Nacional

La Muerte Del “Güerito” 3ra Parte

Por domingo 6 de abril de 2014 Sin Comentarios

Por Salvador Antonio Echeagaray Picos*

Sin quitarle ni ponerle, tal y como quedó señalado  en el párrafo que antecede, se expresó  en defensa  de sus alumnos,  nuestro emérito Maestro, en su carácter de Director de la escuela primaria, “Gabriel Leyva Solano,” de San Javier, San Ignacio, Sinaloa. Ya en plena contienda en contra del “oscurantismo” practicado por el padre Santoyo,  el Profesor Lozano exigió y obtuvo la intervención de las  autoridades, tanto de   la Comunidad  como de la Sindicatura, ante quienes exhibió “el ilegal e inconstitucional procedimiento del pernicioso cura del pueblo,” “en contra de las esas sí,  sagradas  libertades de libre  expresión, a las cuales tenían derecho, no sólo  los jóvenes y viejos del pueblo, sino también sus preciados alumnos que se encontraban en una luminosa etapa de su formación educativa, en el “mediodía” del  siglo veinte”. Ustedes conocen el certero dicho que señala: “en Pueblo chico, mitote grande”….Pues sí, este “litigio” religioso-civil, “del más allá“, “del más acá”,  provocó una tajante y seria división entre los habitantes del pueblo, llamados, unos, los “Mochos” y aquellos  conocidos como los “Rojillos”. Los primeros bajo el liderazgo espiritual del Cura  y los otros, comandados, por supuesto, por el reconocido maestro de “izquierda”, Manuel  A. Lozano Q.

Hubo de todo. Rumores, chismes, chistes, cartelones. “pintas” en bardas y fachadas de las casas, incluso, créanmelo por favor, juro, que es cierto lo que voy a decir, pero un “artista” de la publicidad, desde luego, anónimo, “pintarrajeó” con letras rojas, sobre unas prendas íntimas que “colgaban” en fila, sobre un largo “tendedero” de alambre, en el patio interior de la casa  en la cual vivía  una guapa mujer que gustaba convivir  con los varones del poblado, y que nosotros, cada vez que se nos presentaba la oportunidad, admirábamos con la mirada desde lejos,  chispeante ocurrencia en contra del Padre Santoyo, que por “lépera”, ofensiva y calumniosa, atentatoria de las virtudes  que debo decir, en este momento del relato, se le reconocían al representante de la Iglesia en San Javier, me niego a difundir. Tienen licencia, desde luego, para imaginar o pensar lo que deseen sobre tal asunto.

Ocurrencia, que como sea,  se recuerda con un cierto tono festivo,  hasta nuestros días, por parte de los viejos cargados de años que sobreviven en el pueblo. Lo que sorprendió incluso a los “rojillos” del pueblo, contrarios al “tribunal” eclesiástico, instituido para atender y resolver un asunto  que sólo competía a las familias involucradas, fue la presencia  de una comisión de curas,  que desde el puerto de Mazatlán, vinieron a San Javier en cuanto se restableció la comunicación por carretera, a realizar formal investigación sobre la cuestionada participación del padre Santoyo, en el “peliagudo” asunto en el que se involucraba a inocentes criaturas del lugar, supuestamente amenazadas por el “ánima” de un niño recientemente fallecido, según la desatada  lengua del imprudente Echeagaray.

Los curas  comisionados,  muy en su papel, visitaron uno a uno, a  todos los padres de los hijos que habían escuchado lo dicho temerariamente por el nieto del “cuate” Picos, y que angustiaba sobremanera, los hogares de los  muchachos que se encontraban en el peligro, a lo mejor  inminente, de perder “algo” que podría trastocar la vida de los tiernos  muchachos involucrados en tan “llevado y traído” asunto relacionado con los orines que le dieron a beber a nuestro amiguito en un desesperado intento por evitar su muerte.

Por más que el profesor Manuel Alfonso Lozano Quintero, exigió en todos los tonos posibles ante las diversas instancias eclesiásticas de la Diócesis de Sinaloa, con sede en Culiacán, que le entregaran copia del dictamen levantado por los curas comisionados, no logró ningún resultado….”sólo el silencio cómplice del eterno oscurantismo de la Iglesia…..fiel a la costumbre de siglos”…..pregonaba por todos los rumbos el combativo maestro.

Lo  que también  se festina  hasta nuestros días, fue la adhesión a la  “Causa”, defensa y al movimiento que a  favor de nosotros estaban liderando los rojillos del pueblo, de aquél simpático borrachito que un día bebía y el otro también, que toda comunidad sufre y a veces presume, apodado el “cuetero”,  que padecía de contumaz flatulencia y cuyo ruidoso padecimiento gustaba de  presumir y exhibir a carcajada batiente, ante propios y extraños, debido a  que decidió incorporarse y reforzar así, las filas opositoras al  “enjuiciamiento” del nieto del “cuate” Miguel Picos, o sea yo, utilizando su escandaloso trasero, como medio para llevar al cabo su “peculiar propaganda”. Pero el tiempo no sólo cura el mal de amores….también alivia otras diversas cuestiones……

Sucedió que como es natural, transcurrieron los días, semanas,…y a punto de  concluir el ciclo escolar…… se iniciarían las ansiadas vacaciones de verano, con una temporada de aguas que se “adelantó”  y que provocó serias afectaciones en la región, como ya quedó narrado….. Y entonces….. No sólo las aguas volvieron a su cauce…..Igualmente volvió la tranquilidad y la paz a la comunidad…..Se atemperaron los enconos de la contienda fratricida   que el pueblo había vivido…..Más cuando el nieto del “cuate” Picos –el que narra- cumplió con la “sentencia” dictada por el “Tribunal” de la Iglesia local, según el “resolutivo” dictado por el cura Santoyo,  y junto con el resto de mis amigos que habíamos entregado la “cuota” de orines al Güerito, hicimos la Primera Comunión , vestidos todos de blanco, como correspondía a nuestra infantil inocencia, portando cada uno, el pequeño misal, un rosario, incluyendo el cirio encendido, sobre nuestras manos;  lo que se logró, gracias a las intensivas clases de doctrina que nos impartió nuestra “asesora espiritual,” doña Jesusita, responsable de prepararnos en los dogmas de la fe, a efecto de que estuviéramos en aptitud de recibir  el Sacramento que nos permitiría salvar nuestras preciadas almas, que en el plano material y mundano, hizo posible dar por terminado el enojoso conflicto que originé y protagonicé, siendo yo, apenas un niño, allá en el inolvidable pueblito  piaxtleño  en el que nací.

*Notario público y autor.

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