Nacional

Dios una manera de nombrar nuestras impotencias

Por domingo 13 de julio de 2014 Sin Comentarios

La gramática de creer está relacionada precisamente con la gramática de la proposición que se cree.
(Ludwig Wittgenstein, Sobre la certeza).

Por Carlos Varela Najera*

Sabemos que Dios es un significante fundamental que orienta la mundanidad hacia su creencia, no todos abrazan este acto de fe, Nietzsche  se desmarca de esta entidad anulándola con su juicio “Dios ha muerto”, aun así, en el sujeto se instala desde su angustia una necesidad de creer, ya que el temor a la muerte es mucho mas grande, y, ante esta amenaza latente seria mejor refugiarse en sus creencias… no vaya a ser.

Es claro que la religión se apropia de Dios construyendo instituciones, estas a su ves usufructúan su nombre creando dogmas, sentencias y normatividades, intentando con todo ello santificar la naturaleza, aspirando a la beatitud de los sujetos, y, llevar a Dios hasta ahí puede ser una perversión de los hombres, frente a esta perversión existen miles de creencias en esa divinidad, tomando la perversión en sentido Lacaniano como una versión del padre, y no lo que cotidianamente se enuncia, como algo sucio o sexuado.

Todas las religiones hacen cada una, su propia versión del padre, en este caso una versión delirante que guía a multitudes, sus propias reglas sus propias creencias en fin un delirio sistematizado que gobierna como discurso amo, esta versión del padre insisto, se instala como un sujeto supuesto saber, de hecho Dios, es un sujeto supuesto saber, que todo sabe , o bien solo Dios sabe, tal vez por eso Kepler que observaba las estrellas se atreve a desafiar a Dios cuando enuncia: “nuestro saber es de la misma especie que el saber de Dios”, con este planteamiento se pretende menoscabar toda sabiduría divina, ninguneando a Dios llevándolo a tierra firme, para que de ahí comience la ciencia.

Hay que decirlo, contrario a la afirmación de Nietzsche para quien Dios había muerto, sigue muy vivo este susodicho, vemos incluso como lo planteaba Lacan, un triunfo de la religión, entendida esta ultima debido a su concepción pragmática y acrítica, esto permite que se multiplique al por mayor en nuestro  mundo,  porque desvanece la critica y la razón y en su lugar se instala cómodamente la fe, y este acto de fe no se discute, entramos en el campo de las creencias y de las verdades que abonan al misticismo y acá es mas cómodo instalarse que en los debates culturales.

Heidegger discute esta presunta muerte de Dios, trabajada muy bien por Karl Löwith, discípulo de este filósofo, para quien la muerte de Dios, significa que el mundo metafísico de las ideas, los ideales y los valores ya no tiene  vitalidad y que, de este modo, la metafísica ha llegado por completo a su fin.  Sobre la posición de la filosofía en el siglo XX, 2006.

Aunque sabemos que asistimos a una caída del padre  como garante de la ley, por otro lado, observamos un renacer de la concepción de Dios, ya que para los sujetos es el único que tiene la respuesta sobre la vida y la muerte, y frente a este misterio, la ciencia todavía no tiene respuestas aunque hay que decirlo, la ciencia en estos momentos quiere usurpar la funcion de Dios ya que a diario nos muestra sus pretendidos milagros con los descubrimientos.

Este resurgir de la divinidad, tiene que ver con el infantilismo generalizado en que nos convierte el discurso capitalista, al ofrecernos el disfrute máximo en las mercancías y frente a este desborde queda una cuota que pagar, no nada mas de dinero, de hecho esto implica de entrada un desembolse, eso que ubicaríamos del lado del sacrificio, entre mas gozo, mas sacrifico.

Es decir,  el sacrificio ante la adquisición me convierte en un sujeto totémico, entre mas obtengo placer en las mercancías mas gozo con el sacrificio, llevándome a estar por siempre endeudado con ese otro, donde me salvo sólo de milagro, la vida se juega entonces entre saldo y salvo, he aquí la condición de beatitud en las que el discurso capitalista nos convierte siempre consumiendo en base a un sacrificio totémico, endeudado y en culpa de ahí el origen del triunfo de la religión.

Es por eso que Dios es una forma de nombrar nuestra impotencia, entre mas impotente ante la naturaleza, Dios sabe. Dios por lo tanto, aumenta si aumentan mis faltas, en todo sentido creyendo tontamente que ante la falta Dios proveerá.

*Licenciado en Psicología y Doctor en Educación, Profesor e Investigador.

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