Nacional

Vagones de letras

Por domingo 20 de julio de 2014 Sin Comentarios

Y ha seguido días y días, loca, frenética, en el enorme tren vacío, donde no va nadie, que no conduce nadie. Dámaso Alonso

Por Juan Diego González*

pag 5 Juan Diego González1La idea se volvió una llamada telefónica: ¿Has viajado en tren? me dijo José Luis Islas, director del Museo Sonora en la Revolución (MUSOR). Tenía montada la exposición de fotografía “Vámonos pasajeros al tren”. Se trataba de hacer algo diferente, más allá de asistir y admirar las imágenes en blanco que retrataban diversas situaciones y vivencias en los viajes por tren. Una vez en la sala, me explicó que se trataba de invitar a un grupo de personas con gusto y facilidad para escribir. Hacer algo con esto. Me acerqué a las fotos, toqué la banca con los pasajeros (simulaban la espera en el andén), observé las cajas de cartón, a manera de velices, le di vueltas al nombre de la exposición… “Vagones de letras” mencioné. Me gusta, contestó él. La idea se volvió un taller de escritura creativa, con el objetivo de capturar las historias latentes en las fotos o recuperar los recuerdos de algún viaje en ferrocarril. Hacer un trabajo de corrección de estilo, edición y luego tirar una plaquette. Se programó el taller para el 12 de julio. Nos pusimos de acuerdo con el material y las necesidades.

Se apuntó un grupo de entusiastas amantes de las letras y el arte. En el primer cambio de vía se recorrió la exposición, el otro cambio fue definir el tipo de escrito: relato, crónica o cuento. Para el tercer cambió de vía ya estaban con pluma y papel, trazando la ruta del tren. Café, jugo, galletas, una sala cómoda, amigos y el silbato del tren en la memoria.

pag 5 Juan Diego González2La idea cobró forma y las palabras se movían al ritmo de las ruedas del ferrocarril. El grupo dejó que la simple hoja blanca se convirtiera  en otro universo: recuerdos, anécdotas, vivencias,  personajes… los durmientes soportaron tranquilamente el peso de la palabra creadora. El personal del MUSOR nos atendió de lujo. Poco a poco, los textos fueron terminados. Se hizo una copia. El museo guardó los originales y cada autor recibió su fotostática. El tren llegó a la estación. Nos despedimos alegres y satisfechos.

La idea siguió su curso y del papel, trasbordó a la computadora. Cada autor se encargó de enviarme su propuesta por email. Me vestí de overol, casco de soldador y a revisar los detalles. El proceso de corrección de estilo y edición. “Vagones de letras” como publicación estaba cada vez más cerca. Una vez terminado esta parte –reconozco que disfruté mucho el proceso, de leer y releer a los compañeros- entregué a José Luis el material. Como director del MUSOR, se encargó de redactar la presentación. Su equipo de trabajo hizo una última revisión y Nereida Jiménez se encargó del diseño. La plaquette fue enviada a la imprenta. La idea tomó cuerpo y una obra de arte llegó en el vagón de carga. El vagón comedor se dispuso para recibir a los invitados, en los primeros asientos, José Luis Islas como presentador y anfitrión, junto a cinco de los autores que leyeron su texto. 1 de agosto, 19:30 horas decía la invitación. El tren es una bestia fantástica, poderosa, legendaria. Ese viernes, una tormenta intentó detenerlo: vientos, lluvia, granizo, rayos, truenos y relámpagos.

La sala estaba llena y el ferrocarril llegó a tiempo. La idea se hizo voz y la lectura sorprendió al auditorio: José Luis Islas Pacheco con “Las palabras eran la fuerza del viaje; José María Ruiz con “Un paseo por las vías”; Anneth Marín y “Magia en los bolsillos”; Jaime Ochoa con “Aventura”; Claudia G. Chávez con “Elena” y cerró la presentación Meztli Estrada con “Fugaz”. Se abrió un diálogo con el público, también entrega de diplomas por parte de Juan Manz (presidente de Escritores de Cajeme A.C.), fotos, abrazos, sonrisas, autógrafos y ganas de seguir en el viaje. La exposición de fotografía ya está en Álamos y se tiene programado otro taller.

pag 5 Juan Diego González3Luego la exposición sigue en Empalme y cierra en Hermosillo, para regresar a su lugar de origen, el Museo Nacional de los Ferrocarriles en Puebla, hasta donde llegará la plaquette “Vagones de letras”. Entre crónicas y cuentos, relatos y anécdotas, prosa poética y autobiografía, los demás participantes son Primavera Encinas  “Aquel viaje”; Josse González “Mi primer viaje”; Marco Reséndiz “Momentos antes de partir”, Adolfo González Riande “Mi querido tío Antonio”; Socorro Contreras “Por esos caminos”; Mara Romero “Rey viejo”; Christel Álvarez “Un par de canicas transparentes”; América Pina “Los trenes de mi vida”; Débora Santoscoy “Charla con un amigo en un vagón”; Guadalupe Álvarez “La promesa de un sueño”; Josefa Trejo “Un viaje familiar” y, quien hace la relatoría de hechos, “La bestia”.

Aquí me bajo del tren y me despido con las palabras de la presentación: “En la estación, las paralelas de acero nos esperaban. Esas vías que nos conectaban con el mundo nos recibían, nos prevenían del arribo lento, pesado, fascinante, de la locomotora, del coche exprés, de los vagones de pasajeros, del cabús. Con el sonido de la campana corríamos al lado del vagón con asientos disponibles… ¡Cuidado!, ¡cuenten las maletas!, ¡ya no se vayan al vestíbulo!, ¡no saquen los brazos, quédense sentados!, ¡cómo que ya quieren el lonche, si apenas nos vamos subiendo! Los sándwiches, los tacos de pollo de Tepic; el agua de cebada, de horchata; mi madre, los abuelos, el tren… ¡La mera vida!”

*Escritor y secretario de los escritores de Cajeme

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