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Amor

Por jueves 31 de diciembre de 2015 Sin Comentarios

Por: Verónica Hernández Jacobo

Las palabras no son jamás locas (a lo sumo son perversas), es la sintaxis la que es loca: ¿no es a nivel de la frase que el sujeto busca su lugar- y no lo encuentra – o encuentra un lugar falso que le es impuesto por la lengua? En el fondo de la figura hay algo de “alucinación verbal” (Freud, Lacan): frase trunca que se limita generalmente a su parte sintáctica (“aunque seas….”, “si debes aún…”).

Así nace la emoción de toda figura: hasta la más dulce lleva en si el pavor de un suspenso: escucho en ella el quos ego…Neptuneo, borrascoso. (Roland Barthes. Fragmento de un discurso amoroso).

Jacques-Alain Miller le saca provecho a una frase subversiva “sólo se goza de lo nuevo”, en este sentido, como sostener uno de los ideales más grandes del mundo a saber, el amor, si este pretende la eternidad, de hecho sino se declara el tan añorado: “para siempre”, ese amor aparece como indeseable, sólo predicando la eternidad es posible que haya una respuesta favorable al ideal amoroso.

Pero si sólo se goza de lo nuevo el amor se pone en apuros, ya que lo amenaza el tiempo que en nuestro planeta todo lo vuelve caduco, el amor será un entre-dichos, de ahí su sostenimiento ya que sin palabras es imposible declarar el amor y mantenerlo frente a lo caduco de los cuerpos.

El amor más allá del poema, se vive en nuestra modernidad como algo efímero, y más efímero aún cuando el amor trata de amar lo bello, frente a lo caduco del cuerpo, si el amor, ama lo bello se produce una tensión manifiesto entre los cuerpos, apareciendo ciertos dichos como el siguiente: “para coyote viejo, gallina nueva”, en fin sólo ilustro un elemento cultural de nuestra mundanead.

Pero cuando el amor se inserta en una pasión sufriente, tal como lo prédica la iglesia, dicha pasión hace del amor una dimensión sadomasoquista, convirtiendo al amor en un acto perverso, y no un aliciente de plenitud, ya que para amar hay que sufrir, y esto además de ser deshumanizante, es perverso, creando entre las parejas la función de servidumbre voluntaria.

De hecho la concepción religiosa del amor que convierte a hombres y mujeres en servidumbre y esclavos los unos para los otros, es tema de discusión que el psicoanálisis siempre ha denunciado y debatido, al ubicar el amor como una forma de perversión es por el hecho de querer mutilar al otro, entre otras posibilidades situándolo en su carácter de absoluto, “sólo para mí… cuidadito con ver a otro”.

Cuando el amor convierte al sujeto en servidumbre voluntaria, hace que ese sujeto pierda su estatura en todos los sentidos, pero sobre todo formativos, perder la estatura ya que al someterse al otro no se puede aspirar más que a satisfacer…”amorcito”, “chiquito”, lo bueno es que esto es metafórico, o en sentido figurado.

Perder la estatura y someterse al otro iría contra la pretendida libertad que el amor predica, ya que al someterse los unos a los otros es el principio de la derrota del ser, dar con el otro sabiendo de antemano que el Otro no existe es el principio de la locura, no de otra manera se podría vivir ese dislate llamado amor.

Sobrevivir a esa locura sería la entrada al análisis y no creer que ya se salió de análisis entrando apenas a esa locura compartida, como veremos sólo estoy tomando una arista de la complejidad de los ideales amorosos, la locura compartida va de suyo con el delirio de que…di con el Otro, eso es el principio de análisis.

* Doctora en educación

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