Nacional

Miramón no fue traidor

Por jueves 15 de octubre de 2015 Un comentario

Por: Carlos Lavin Figueroa

MiramonEste es el primer artículo de la trilogía Miramón vs. Juárez vs. Maximiliano. Para entender a los personajes debemos ubicarnos en su momento histórico, no los debemos juzgar desde el punto de vista actual.

A cuatro décadas de la independencia no había en México un estadista que pudiera poner orden, lo que si había era anarquía, se peleaba por el poder, se había ya perdido más de la mitad del territorio de nuestra nación que era tan grande como Europa Occidental y 15 veces mayor que España, hubo 48 periodos gubernamentales en sólo 43 años, los guerreros independentistas no estaban preparados para gobernar, menos en la ruina en que había quedado el país. La nación se desmoronaba.

Los intelectuales –tanto republicanos como conservadores- luchaban convencidos por una patria mejor, ese era el fin de todos, pero con ideas diferentes, unos contra otros. Esto pasó en España donde están sepultados juntos en “Valle de los caídos” los enemigos que en su guerra civil se habían matado entre ellos por sus diferentes convicciones, y juntos, todos, son reconocidos como héroes.

Tras la derrota republicana en México, se acordó que se restauraría el gobierno con un imperio recurriendo a un tercero, y la Junta de Regencia encomendó al ganador Partido Conservador una búsqueda para encontrar un destacado europeo que cumpliera con ciertas aptitudes para gobernar un territorio tan complejo como lo era el nuestro, se pedía que fuera católico, que respetara nuestras tradiciones, cosa que habían incumplido los gobiernos republicanos.

Finalmente, en Francia se decidió proponer a un candidato que cumpliera con los requisitos, el contacto fue José Manuel Hidalgo y Esnaurrizar –se dice que era hijo de Miguel Hidalgo-, personaje que sirvió en las delegaciones mexicanas de Madrid y Roma. En Madrid fue amigo de la duquesa de Alba y de Eugenia de Montijo, que después sería la emperatriz de los franceses, una noble española que se casó con Napoleón III .

Así fue como finalmente se aprobó la candidatura propuesta por el emperador francés, y se formó una comisión de personalidades notables entre ellos Miguel Miramón, para que fueran a entrevistarse con dicho candidato y pedirle que aceptara el trono de México, ese candidato era el archiduque Maximiliano de Austria o Habsburgo. Con ello México establecería una fuerte alianza y apoyo de Europa.

En México han pasado 150 años de esos eventos y todavía no se reconoce la valía de los derrotados, entre ellos Miramón quien a los 15 años de edad, siendo un joven cadete estuvo a punto de morir en el ataque de los norteamericanos sobre el Castillo de Chapultepec, al salvarse, se convierte en el “Séptimo Niño Héroe”, pero sólo sería para enfrentar 20 años después un pelotón de fusilamiento junto al Emperador Maximiliano 1º de México.

Otro es Juan Nepomuceno Almonte hijo de José Ma. Morelos, de ideas afines a Miramón, se salvó del fusilamiento gracias a que antes fue enviado a Europa en busca de apoyo para el Imperio de Maximiliano. Ya no regresó, murió en Paris en 1869.

Militar destacado, líder del Partido Conservador, Presidente de la República a los 26 años, Miramón ocupó la presidencia unos meses; una como presidente sustituto, y otra más como interino, ambas en 1860.

Defendiendo sus ideas fue enemigo acérrimo de Benito Juárez -quien todavía no se consolidaba como estadista-, su vida ha sido controversial, es el único de los defensores de Chapultepec a quién la historia oficial de México mancha todavía con el estigma de traidor por haber formado parte de esa delegación de conservadores.

Ellos –entre otros- fueron comisionados para proponer a Maximiliano viniera a México a formar un imperio independiente, ese era el encargo del gobierno mexicano, aquí nadie había logrado integrar la nación, por el contrario, se desmoronaba.

Fue Maximiliano descendiente de los Habsburgo -por siglos la casa reinante de más prestigio en Europa, y sus miembros preparados para ser gobernantes- quien años antes vio y atestiguó el impresionante desarrollo del imperio independiente del Brasil gobernado –en Brasil- por la familia real portuguesa –que había escapado ante la invasión de Napoleón I a Portugal-, tal vez ese ejemplo motivó Maximiliano a aceptar la propuesta de venir a gobernar México, cuando aquí sólo había desorden y no había gobierno.

La historia oficial se ha escrito desde un punto de vista que ensalza a los vencedores y calumnia a los vencidos: se olvida de que los derrotados también son parte de nuestro país y de su historia.

miramon 2Pero los pueblos maduran, los rencores se superan y aquí apenas se comienza a reconocer pero con miedo la calidad de los que perdieron contra los recalcitrantes necios encadenados y engañados por la historia tradicional y oficial.

En esos tiempos, Benito Juárez veía en la relación de su enemigo Miramón con España un peligro para la Reforma de la Nación plasmada en el Tratado de Mon-Almonte que fue firmado por Juan Nepomuceno Almonte –hijo de Morelos- y Alejandro Mon representante en México de la reina Isabel II de España -hija de Femando VII del que en su reinado se dio la Independencia de México-, tratado en el cual se restablecían las relaciones entre los dos países.

Miramón, por su parte, veía en el Tratado MacLane- Ocampo entre Juárez y los Estados Unidos un riesgo para la patria: Juárez entregaba en ese tratado el paso a perpetuidad a los Estados Unidos por diversos puntos del territorio Mexicano –México pasaría a ser una especie de condominio- a cambio de 4 millones de dólares, Juárez recibió un millón como anticipo, pero este tratado, para suerte de México, nunca fue ratificado por el Senado de los Estados Unidos por estar en su Guerra de Secesión, lo que favorecería a los rebeldes del sur que hacían frontera con nuestro país.

Lo cierto es que ambos bandos acudieron a apoyos externos, los conservadores de Miramón defendían el territorio, los liberales de Juárez lo entregaban a cambio de apoyos con tal de ganar la guerra, y sólo uno de ellos ganó, y fue el que escribió la historia.

El apoyo español y francés a Miramón quedó en la nada, ganó el que Estados Unidos proporcionó a Juárez, si este hubiese perdido, otra historia se hubiese contado.

Debe existir ya la suficiente frialdad para empezar a reconocer a los personajes históricos olvidados y estigmatizados, hombres que lucharon y dieron su vida por la nación; pero también se deben conocer los errores de los personajes ilustres. En próxima entrega:
“Lo que se oculta de Benito Juárez”.

*Historiador y cronista oficial de Cuernavaca

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Un Comentario

  • Tiburon patoneuras dice:

    Estoy muy de acuerdo en que se debe quitar el estigma a todos los «villanos» de nuestra Historia (excepto tal vez a gente como Pedro de Alvarado o Santa Anay a algunos otros que no por su tendencia sino por su actuar son condenables, el tigre Leonardo Márquez por ejejmplo). Sería una especie de terapia donde nos reconoceríamos en nuestros orígenes y en nuestro desarrollo como integrantes de un estado-país con el que nos identificamos merced a la Historia.
    Desde Hernán Cortés que como fuera es el fundador de este país hasta Miramón y el mismísimo Porfirio Díaz, todos merecen una mirada objetiva y estudiosa de las decisiones que tomaron.
    Pero todavía hay voces que apelarían como reaccionarios a los que se atrevieran a cuestionar la Historia oficial. Desde niños nos inculcaron ese fervor patriótico por los liberales y concediendo que Benito Juárez es el prócer por excelencia (con sus debilidades y demás) de esta turbulenta época, no se puede soslayar el valor y la dignidad de otros personajes que peleaban por lo que creían. Eso lo podemos ver a la distancia, porque es cierto que fue tan enconada la rivalidad que no podía sino provocar en su momento reciente una descalificación total de los vencidos por los vencedores. Como usted dijo, lo mismo hubiera acontecido si el resultado hubiera sido otro. Pero 150 años despues, creo que es momento de revisar la Historia y hacer las paces con el pasado para olvidar el discurso reivindicatorio y reconocer los esfuerzos pasados y afrontar los esfuerzos futuros

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