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Recuerdos de BULGARIA (II)

Por domingo 19 de enero de 2014 Sin Comentarios

Por Faustino López Osuna*

Bulgaria(2)Bulgaria es uno de los seis países balcánicos, junto con Serbia, Montenegro, Macedonia, Albania y Grecia. Limita, al norte, con Rumania; al sur, con Grecia y Turquía; al este, con el Mar Negro y, al oeste, con Yugoslavia y Macedonia. Sin profundizar en filología, el idioma búlgaro tiene como base el alfabeto cirílico, inventado por san Cirilo, llamado el Filósofo (827-869), junto con su hermano Metodio y de él se derivan las escrituras rusa y serbia. Igual que el latín es el padre de las lenguas romances, el búlgaro es el padre de las lenguas eslavas. Para los que hablamos español, resulta curioso que nueve letras de nuestro abecedario están en el búlgaro, sólo que invertidas. Por ejemplo: la d nuestra es la g de ellos, la h es la n y la m es la t, etc. El resto de su abecedario tiene letras propias, como la doble ele o elle, que en búlgaro se representa como flor de lis. La letra de letras del búlgaro es la ergoliam o e grande, que se forma empezando como el número siete y termina enroscada como seis. Aunque el cirílico tiene nuestras cinco vocales, la ergoliam suena también como las cinco vocales, dependiendo de la palabra en la que se utiliza. Con ella se escribe Bulgaria y para nosotros se pronuncia como u (Bul), pero suena diferente en los distintos idiomas de la tierra. En el propio búlgaro suena como o (Bolgaria) y como en búlgaro nuestra B es la V labiodental de ellos, el sonido de dicha sílaba en ese idioma se asemeja a un soplido. El nombre de la letra ergoliam no se debe pronunciar estando presentes mujeres árabes, pues en su cultura es ofensivo para ellas.

Aunque Bulgaria es esencialmente agrícola (cereales, tabaco, vid), como en todos los países fríos con temperaturas de 10 a 30 grados centígrados bajo cero en invierno, la alimentación es a base de abundantes grasas en otoño-invierno y sin grasas en la brevísima primavera-verano. El yogur o yogurt es infaltable en la alimentación búlgara. Es leche cuajada por el fermento láctico, de gran riqueza vitamínica. La bacteria que lo produce, allá se encuentra en el medio ambiente en estado natural, de tal modo, que se puede dejar la leche por la noche en un recipiente en la ventana y amanece cuajada.

Como parte sustantiva de su idiosincrasia, los búlgaros, como en todo el mundo, afirman o niegan con movimientos de la cabeza, pero al revés. Lo que para nosotros es sí con la cabeza, para ellos es no, y viceversa. Resulta desconcertante. Otro asunto invertido allá frente al resto de los pueblos de la tierra, es el hecho de que en dicha nación la mujer representa la fuerza y el hombre la debilidad. ¿Reminiscencia amazónica o del más remoto de los matriarcados de la humanidad? En Bulgaria, la peor ofensa que se le puede hacer a una mujer, es decirle vieja o anciana.

En todo el transporte público en las ciudades del país, los hombres viajan sentados y las mujeres de pie, salvo los niños y las embarazadas. Pero aún éstas consideran humillante viajar en el asiento reservado para ellas, por lo que siempre va vacío. Ofrecerle ofensivamente el asiento a una mujer en el trolebús, es cosa grave: los testigos tienen, incluso como sagrado, el derecho de castigar a golpes a quien lo hace o profiere la imperdonable frase: “Maika mu stara”. Maika es madre y stara es anciana. Tiempo después, cuando me enteré que el entrenador de nuestra extraordinaria campeona olímpica, Soraya Jiménez Mendívil, era el búlgaro Gueorgui Koev y que meses antes de los Juegos Olímpicos de Sidney la llevó a vivir y convivir y entrenar durante una larga temporada en su pueblo, pensé convencido que esa experiencia le fortalecería el espíritu de lucha a nuestra gran atleta mexicana, en su auto aprecio y su seguridad en sí misma. Y lo demostró obteniendo la medalla de oro ante las más impresionantes atletas alemanas, rusas, norteamericanas, japonesas, chinas, francesas y coreanas. Estoy seguro que la inspiró y la transformó, para bien, el haber hecho contacto personal con los valores y la grandeza de aquel generoso pueblo de los Balcanes, formado al sur del Danubio y al norte de Grecia, en el quinto siglo de nuestra era. Toda una epopeya. Lamentablemente, Soraya falleció muy joven.

Recuerdos imperecederos guardo de aquel pueblo solidario con los miles de estudiantes de los cinco continentes, a los que nos franqueó las puertas de sus universidades. Gracias a aquella beca pude conocer Varna, Estambul y Atenas. Cuando regresé en 1969 a México, fui a visitar a mi hermano Florencio en Lecumberri. También fui a visitar al ingeniero Juan de Dios Bátiz Paredes a su casa en las Lomas de Chapultepec, pero su delicado estado de salud no permitió que le informara sobre la industrialización del yogur, como me lo había pedido cuando me despedí de él dos años atrás. A él, gran educador sinaloense, mexicano ejemplar, patriota, que tanto hizo por la educación de la juventud de México, lo abatió irreversiblemente la tristeza de la tragedia en que desembocaron los acontecimientos del movimiento estudiantil de 1968. Por ello, en su discurso al recibir la Medalla Belisario Domínguez en el Senado de la República, al expresar, de manera sublime, que sus dos amores en su existencia habían sido su esposa y el Instituto Politécnico Nacional, se lamentó de no haber ofrendado su vida por la Patria. Descanse en paz.

*Economista y compositor.

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