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Teodoso Navidad O LA Recuperación De La Memoria Sinaloense

Por domingo 30 de junio de 2013 Sin Comentarios

Por Faustino López Osuna*

Idiosincrasia, dice el diccionario, es “el temperamento propio por el cual se distingue uno de los demás”. Cuando un asentamiento humano emigra o desaparece por alguna catástrofe o bajo las aguas de una presa, desaparece con él la memoria toponímica o nombre propio del lugar. Igual sucede por las divisiones políticas de los límites geográficos, como nos ocurrió cuando la Nueva Vizcaya virreinal se convirtió en Durango, Sinaloa y Sonora. Tamazula, igual que nuestro río, era de este lado de la Sierra Madre Occidental. Pero al conformarse las tres entidades, quedó casi en el borde de Durango. De ahí que nuestro primer presidente de la República, habiendo nacido por acá en 1786, ya no fue sinaloense. Todo sucedió en diez años: en 1821 se proclama la independencia de México; en 1824, se promulga la primera Constitución de México, con la que se convoca a elecciones presidenciales en las que resulta electo don Guadalupe Victoria, oriundo de Tamazula y, en 1831, se constituye Sinaloa como Estado Libre y Soberano de la República.

Sinaloa, que poco después de la Revolución de 1910 se fue organizando políticamente hasta sumar 16 municipios, creó dos más en la segunda mitad del siglo pasado: Salvador Alvarado y Navolato. Gracias a la división política de cada municipio en sindicaturas, éstas, agrupando comisarías, comunidades y rancherías, conformaron el perfil actual de la entidad, cohesionando los distintos asentamientos humanos desprendidos de los municipios originales, obligándose a éstos a reconocer y recocerse en su nueva situación limítrofe, primero con Salvador Alvarado: Guasave, Sinaloa municipio, Mocorito y Angostura, y después con Navolato: Culiacán, Angostura y Mocorito.

En este punto, precisamente, para bien de Sinaloa, irrumpe en el concierto de la investigación de la toponimia regional, Teodoso Navidad Salazar, imponiéndose como objetivo una labor titánica, para muchos inalcanzable: la develación de todos los nombres de todos los pueblos de todos los municipios del Estado, según su morfología, que en Gramática es el estudio de las formas de las palabras y de sus transformaciones, pero, y esto es lo más extraordinario, referidas al origen histórico de nuestros pueblos, dilucidando científicamente su derivación cahita, náhuatl, tarasca o cahita-bacorehue, hasta alcanzar, más que una hazaña: la suma de 1500 vocablos correspondientes a otros tantos pueblos que, divididos arbitrariamente entre los 18 municipios, arrojan un promedio mínimo de 83 por cada uno. Algunos tendrán menos, pero otros, como Ahome, alcanzan más de 160.

Si todos los municipios del estado cuentan entre 6 y 12 sindicaturas, tomando como promedio 8, se tiene un universo de 144. A éstas, súmeseles poco más de 1350 poblaciones recorridas o consultando archivos, una a una, en más de seis años de investigación ininterrumpida, desde 1999, arrojando un primer fruto en 2004: Toponimias de la Región y su Significado, publicado por el Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, la Academia Cultural Roberto Hernández R. y Once Ríos Editores. Y la primera edición, en 2006, de Compendio Toponímico, Histórico y Geográfico de Sinaloa, auspiciado por Difocur, hoy ISIC, Universidad de Occidente, el Gobierno del Estado de Sinaloa y el Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, con un Glosario, la Bibliografía Consultada y una espléndida Presentación por el M.C. Gilberto J. López Alanís, Director del Archivo Histórico General del Estado y el bellísimo y merecido elogio a Teodoso Navidad Salazar, “El Libro como Herramienta”, del destacado historiador y periodista Herberto Sinagawa Montoya, quien sostiene con rigor y entusiasmo: “Es un libro escrito en sinaloense; es decir, un libro escrito cuando uno se oye…” Y agrega: “…Teodoso Navidad Salazar… ha tenido la paciencia y la tenacidad, ha hurtado al descanso horas, días, meses, años, con tal de culminar una obra… que trascenderá por el propio peso de su valor.”

Entre 2006 y 2013, Navidad Salazar, pensando en la didáctica como docente que es, decidió desglosar el Compendio. En 2013, presenta la nueva edición en ocho volúmenes, con el propósito manifiesto de que sirvan “de referencia didáctica y de consulta con el propósito de que los niños, jóvenes y adultos, sepan el origen y el significado de sus pueblos y sientan el orgullo de pertenencia… a esta tierra, y conozcan su rico pasado histórico, la transformación política que tuvieron los asentamientos de la época desde la creación de los partidos, distritos y municipios, sus comisarías y sindicaturas.”

Alfonso Reyes escribió que sólo lo que desconocemos nos es ajeno; en consecuencia, nadie puede amar lo que desconoce. Si se desconoce la propia tierra, ¿cómo esperar que los jóvenes, y los viejos también, amen a Sinaloa? ¿Qué significan Ouira, Bacorehuis, Charay, Tetaroba, Huites, Choix, Toypaque, Bamoa, Huitussi, Bacubirito, Alhuey, Capomos, Surutato, Abuya, Imala, Tacuichamona, Navolato, Conitaca, Alayá, Piaxtla, Walamo, Copala, Pánuco, Cacalotán, Teacapán? Estos son tan sólo 25 de los 1500 vocablos del Compendio Toponímico. De ahí la afirmación de que, con su obra, Teodoso Navidad hace posible recuperar la memoria sinaloense.

“Compendio Toponímico, Histórico y Geográfico de Sinaloa”, de Teodoso Navidad, se suma, por mérito propio, a obras indispensables para nuestro necesarísimo autoconocimiento, como “El Léxico de Sinaloa”, Ed. El Colegio de Sinaloa y Siglo XXI Editores, 2002. “Sinaloa Historia y Destino”, de Herberto Sinagawa Montoya, Ed. Cahita, 1986. “Nombres y Piedras de Sinaloa, Nomenclatura Indígena”, de Pablo Lizárraga Arámburo, Ed. del Gobierno del Estado de Sinaloa, 1980. Entre otros.

Regresando a lo de nuestra idiosincrasia sinaloense, ¿en qué nos identificamos entre nosotros que nos hace temperamentalmente distintos a los demás? Las mujeres sinaloenses, desde Choix hasta Escuinapa, sin jamás haberse conocido personalmente ni haberse puesto de acuerdo entre ellas, no usan sombrilla, así vivamos en la canícula del trópico. Esto lo observó Renato Leduc. Es idiosincrasia. Ojalá no nos pase lo mismo con las toponimias.

*Economista y compositor.

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