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Una Semana Especial

Por domingo 20 de abril de 2014 Sin Comentarios

Por Dr. Jaime Irizar López*

Muchas son las costumbres y las tradiciones de mi pueblo que le dan identidad y colorido. La mayor parte de ellas son  el producto de la influencia de los preceptos religiosos sobre la sociedad en su conjunto. Cito a manera de ejemplo que  muchas  de las normas y leyes que actualmente nos rigen tienen su origen en dichas creencias, así como el hecho de que en ciertos días festivos, oficiales o no, existan prácticas milenarias que tienen que ver con la conmemoración de la muerte de Cristo, el ayuno de ciertas carnes y el privilegiar la elaboración y consumo de cierto platillos y postres tradicionales en ciertas temporadas. Es una verdad que los principios religiosos han dado, a través del tiempo, forma y fondo al marco conductual de nuestra sociedad Tras la internacionalmente celebrada fiesta de la carne (el carnaval), en el mundo cristiano inicia la cuaresma con el rito de la ceniza, mismo que precede a la Semana Santa, donde se dan por lo regular una mezcla de actividades paganas y religiosas que  ponen en movimiento a muchos pueblos que buscan diversión, descanso, convivencia familiar y refrendo de la fe, así en ese orden, sobretodo en el norte del país donde se ubica mi tierra. Hoy quiero hacer remembranzas sobre las maneras de vivir la Semana Santa en mi región, aclarando que existen diferencias notables entre las formas de el ayer y el hoy, sin olvidar que también son marcadas éstas dependiendo de la clase social de que se trate.

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Son las playas el destino vacacional por excelencia en estas fechas, aunque las alamedas de los ríos con sus cauces secos por la presencia de presas rio arriba y la sierra, no dejan de ser una opción importante para satisfacer gustos diferentes. Los ricos sin problema alguno se trasladan a sus casas de playa llenas de comodidades, a gozar sin mayores problemas su periodo vacacional que por lo regular dura toda una semana. Los de clase media y baja, en virtud de sus limitantes económicas tienen que ir a su playa de preferencia (Bellavista o el Médano Blanco) con varios días de anticipación a apartar y limpiar de maleza y guachapores los solares en donde practicarán camping en compañía de toda la familia. Por lo regular, invitan a compadres, amigos y vecinos a realizar esta misma tarea para quedar en vecindad,  para protegerse y ayudarse unos con otros en caso necesario. Se elaboran enramadas o se improvisan techumbres con lonas; los más sofisticados  montan como pueden las carpas gringas prefabricadas que son todo un reto a la imaginación creativa para poder lograr armarlas a la perfección sin que sobre ninguna pieza.

Llegado el día del éxodo, todos los vacacionistas (la mayor parte del pueblo) como uno solo cargan en el camión, troca o remolque: cobijas, almohadas, colchones, estufa, cazuelas, provisiones, madera, y herramientas, en fin hacen todo lo que equivaldría a cambiarse totalmente de casa, sin olvidar por supuesto a el perro,  gato o  perico para no extrañar nada ni a nadie. Allá atrás queda la casa sola y el pendiente fugaz de que la puedan allanar y robarse algunas de sus pertenencias, pero eso será otra historia.

Cuando se decide por playa como destino el viaje es todo un vía crucis, para estar ad hoc con la conmemoración, de arranque te enfrentas a la tierra suelta que levanta  la romería interminable de vehículos que te deja como cucaracha de panadería.

Es de esa tierra  fina que se mete por todas partes, sobretodo cuando vas atrás del vehículo; también sufres a choferes imprudentes alcoholizados, de esos que tienen prisas y ven en el llegar primero a su destino como una meta “la más importante de su vida”.

En el trayecto y la estancia vacacional, son frecuentes los regaños de padres a hijos y entre esposos, por los olvidos y los mal portados durante el viaje, sin olvidar los reclamos por la escasa participación mostrada por el equipo familiar a la hora de descargar las cosas para instalar la casa improvisada en el lugar elegido para descansar durante la Semana Santa, pues a los desobligados les urge entrar en contacto con la arena y el mar y por ello se dan a la fuga inmediatamente después de apagar el motor del carro o pick up que los trasladó.

Mención especial hago de las madres de familia quienes también en esta fecha llevan sobre sus espaldas la mayor de las cargas familiares, pues además de estar cocinando tres o mas veces al día para propios y extraños en las condiciones mas incómodas posibles, tienen que estar al pendiente de los hijos menores, para evitar accidentes mayores, sentimientos de culpa y reclamos injustos.

Sufren además  las borracheras de los maridos, los desvelos provocados por los hijos trasnochadores y cuisuquis y los propios que dejan el jugar baraja o lotería con las amigas o familia hasta altas horas de la madrugada.

Son ellas quienes se encargan de avivar la llama de las tradiciones de esas fechas, pues elaboran las torrejas, la capirotada y son las encargadas de los jalones de orejas a  la familia para que cuando menos el último domingo cuaresmal vayan a misa  y expíen parte de los pecados por los excesos cometidos en dicho periodo vacacional en el que bebieron, comieron y se intoxicaron de diferentes modos, cayendo sin lugar a dudas, cuando menos en la gula y algunos que otros pecadillos. Llama la atención que de ser antes estos paseos una gran oportunidad para la convivencia familiar y el relax, hoy por hoy, se lleva a esos sitios de descanso todos los tipos de comercio, con  las más sofisticadas técnicas de mercadotecnia sustentadas en altoparlantes incansables ubicados en carpas de cine, antros, y templetes que utilizan para efectuar concursos de belleza en trajes de baño, lo que junto con el ruido de  las cuatrimotos, razor y vehículos todo terreno circulando día y noche sin control alguno, le han quitado lo tranquilo al periodo de tal suerte que se requieren, al término de la semana mayor, de días extras para descansar del ajetreo.

Recuerdo las comidas que en mi infancia me daban sardinas, pan bimbo, papas y huevos cocidos, ensalada de atún, jícamas y pepinos con limón y chile, machaca con muchas papas fritas y frijoles a morir.

Claro estoy hablando del menú de una carpa de familia de escasos recursos como la mía donde lo  único que sobraba era el hambre y los comensales. En lo personal confieso que no soy afecto a este tipo de descanso, pues nunca me ha gustado comer con arena o tierra; sufrir los moscos, jejenes y las incomodidades a la hora de dormir entre otras cosas por la presencia casi constante de arena en las asentaderas y verijas por la falta o escasez de agua dulce para bañarse a diario; además, el sólo hecho de tener que hacer una de las  necesidades fisiológicas primarias en cuclillas y en medio de matorrales, (lo que es para todo mortal una sencilla acción), en lo personal se me dificulta a mares y me enerva en virtud de que me resulta, dada mi obesidad y torpeza física, toda una hazaña épica de equilibrio y balance que me ha provocado accidentes no gratos de relatar.

Por otro lado les comento que por querer ser cortes y  atender invitaciones de mis amigos y dármela de valiente, tuve también experiencias muy amargas en mis contactos con el mar, de tal suerte que concluí mantenerme distante de él el resto de mi vida y asegurar que si me ha de comer un tiburón, éste tendrá que salir por el chorro de la regadera de mi casa. De otro modo será imposible.

Conscientes de ello o no, los miembros de la  sociedad tiene costumbres que propician el emparejamiento y la perpetuidad de la especie. Éste descanso santo, al igual que los bailes, es una de ellas. Las fogatas o lunadas con guitarras, los paseos nocturnos por los médanos, observar con enfoque romántico la bóveda estrellada, los bailes en los antros, el “aprender en compañía a brincar las olas” o nadar, aunado a el magnifico ingrediente  llamado “primavera”, la cual como todos sabemos, es un fenómeno que en toda especie  exalta las hormonas, (obvio con mayor razón cuando se es joven, huy como han pasado los años) dando como resultado los muchos noviazgos que constituirán  en lo futuro las nuevas familias y las generaciones que nos sucederán, continuando de esta manera el infinito ciclo vital.  Se convierten los lugares de camping en las playas en un sólo núcleo familiar gigante, donde por lo regular se estrechan relaciones y fortalecen afectos, se unifica la conciencia social que permite la circulación a alta velocidad de los rumores y los chismes de moda, así como recomendaciones de las autoridades que intentan consolidar saldos blancos. Son  frecuentes también en esta particular dinámica social, las críticas duras al protagonismo de políticos  acelerados y desfasados que pretenden hacer de los lugares de recreo su mejor pasarela. Triste es decirlo surgen de igual manera los comentarios obligados sobre las desgracias ocurridas: los piquetes de mantarayas y alacranes, las quemaduras de sol y por aguamalas, los accidentes de todo tipo y la pérdida sentida de un miembro de nuestra sociedad que es casi siempre la consecuencia obligada de la imprudencia, el descuido, o del uso indiscriminado de alcohol u otras drogas. De regreso a casa las madres de familia a lavar y ordenar el cochinero residual del viaje de descanso, los hombres a recuperarse de las crudas y desvelos, los jóvenes a prepararse para el tradicional “Baile del Quemado” y todos por igual a pensar en como tener mas días de vacaciones para descansar del ajetreo intenso al que nos sometimos durante  La Semana Santa.

Hay tiempos para tirar los cohetes y para recoger las varas. Para las reflexiones religiosas, las oraciones y los ayunos, ya habrá tiempo más adelante para eso, dice la mayoría. Lo que si es seguro, es que al finalizar esta semana de fiesta, los jóvenes que pertenecen a la Civilización del Espectáculo según señala Vargas Llosa en su famoso ensayo: de nuevo a la franca diversión; los de mayor edad, a acercarse mas a Dios cualesquiera que sea su idea de El.  Refrendo con esta frase final mi artículo, para que entiendan mejor mi punto de vista y sepan la etapa en que actualmente me encuentro.

*Médico y autor.

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