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HOY NO HABLO DE COSAS AGRADABLES

Por viernes 31 de julio de 2015 Sin Comentarios

Hoy no hablo

Por: Faustino López Osuna

Establecido científicamente a nivel universal que hasta los ocho años de edad el niño es capaz de desarrollar un proceso mental que le permite resolver algunos problemas de abstracción matemática y percatarse de la relación causa-efecto de las cosas, pareciera que a la humanidad todos los poderes que la han manipulado a partir de la ley del más fuerte, la mantienen estacionada en esa edad mental a través del tiempo, incapaz de relacionar los efectos con las causas que los provocan. Ejemplos:

Actualmente, todos los países occidentales (cristianos) se horrorizan de los crueles procedimientos del Estado Islámico en el planeta, valiéndose del terror para establecer su hegemonía y de los resquicios del respeto de los derechos humanos en las naciones democráticas occidentales en las que los islámicos penetran como la humedad por la vía de la inmigración, imponiendo su religión y cultura por encima de la de aquellos que los acogen. (Acogida: persona que se recoge en un establecimiento de beneficencia; aceptación, protección y amparo). Y ante la impotencia para contenerlos y la incapacidad para comprender el fenómeno, se olvida que hace casi mil años el Occidente cristiano organizó durante los siglos XI al XIII (trescientos años) las sangrientas Cruzadas (expediciones militares), con objeto de reconquistar los Santos Lugares bajo poder musulmán. Fueron ocho cruzadas encabezadas por Reyes matones y bendecidas por Papas y hasta Santos católicos, en las que asesinaron, arrasaron, devastaron y exterminaron a cuanto árabe encontraron a su paso, sí, durante tres siglos, del 1095 al 1270.

Tal vez no sea ese el único rencor que motive el proceder de los modernos musulmanes. Pero Occidente dejó impunes a los criminales y, por conveniente y cómplice amnesia, no se quiere relacionar los hechos de antaño con los sucesos de hogaño.

Sobre la infamia histórica del robo violento del Continente Americano llevado a cabo en nombre de Dios y del rey por los españoles (asesinando a gobernantes legítimos lo mismo que destruyendo a pueblos enteros prehispánicos, desde el río Bravo hasta la Patagonia, incluidos los dioses y sus templos amados y venerados por los pueblos de aquí, igualmente los secretos de su medicina), no se ha terminado de escribir la última palabra. Un sordo silencio de culpa y rebeldía a veces se materializa en pasajes del Canto General de Pablo Neruda, en La Visión de los Vencidos de Miguel León Portilla y en algún discurso del presidente Evo Morales de Bolivia en reclamo del despojo de la riqueza de estas tierras llevado a cabo durante más de 300 años por Europa. Siquiera Bertrand Russell, para evitar su culposo olvido, creó en Francia el Tribunal Russell para condenar los crímenes de guerra de Estados Unidos en Vietnam. También el Papa polaco pidió perdón por lo que, siglos atrás, la Santa Inquisición hizo a Galileo Galilei. Pero lo de América sigue aguardando en El laberinto de la soledad de Octavio Paz y en el soterrado fondo de la palabra execrable con que se ofende a sí mismo el mexicano. (Soterrar: esconder una cosa de modo que no se encuentre).

Apenas escribí lo anterior y de golpe llega a mi mente el reciente acto irracional de la destrucción de libros llevada a cabo por alumnos que egresaban del sexto año de primaria, en Mazatlán, como acto glorioso de fin de cursos. Como no se puede explicar, menos justificar, semejante barbarie, cabe aventurar cualquier hipótesis. Por su corta edad y su desconocimiento de la historia moderna, lo más seguro es que dichos jóvenes no saben de la criminal confiscación y quema de libros por la Gestapo (policía secreta del Estado nacionalsocialista alemán) en la Segunda Guerra Mundial en todas las ciudades que fueron cayendo en poder de los nazis. Tampoco tienen noción de que lo mismo hizo la iglesia católica con su Inquisición arrojando a la hoguera libros juzgados como pecaminosos por propagar ideas de los enciclopedistas franceses o de la Reforma religiosa (incluido El Elogio de la Locura de Erasmo de Rotterdam). También se puede decir que ignoran cómo los fanáticos partidarios de Mao Tse-Tung en China, enloquecidos por la “revolución cultural”, hicieron piras con millones de libros de Confucio. Menos aún están enterados (historia antigua) de la quema de la Biblioteca de Alejandría, por primera vez, por los soldados victoriosos de César; luego, por manos criminales en el año 390, asesinando incluso a los ancianos bibliotecarios. Nada de esto saben los alumnos que destruyeron los libros. Pero los destruyeron.

A modo de hipótesis descabellada, valga una analogía: en una de sus magistrales fábulas, Augusto Monterroso escribe que antiguamente la fe movía montañas. Había tanta fe, que era muy común dormirse rodeado de montañas y despertarse sin encontrar ninguna a la vista. Pero como con el paso de los años se fue perdiendo la fe, desde hace muchísimo tiempo las montañas siguen donde mismo. Cuando se sale de vacaciones con la familia y se desprende una roca del cerro y cae en la carretera sobre el automóvil, aplastando a todos, es que alguien, en algún punto remoto de la tierra, tuvo un ligerísimo atisbo de fe. Así, para los que creen en lo paranormal, los espíritus de los indios libres que murieron luchando contra los opresores españoles, se hicieron presentes en los niños destructores de libros que enseñan la historia a conveniencia de los saqueadores europeos. Y, de manera irracional cuanto salvaje, los destruyeron. Alguien puede aportar otra explicación más verosímil. Pero, lamentablemente, no modifica el hecho.

* Economista y compositor

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