Nacional

2015, OCHENTA AÑOS SIN GARDEL

Por lunes 31 de agosto de 2015 Sin Comentarios

Por: Andres Garrido del Toral

gardel¡Que veinte años es nada…! Así cantaba Carlos Gardel en su tango más célebre, “Volver”, en una letra que sí era entrañablemente suya y no de Le Pera o Razzano. Yo afirmo que ochenta años sin Gardel sí son mucho, mucho de extrañarlo y echarlo de menos. Así alegaba este peregrino tanguero en torno a la humilde mesa de la magra cocina, pintada de color rosa mexicano, de don Alfredo García Vargas, el tanguero mayor de Querétaro, en su viejo cotarro abandonado, del barrio dieciochesco de Santa Rosa de Viterbo.

Ateridos de frío, causado por el duro frío otoñal, escuchábamos tangos en su antiquísimo gramófono RCA Víctor, a la luz de un candil, tomando un mate aderezado con un aguardiente de su natal Jalisco. Era el 11 de diciembre de 1990 y festejábamos los cien años del natalicio de “El Zorzal Criollo”, porque estábamos decididos a escuchar las novecientas setenta y siete grabaciones que de 1912 a 1935 inmortalizó Gardel en el acetato de vinil.

La lechuza del agudo campanario, las notas del reloj de repetición y las llamadas a misa de las campanas del exbeaterio complementaban nuestro jolgorio musical, en un ambiente que olía a nostalgia, lloraba soledad y apestaba a alcohol. Todavía me atreví en medio de la euforia etílica a cucar a los duendes bravos del vino escribiendo con mi dedo índice —que parecía de fuego— el nombre de mi amada, en el vaho que había robado espacio al hollín en el vidrio de la ventanita colonial.

Del antañoso aparato monaural de don Alfredo salían notas sonoras que nos hundían más y más en un Querétaro y un barrio de tango que se negaban a morir. Me atreví a preguntarle al viejo locutor de la XENA, XEJX y propietario de la XEQ, Canal 98, el por qué de la importancia de Carlos Gardel a nivel mundial, quien—como un fantasma nocturno— se me aparecía no solamente en la herrumbrosa discoteca de mi abuela y de mi madre sino hasta en las discotecas de moda.

“La importancia del tango con letra es que narraba una historia en tres minutos y con las letras apareció el gran Carlos Gardel al cantar, en enero de 1917, su primer tango que fue “Mi Noche Triste”, con versos de Pascual Contursi y música de Samuel Castriota. Así hacía sus primeras aportaciones Carlitos a la difusión del tango con letra”, acertó a decirme el señor García Vargas. Alcancé a recordar las reflexiones de Jorge Luis Borges en cuanto a que con la aparición de la letra, el bonaerense adquirió un elemento capaz de transmitir los dolores, las traiciones y frustraciones de una clase social que estaba dándose identidad así misma y a la Argentina, cuyos pobladores no descendían de los aztecas —como los mexicanos, ni de los incas como los peruanos—, sino de los barcos.

Una Argentina, con una historia de sólo doscientos años, precisa leyendas y fabrica ídolos. En ese sentido, Gardel es el más grande, el menos discutido, el más amado. ¡Ni duda cabe!

Sacamos al tema la exposición de las películas de Gardel en el viejo cine Goya, en pleno corazón queretano, y don Alfredo deja volar sus recuerdos a las pláticas de sus mayores y me dice: “el cine era mudo y la pantalla argentina estaba en pañales, por lo que también puedo afirmar que Gardel fue precursor en este terreno, porque en 1930 graba los primeros cortos sonoros, que son un adelanto de los videoclips de hoy”. Impresionados por la vocalización y el fraseo gardelianos, escogimos otro L.P. y don Alfredo me dice con seguridad que “en toda su vida, Gardel grabó casi mil temas musicales, siempre acompañado por su guitarra, la que pulsaba por sí mismo, aunque hubiera de fondo otros instrumentos, como el mismísimo señor bandoneón”.

gardel 2Con sus ojos gastados pero limpios, el tanguero mayor me afirma que “los sobrenombres más conocidos del criollo inmortal son El Mudo, El Morocho del Abasto, El Troesma, El Zorzal Criollo, El Mago, El Bronce que sonríe, El Máximo y el Rey de París, al que conquistó en 1928. Rápidamente fue el preferido en Argentina, Uruguay, Francia, España y Estados Unidos, por su estilo y sello. Su pinta, su sonrisa, su talento de compositor y su voz inconfundible hacen que sus creaciones perduren a través de los años”. Aquí interrumpo a mi admirado contertulio y lo bromeo de cómo “los muchachos de antes”, como él, se querían parecer a Carlitos, engominándose el pelo, usando leontina, reloj, chaleco, smocking y zapatos de charol, además del infaltable sombrero de medio lado.

Fumándose su décimo cigarrillo, mi decano locutor me refiere que “en 1935, Gardel inicia una gira, en la que estaban incluidas La Habana y la Ciudad de México; fue la de la trágica muerte del 24 de junio de 1935, en el aeropuerto de Medellín, al chocar el avión que transportaba a Gardel contra una aeronave alemana, la que estaba estacionada en la orilla de la pista. Después del estallido todo ardió y rápidamente no quedaron sino cenizas”. Balbuceo para agregar que Buenos Aires y el planeta se estremecieron; durante muchos días pareció que el mundo se hubiera detenido y la gente lloraba en las calles, en un auténtico luto continental y quizá mundial. Su muerte por fuego, producida en lo mejor de su carrera, lo convirtió en mito mundial, en un fantasma que habita la Argentina y cualquier rincón en que se cante o baile tango.

En su tumba, con su escultura de bronce de tamaño natural, sus admiradores le encienden continuamente el cigarrillo y rezan a “San Gardel” pidiéndole milagros. “Gardel pertenece a un grupo muy exclusivo de cantores populares del pasado, que se han quedado en la memoria colectiva mundial gracias al acetato, a la radio y a la pantalla. En este sentido, El Morocho quedó situado en el panteón exclusivo donde solamente están Maurice Chevalier, Bing Crosby, Al Jolson, Caruso, Elvis Presley y Los Beatles”, afirmo con temulenta voz, al tiempo que apuro mi vaso de matecito.

Nos aprestábamos a servir la otra cuando un fuerte toquido a la puerta del zaguán nos hace ver la hora: ¡las tres de la mañana! Salimos a abrir y lo que vimos nos sorprendió enormemente: ¡el Zorzal Criollo, elegantemente vestido de jaquet bailaba tango a media calle de Arteaga con una beata bonita, ataviada de blanco, que parecía ser Sor Ana María Neve, llegando hasta nosotros música de “La Cumparsita”, ejecutada por acordeón desde diferentes lugares, como si uno se tocara en la casa de los Muñoz Gutiérrez, en Arteaga con Nicolás Campa, y otro en Fagoaga, en el hogar de los Olvera Montaño! La pareja de enamorados se fue alejando de nosotros hacia la plazuela Ignacio Mariano de Las Casas, le dio vuelta a la fuente que entonces estaba en su apogeo, le guiñeron un ojo a la estatua de Ezequiel Montes, se burlaron de la papada de la escultura del general Arteaga y mandaron besos al mascarón del contrafuerte de Santa Rosa, con una sonrisa de complicidad. Después se fueron riendo, abrazados por la risueña callecita de Fagoaga, hasta que los perdimos de vista.

Aturdido por la visión, sensual pero no siniestra, me despido de don Alfredo, el que estaba sorprendido pero no asustado, ya que no era la primera vez que veía a esas horas de la madrugada a la mal llamada “Monja Bonita”. Caminaba yo por Pino Suárez y Ocampo cuando oigo un susurro, llamándome, “Peregrino, Peregrino”, y al voltear mi vista hacia la fuentecita de la esquina palidecí al ver la sombra del “Ruiseñor del Tango” empuñando su guitarra y fumando un “pucho”.

Corrí asustado hacia la casa de mi madre frente a Carmelitas, tocando como un loco hasta que mi abuela Josefina abrió la puerta y enojada me dejó entrar a una casa que ya no era mía. Tembloroso me acosté vestido en la sala e intenté dormir. Me despierto sobresaltado al escuchar “sesenta, catorce once, quisiera hablar con Esther. ¿no vive allí? no cuelgue, pudiera hablar con usted”. ¡No puede ser posible, Gardel otra vez! me dije desesperado, y cuál sería mi sorpresa: ¡era Lalo Alcocer Luque esperándome a la orilla de mi sillón con una cerveza bien fría!

* Cronista de Estado de Querétaro

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