Nacional

El Drama de Galdino

Por lunes 31 de agosto de 2015 Sin Comentarios

Por: José Luis Aguirre

Galdino era mi compañero secundariano, vecino de Tepito un barrio de la ciudad de México, hombre de familia bien acomodada porque vivía con su madre, padrastro y cinco hermanos en un cuarto de quince metros cuadrados. Cuando Jacaranda barría el cuarto o hacia el amor con Pedrito, corría a los chamacos a la calle diciéndoles frases amorosas: “Órale pin.. chamacos, lárguense a la calle para que se hagan hombrecitos”, no cabe duda de que era muy amorosa pero no precisamente con sus hijos.

Vivía de noche y dormía de día era lo máximo del table dance en el Bombay, siempre me comentaba “No, chamaco de hacer feliz a un hombre a hacer feliz a muchos, hacer feliz a muchos”, no cabe duda era toda una filosofa de la corriente del pensamiento existencial, Simone Beauvoir palidecía al lado de ella, era bella de eso no cabe la menor duda, forjada en la fragua de vulcano decía ella: “A base de chin…”. Decía Galdino tal vez con la garganta quebrada “No sé si odiarla”, cada rato me repetía: “Cabezón eres demasiado resistente, no tuve el valor pa’ tirarte al albañal apareciste en las sábanas del hospital de la mujer, por algo resististe, fuiste inmune al té de hierbas, y a las pastillas, hasta un pasador me encaje, pero ni modo, naciste así de feo, de resistente, así de cabrón.

Siempre llevó el estigma del aborto como buen deseo de Jacaranda para Galdino, quien comentaba: “No conocí a mi padre pero no importa, “la vida es un carnaval no hay que llorar, hay que gozar” como lo cantó Celia Cruz. En una lucha, cuantos espermas murieron en franco concurso para que naciera, solo uno fecunda, soy producto de la corretiza espermática, el triunfador es alito de vida.” Jacaranda erótica, tan sexy que cuando se bañaba, calentaba hasta elagua; la vampiresa de día dormía, se curaba por la tarde para continuar la vida, mi corta dad no fue óbice, Galdino ni se entere, tuve una sobredosis de amor de pasión, Dustin Hoffman y el graduado empequeñecen.

Salón Bombay, “Que manera de quererte, que manera”, Jacaranda se contornea en él tubo al ritmo de la música y los reflectores rojos, blancos y azules pareciera que estamos en el Crazy Horse de París, o en el Moline Rouse de Bilbao, y el tenor suavizante de los nervios: “Vuelve ahí cabaretera, vuelve a ser lo que antes eras, en aquel pobre rincón… Adiós cabaretera”, lo canta mi compadre el güero Silvestre Mercado.

Evoca a mis recuerdos la figura de Nelson Montiel, chamaco iluso, al año de cumplir de casado, Minerva su esclavista le pidió conocer un table, a regañadientes la lleva argumentando que es un metodista cristiano recalcitrante, “Mi vida soy incapaz de pararme por esos tabernáculos del infierno, en fin iré contigo”, ya llegando a las calles de Colombia y Ecuador bajo las luces del Bombay, el bel boy se acomide, abrelas puertas del cocodrilo y le dice a Nelson “¿Cómo esta licenciado?, Ya tiene un mes que no lo veía por acá”, reacciona de inmediato la fiera de Minerva “Ca… eres un mustio”, ante esto Nelson le contesta “Cálmate cielito a esté lo saque del reclusorio solo he venido a cobrarle mis honorarios”.

Se serena Minerva y ya estando en el fragor de la batalla casi frente al tubo, Manuel el mesero, les asignó la mejor posición “Pásele mi jefe usted es de casa” ya Minerva no se la traga, al tiempo que Jacaranda semidesnuda contorneándose al ritmo de “He llenado mis noches vacías de aventuras más”, le dice: “Mi amor, mi cosita, desabróchame el nudo de las bragas. Esto es el acabose”, Minerva enloquece, Nelson al borde del infarto, “Sácame de aquí estúpido” le grita, en fin la parejita amorosa aborda en el primer taxi, para despedirse dramáticamente del neón del Bombay.

No cabe duda que Minerva estaba encorajinada, le cayó en la punta del hígado el show del “ganso”, el taxista descarnado, comenta: “No licenciado, ahora si esta piruja que trae usted está bien loca”, tiempo
en el cuál aprovechó esa tigresa para dejar como mapa a nuestro amigo Nelson Montiel. Jacaranda dio el vampirazo, arriba al cuarto de Jesús Carranza y Teotihuacán, el cuarto redondo, lleno de alaridos con chamacos descalzonados envueltos en el juguito de su zalmuera, semiebria, es decir tambaleante, con la marcha zigzagueante y las pupilas dilatadas logra gritarle al más pequeño, “¡Cállate mugroso!”, el chamaquillo demandaba frijoles en el cacharro, y no balines saltarines incomibles, la respuesta fue brutal, arremetió a taconazo parecidos a los filos de pica hielo y efectivamente el niño enmudeció.

El Licenciado Nelson Montiel, ataviado de su túnica griega y tocado con una toga romana de dos ínfulas en la guardia del sábado le pregunta a su secretaria: “¿Tenemos detenido?”, Mariela le responde: “Solo la declaración preparatoria de una fémina por parricidio”, en fin, el magistrado disfrazado como un cuervo hace comparecer en la reja de prácticas del juzgado a la probable responsable. Cuál sería su sorpresa al escuchar a la vociferante justiciable: “¿Tu de Juez? Pinche Nelson, si eres un puñal”; al tiempo que el magistrado patidifuso exhalaba “¡Cállate cabrona o ahorita mismo te enchiquero!”, salta la risotada de Jacaranda: “No pinche Nelson cada día estas más fumado, me cae de madre que estoy en el paraíso, y acuérdate que el paraíso es el hotelucho donde llenábamos las sábanas blancas dl néctar de las aventuras”.

Este cuento parecido al de Blanca Nieves y los siete enanos, lo dedico con afecto a mi amigo Marco Montiel en reconocimiento a su calidad humana, de luchador social imperturbable.

* Abogado y autor

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