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VICENTE GUERRERO, EL TRAICIONADO, A 233 AÑOS DE SU NACIMIENTO (III y último)

Por domingo 15 de marzo de 2015 Sin Comentarios

Por: Faustino López Osuna

De acuerdo al cambio universal, en todo hay un alfa y un omega. En la encrucijada histórica de la Independencia de México, Vicente Guerrero representó el amanecer promisorio y Agustín de Iturbide el oscurecer del pasado. Como fatalidad ineluctable, Guerrero encarnaba el nacimiento de lo nuevo, sin redundancia, pues Nación viene de nacer.

Iturbide era la manifestación de lo viejo, lo caduco, lo que se niega a morir. Guerrero y los liberales como él, conocían ya que la Revolución Francesa terminaba con la monarquía en la Historia de la humanidad; igualmente, sopesaban los avances de la Constitución de Cádiz y de la Constitución de los Estados Unidos de América, que abolió la monarquía inglesa en Norteamérica; hechos que influirían en la elaboración y promulgación de la Constitución del naciente Estado Mexicano.

Así que dejaron a Iturbide intentar su “imperio” mexicano, que apenas se sostuvo diez meses, entre el 18 de mayo de 1822 y el 19 de marzo de 1823. Incluso Guerrero lo reconoció en un principio pero lo desconoció en cuanto Iturbide disolvió el Congreso. Y sobrevino el cambio por el que tanto se había luchado. Ya no más súbditos ante monarcas. Ciudadanos. 1824: Constitución. Elección de Guadalupe Victoria, primer presidente de México.

Sobrevienen acontecimientos en los que participaron decididamente los masones, encuadrados en los Ritos Escocés y Yorkino. Sucedieron varios intentos de derrocar al presidente Victoria. Uno ocurrió el 23 de diciembre de 1827: la Logia Masónica Escocesa declaró el Plan de Montaño en Tulancingo. El vicepresidente Nicolás Bravo, cabeza de la revuelta, afirmó que el único fin era liberar al Congreso y al gobierno de Guadalupe Victoria de la influencia de la Logia Yorkina.

El levantamiento fue reprimido por Vicente Guerrero el 6 de enero de 1828; después de una débil resistencia, Nicolás Bravo fue vencido y expulsado del país, y los demás rebeldes encarcelados.

Siendo presidente Guadalupe Victoria, para las elecciones de 1828 la Logia Yorkina presentó como candidato al Ministro de Guerra, Manuel Gómez Pedraza. La Logia Escocesa presentó como candidato a Vicente Guerrero. Las elecciones se celebraron el 1 de septiembre de 1828, siendo ganador Gómez Pedraza, pero Guerrero rechazó los resultados y organizó una revolución. Cuando tropas alzadas exigieron la renuncia de Victoria, Gómez Pedraza huyó del país renunciando su derecho a la presidencia. Sobrevienen saqueos e incendios al núcleo del comercio mexicano, dando como resultado que, a principios de 1829, el Congreso anuló las elecciones de 1828 y eligió como Presidente a Vicente Guerrero, entregándole Guadalupe Victoria la Presidencia, al concluir su mandato el 1 de abril de 1829.

Ya hemos asentado que aunque Vicente Guerrero inicialmente estuvo en el Rito Escocés y aunque había combatido a Nicolás Bravo cuando intentó derrocar a Victoria por estar influido por los masones del Rito Yorkino, finalmente, cuando arriba a la Presidencia perteneció a las Logias del Rito de York, como Gran Maestro, lo cual puede constatarse en la Secretaría de la Muy Respetable Gran Logia Nacional Mexicana, de 1828.

Cuando lo traiciona su vicepresidente Anastasio Bustamante haciéndole pagar 50 mil pesos oro al no menos traidor Francisco Picaluga porque lo entregara a sus asesinos en Oaxaca, el pueblo estuvo convencido que había sido la venganza de España.

Apenas el mes de enero pasado, conversando con el historiador sinaloense Nicolás Vidales con motivo de la presentación de una semblanza de Antonio Rosales y la Invasión Francesa a México, en tierras rosarenses de Chametla, al expresarle que pensaba escribir sobre Vicente Guerrero, me preguntó: ¿Y mencionarás a Picaluga, el mercenario que lo apresó en su barco “Colombo” y lo entregó a sus verdugos? Le respondí que sí. Que precisamente así titularía el artículo: Vicente Guerrero, el traicionado.

El riguroso investigador científico que es Vidales, me transmitió que en un libro del que no recordaba el título (“Viejas Calles de Mazatlán” o algo así), había leído que el tal Picaluga, marino al fin, había terminado sus días ni más ni menos que en el puerto de Mazatlán, cambiándose el nombre, que perseguía la infamia, por el de Juan Pasador.

Cuando el pueblo se enteró, cuenta Vidales, que había sido sepultado en la plazuela conocida como “del Burro”, junto a la Escuela Ángel Flores, se manifestó con frases lapidarias el desprecio popular en su tumba, en la que los mexicanos bien nacidos, que aman a la Patria y veneran a sus Héroes, no lo dejarían descansar jamás. Ni perdón ni olvido a quienes traicionaron a Vicente Guerrero, creador de la idea luminosa de la Bandera Nacional, tricolor, con la que un día no menos glorioso, hizo su entrada a la ciudad de México, al lado de Guadalupe Victoria, formando parte de la unidad del Ejército Trigarante, que selló la Independencia Mexicana.

En la Masonería se enseña que quien muere por la idea, no muere. Tal es el ejemplo que brindó durante toda su vida Vicente Guerrero. Le pudieron arrebatar arteramente la vida los enemigos de la humanidad, pero no la gloria. Pues, como lo dijo en su tiempo el poeta Manuel Acuña: “La materia, inmortal como la gloria, cambia de forma pero nunca muere”.

*Economista y compositor

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