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LA NOGALERA

Por domingo 31 de mayo de 2015 Sin Comentarios

Por: Faustino López Osuna

Estando trabajando como analista de prensa en la Secretaría de Industria y Comercio, un día me buscó el apreciado sanignacense Alfonso Barraza, hermano de doña María Haydée, esposa de don Alfonso G. Calderón, entonces Senador de la República y dirigente de la Federación de Trabajadores de Sinaloa (CTM), para invitarme a colaborar con su sobrino Alor Calderón Barraza, director de Acción Social del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT), justo al inicio de la creación de dicho instituto.

Acepté con la condición de que se me permitiera permanecer en el Distrito Federal, para ordenar mi documentación académica en la Escuela Superior de Economía del IPN, cuyo trámite me vi obligado a suspender a mi regreso de Bulgaria en 1969 (hasta el inicio del nuevo Sexenio) a sugerencia del director, paisano angosturense, licenciado José Luis Félix López, debido a que (me informó confidencialmente) no estaban mis papeles en la escuela, pues habían sido requeridos junto con los de mi hermano Florencio (preso en Lecumberri con los demás dirigentes estudiantiles miembros del Consejo Nacional de Huelga de 1968) y de otros. (A quien reclamaba sobre dicha situación en la Unidad Profesional de Zacatenco, se le notificaba su baja definitiva del Instituto, con lo que perdía sus estudios).

Al inicio del nuevo Sexenio, reaparecieron los documentos en la Escuela Superior de Economía y nació, después del INDECO, el INFONAVIT. Como no había investigación de campo para el diseño arquitectónico de prototipos de vivienda, se me mandó a recabar la información correspondiente en Cuernavaca, Morelos, en colonias populares, incluido el conjunto habitacional CIVAC. Acepté posponer para mejores tiempos la cuestión de mi documentación académica.

Ya en Cuernavaca, cubrí el protocolo de informar institucionalmente en la Dirección de Policía Municipal, sobre mi encomienda en la ciudad: visitar viviendas, tomarles fotografías, entrevistar a sus ocupantes e investigar el equipamiento urbano en su entorno. Después de escucharme con atención el director de policía, me aconsejó que no lo hiciera en La Nogalera. Ante mi extrañeza, me explicó que ni la propia policía se acercaba a sus inmediaciones, porque era sabido que ahí vivían y se ocultaban delincuentes de otros estados circunvecinos. Incluso podían suscitarse hasta hechos de violencia con quienes intentaban hacer contacto con ellos, al suponer que los estaban investigando.

Aunque el reporte fotográfico se podía hacer con una sencilla cámara familiar no profesional, aproveché para pedir su apoyo a un joven camarógrafo del estudio de los Hermanos Mayo, Luis Humberto González (Excélsior, UnomasUno, La Jornada), logrando un trabajo de gran calidad.

En vez de presentarlo en un simple cuaderno, se montó en cartulinas negras completas con fotografías doble postal, mostrándose crudamente los contrastes de las viviendas humildes con las mansiones palaciegas de renombrados artistas, con pies de fotos señalando: “Donde se concentra la riqueza se concentra la pobreza”, seguidas de escenas de pordioseros pidiendo ayuda a los turistas en el parque central de la capital del estado.

La Nogalera, fue más impactante. Advertidos como estábamos, el camarógrafo utilizó equipo especial con acercamiento de imagen, montado y camuflado en un destartalado e inadvertido Volks Wagen de batalla: casas con techos de lámina de cartón con enormes goteras, sin closets, con amontonamientos de ropa sobre camas, agua en cubetas, pisos de tierra, letrinas casi derrumbándose, espacios parecidos a patios con perros, puercos, pollos y niños de no más de cuatro o cinco años jugando semidesnudos.

El reporte impresionó tanto al licenciado Jesús Silva-Herzog Flores, director general de INFONAVIT, que ordenó que se tomara como base para los reportes que faltaran del país. Y dio instrucciones al licenciado Alor Calderón, para que me trasladara a realizar el de Guadalajara, cosa que me obligó a recordarle el compromiso personal para que yo permaneciera en el DF o muy cercanamente, para atender mis pendientes en Economía.

Dicha delegación regional era la más extensa a nivel nacional, pues abarcaba Michoacán, Colima, Nayarit y Jalisco. Estando en Guadalajara, se designó candidato a gobernador de Sinaloa a don Alfonso G. Calderón. Luego, siendo gobernador, por estar trabajando con su hijo, me apoyó ante el licenciado Silva-Herzog para ser designado como delegado regional en Baja California Sur, Sinaloa y Durango. Lo demás es historia.

Sin embargo, tengo para mí que todo lo que vino después partió de mi trabajo en La Nogalera, Cuernavaca, una ciudad perdida, sin los más indispensables servicios municipales (como hay cientos en todas las grandes ciudades de México, olvidadas de la justicia divina y de la justicia social), enclavada de manera delimitada no solamente en la capital del estado zapatista de Morelos, sino en el centro de un paraje privilegiado de enormes y hermosos nogales, cuyo fruto es la nuez y su madera es de las más apreciadas en ebanistería, brindando su humilde cobijo a la conmovedora pobreza humana.

* Economista y compositor

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