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FRENTE A UN GRANO DE SAL (ll)

Por domingo 16 de marzo de 2014 Sin Comentarios

Por Faustino López Osuna

Al maestro Antonio López Sáenz, pintor humanista.

Pese a los siglos de oscurantismo transcurridos y pertrechados en la esperanza de un destino superior para el género humano, tenemos que reconocer que ante la enfermiza enseñanza del miedo del “No pecarás ni con el pensamiento”, sigue y seguirá vigente la máxima “Conócete a ti mismo” pronunciada por Sócrates en la Grecia antigua, trescientos años antes de la era cristiana, privilegiando el libre albedrío o la facultad de obrar por reflexión y elección del hombre.

Retornando al asunto del cerebro, una de las más altas expresiones de la evolución de la materia universal, investigadores avanzados en medicina interna, en ingeniería nuclear y en cibernética, explorando el límite de la información que puede albergar dicho órgano, señalan que en nuestro cerebro quizá haya un total de 100 mil millones de neuronas. Para comprender la dimensión de dicha cifra, considérese que la misma es un múltiplo de la unidad metro que es igual a 100 gigas, siendo un giga igual a 1000 millones. (Recordar que Deca es 10, Hecto es 100 y Kilo es 10 al cubo o 1000. De donde 100 mil millones, es 10 a la novena potencia).

Pero todo ese portento, de acuerdo a Carl Sagan, palidece ante un grano de sal: al escribir sobre el origen de la conciencia, confirma que en un grano de sal de mesa hay alrededor de 10,000 billones de átomos de cloro y sodio. O sea, 10 a la diez y seis potencia. Cifras por demás inconmensurables, inimaginables. Dicho de otro modo, el prodigioso cerebro humano apenas tiene el 1 por ciento del número de átomos que contiene una pequeñísima partícula de sal.

Cualquiera, turbado por tan incomprensibles magnitudes, podrá expresar que ello lo tiene sin cuidado en su vida diaria. Y, aceptando sin conceder, como se dice, tal vez tenga razón en la medida que para nacer, crecer y morir no se requiere de tales conocimientos. Eso ocurre con todos los animales irracionales. Pero ya hemos asentado que nuestro signo distintivo frente a las demás especies, es el cerebro, la racionalidad. Además, es necesario aclarar que aunque se compare el cerebro humano con un grano de sal para efectos de estudio, la semejanza no es igualdad, lo mismo que la igualdad no es identidad. (3 y 1 más 2 son igualdad, pero no son identidad). El cerebro tiene la capacidad de analizar y comprender al grano de sal, y no a la inversa. No obstante, valga la perfección de los dos elementos, el cerebro y el grano de sal, para asombrarnos y maravillarnos.

Los temerosos ante la idea de un universo del que algún día se llegue a conocer todo, dice Carl Sagan, más que devanarse el cerebro preguntando si se puede de manera absoluta conocer la naturaleza del universo, la Vía Láctea, una estrella o un mundo, deberían ser más modestos en sus elucubraciones y detenerse a reflexionar en el ejemplo sencillo del grano de sal, pues gracias a la ciencia moderna, se sabe también que para conocer su estructura, se necesita determinar como mínimo las coordenadas tridimensionales de cada uno de sus 10,000 billones de átomos, así como la naturaleza de las fuerzas con que se interaccionan en su prodigioso micro universo.

Para quienes aman el conocimiento científico y encuentran placer en su acrecentamiento y divulgación, haremos un ejercicio para mostrar cómo hace tanto daño el prejuicio, que es hijo de la ignorancia, como la utilización inescrupulosa de los descubrimientos de la inteligencia con fines de dominio sobre los seres humanos: el cloro es un gas letal que se utilizó en los campos de batalla europeos durante la primera Guerra mundial; el sodio es un metal corrosivo que entra en combustión en contacto con el agua, y la combinación de ambos origina la sustancia agradable e inicua, que es la sal común, o cloruro de sodio. Moralmente, todo depende de cómo se utilice, para bien o para mal, el conocimiento de la estructura íntima de la que está constituida la materia universal.

Arribar a tan tremenda evidencia, obliga a formular la pregunta: ¿a quién le conviene mantener a los pueblos de la tierra en la ignorancia?

Sería muy recomendable que en estos tiempos del Internet, se procurara esclarecer los términos técnicos aquí utilizados, al menos para darle un sentido al sinsentido de la vida y que el polvo que somos no regrese al polvo igual de ignorante como llegó.

Admiremos con humildad la inconmensurable grandeza y la perfección del Sean estas reflexiones homenaje perenne a Galileo Galilei (1564-1642), inteligencia luminosa, constructor del primer telescopio astronómico en Venecia en 1609, defensor de la teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico (1473-1543) y, por ello mismo, obligado a abjurar acusado de pensar heréticamente, torturado con el horror de la hoguera por la sevicia asesina de sus inquisidores en 1633.

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