiento y despedida a la cancionera cuyo ataúd, empezó a bajar en ese momento y lentamente fue cubierto por la tierra que recibía sus restos, como la madre amorosa espera a su hija amada,
abrazándola con ternura y dejarla descansar para siempre en su regazo. Después, la timbrada voz de la joven cantante Itzel Ruiz, se dejó escuchar para interpretar las melodías de Chayito Valdés. La muchedumbre se agolpó para darle el último adiós, entre lágrimas y el calor de aquel día en que La Alondra de México, voló y se perdió en la inmensidad de aquel cielo intensamente azul.

Quien fue Chayito Valdés

El pasado 28 de mayo Rosario Valdez Campos, había cumplido 70 años de haber llegado al mundo en esta comunidad (1945). Su salud sin duda no era la mejor, sin embargo su corazón siguió latiendo aferrándose a la vida. Inició cantando en concursos de aficionados, fiestas de familiares y amigos.

En aquellos primeros años, en la ciudad de Hermosillo, según crónicas, formó dueto con Manuelita Acuña, llamado Las Guerrilleras del Norte, grabando solo un par de melodías. Poco duró ese dueto; las condiciones económicas no daban para mucho. Sin embargo ya como solista, escaló peldaños y conquistó la fama, gracias a su tenaz lucha en el difícil mundo artístico.

Para fortuna su voz no se perdió, ni se confundió con otras; demostró a propios y extraños, de qué, estaba hecha. Caminó a la luz de los reflectores, con la frente en alto; con dignidad, con efuneral 3legancia y sencillez de aquellos primeros años; creó su estilo, se dio una identidad propia; surgió del pueblo y se colocó entre los grandes, sin olvidar su origen; se entregó al público que la apoyó desde sus primeros años, cuando obtuvo primer lugar en concurso de aficionados convocado por una tienda departamental, en la ciudad de Guasave. Chayito Valdez, fue artista versátil. Lo mismo cantó con un conjunto norteño, mariachi, banda de Sinaloa, orquesta o un trío; sus canciones, se escuchan y la gente se identifica con ellas; las ha hecho suyas.

En julio de 1992, Chayito Valdés actuaba en un bar de Culiacán, logré una entrevista para la XEVQ (La Grande Sinaloa), emisora de Grupo ACIR, donde yo trabajaba. Aquella entrevista, fue todo éxito. Recibió innumerables llamadas del auditorio, que deseaba manifestarle su respeto y reconocimiento y pronta recuperación. En aquella lejana entrevista, manifestó sus ganas de vivir y seguir vigente en el gusto popular. La música era su vida – me dijo. – Tengo que seguir cantan-do, porque si no lo hago, me muero. -Y efectivamente, el canto era su vida.

Volvimos a verla actuar, y no pude más que reconocer su temple y valor. Desde su silla de ruedas en la que estaba, la observé cantando con el corazón; tenía un alma de acero! En cada una de las estrofas, estaba sus ganas inmensas de vivir, en cada actuación manifestaba sus alegrías y sus pesares, anhelos, pero también esperanzas. Me conmovió su tenaz lucha; su ansiedad por no morir en la vida artística.

Los periódicos locales, nacionales y extranjeros, las redes sociales, las televisoras del país, de los Estados Unidos de Norteamérica y América del Sur, divulgaron a la velocidad de la noticia que: La Alondra de México, se había marchado para siempre.

La Voz del Norte, órgano cultural de circulación internacional, se suma también a este homenaje a La Alondra de México.

* La Promesa, Eldorado, Sinaloa, junio de 2016.

Sugerencias y comentarios a teodosonavida@hotmail.com

 

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