Nacional

Misiones II

Por domingo 8 de septiembre de 2013 Sin Comentarios

Por Andrés Garrido del Toral*

Misiones-IIDespojándonos de toda idea religiosa e hispánica, opinamos que el hambre era el origen de la ferocidad chichimeca y que satisfacer ese apetito era la condición primaria para que las misiones llegaran a feliz término, así que el primer atractivo de la misión fue la ración de maíz que se daba cada día a los indígenas al terminar la doctrina o la misa ya que entre los chichimecas era muy usada la expresión “cuando lleno la tripa soy bueno”. Se encuentra en algunas fuentes documentales, estudiadas por el autor franciscano Lino Gómez Canedo, que no hay pruebas de que los misioneros estuviesen motivados a realizar el trabajo misional guiados por un espíritu paternal, sino más bien, por la dura necesidad que los obligaba a procurarse los granos y carne necesarios para sobrevivir.

Con el objeto de que los chichimecas participaran en el gobierno de las misiones se nombraron cabildos indígenas pero también se implementó la figura política de los enclaves, es decir, territorios situados en un estado pero pertenecientes al dominio de otro estado. En otras palabras, las misiones dependían del general de la Orden Franciscana y no del Arzobispo de México y se implantó un régimen económico, político y social que permitiera la autonomía de las regiones, empezando desde la autosuficiencia en la producción de alimentos, para no depender de nada ni de nadie. El clima cálido, húmedo, muy insalubre, de Sierra Gorda, producía frecuentes bajas entre los misioneros, mismos que eran suplidos de manera provisional cada seis meses, lo que no les permitió aprender la lengua de los chichimecas, cosa que retrasó mucho la acción evangelizadora.

Las nuevas misiones franciscanas, desde su establecimiento en 1744 y hasta 1750, prosperaron poco, ya que los indios remisos se negaban a vivir bajo la imposición de los misioneros, además de que se presentaron brotes de epidemias que diezmaron a la población, circunstancia que se agravo con la violenta represión impuesta por Escandón. Así a la llegada de Fray Junípero a la región el panorama no era muy halagador.

Cuando el guardián de San Fernando pidió voluntarios para aquellas misiones, se ofrecieron ocho, y los primeros fueron fray Junípero y fray Francisco Palou. Algunos padres sugirieron que varón tan docto como fray Junípero no fuera enviado a un rincón tan bárbaro. A favor de la claridad de esta decisión franciscana Diego Prieto escribe que “En el mes de mayo de 1750 Fray Junípero fue nombrado presidente de las misiones de la Sierra Gorda, por el guardián de San Fernando, fray José Ortés de Velasco, para sustituir a Pérez de Mezquia. Así que de inmediato se puso en movimiento, junto con Francisco Palou, que recibió el nombramiento de subprefecto, y otros diez misioneros franciscanos.” Esta versión de Prieto contradice la poca claridad de Palou cuando da a entender que la Presidencia de las misiones de Sierra Gorda se le dio a Junípero hasta un tiempo después que llegó a Jalpan. Si el nombramiento fue hecho desde San Fernando en el mes de mayo de ese 1750 quiere decir que los superiores franciscanos ya reconocían el talento y la voluntad a prueba de todo del pequeño fraile mallorquino. La expedición de misioneros españoles del convento de San Fernando de 1750 llegó a la Sierra Gorda en dos grupos: en el primero llegaron fray Junípero Serra, fray Francisco Palou y fray Miguel Molina, tres futuros presidentes de la Sierra Gorda, y también fray Sebastián de Inestrillas y fray José Campos. En el segundo grupo expedicionario figuraban los frailes Juan Ramos de Lora, Antonio Cruzado, Antonio Paterna, Pascual Sospedra y Antonio Martínez, al decir de Gómez Canedo.

*Cronista del Estado de Querétaro

Artículos relacionados

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Impreso N° 171
Siguiente entrada