Nacional

Lo siniestro y la pseudociencia

Por domingo 7 de abril de 2013 Sin Comentarios

Por Carlos Varela Nájera*

Lo-SiniestroFreud en su texto Lo siniestro (1919), menciona a Schelling para quien lo Unheimlich, es eso que, debiendo permanecer secreto, oculto, se ha manifestado, en términos lacanianos es la aparición en lo real de algo que recordaría lo más íntimo, extrañeza inquietante es otra manera de nombrarlo, en términos cotidianos se ubica como lo peligroso del ser, su parte diabólica, eso que convoca al mal del otro, su defenestración.

Lo siniestro adhiere de igual manera la intempestiva pulsión de muerte que no puede ser localizada cerebralmente por el discurso neurocientífico ya que este cientificismo pretende encontrar las bases neurológicas de cualquier fenómeno que acontece en el sujeto, sin embargo esta ideología queda a deber el centro cerebral de lo siniestro, así como también la frustración, la represión, los ideales y toda dimensión fantasmática que escapa al determinismo biológico cuyo contexto de aparición es la cultura.

Lo siniestro comienza con la extrañeza de lo más íntimo, lo más familiar, deviene terrorífico, es ese abuelito que cubierto de canas en la silla y sin dientes asusta a los nietecitos sin siquiera proponérselo, porque su cuerpo atemoriza al otro de lo familiar al devenir este en algo que aterroriza, su mirada sus temblores su cara arrugada todos esos elementos empujan al miedo de quien los observa aún más, si este abuelito se encuentra sentado en la penumbra del cuarto y abre su boca sin dientes generando angustia en los niños que lo observan y en uno que otro adulto también.

Freud menciona, en su obra antes citada, lo siguiente: “muchos otorgarían la corona de lo unheimlich a la idea de ser enterrados vivos en estado de catalepsia, pero el psicoanálisis nos ha enseñado que esta terrible fantasía sólo es la transformación de otra que en su origen nada tuvo de espantoso, sino que, por el contrario, se apoyaba en cierta voluptuosidad: la fantasía de vivir en el vientre materno” (Lo siniestro, 1919).

Lo siniestro construye un mundo hostil, convirtiendo a nuestro prójimo, en presunto enemigo, transformando los lazos sociales en semilleros de victimas al por mayor, donde la nota roja no me deja mentir, lo siniestro nos inviste lanzándonos paranoicamente a cierta dimensión de odio al otro, este índice de maldad se intenta combatir con slogans publicitarios de búsqueda de felicidad, eso era una postura militante del marxismo, slogans convertidos en bandera política, con ello intentando taponar ese índice de maldad llevado a la exageración por el discurso cientificista, buscar que el ser humano sea totalmente feliz y que no tropiece ni se dé cuenta de ese índice de maldad que habita en el sujeto, probablemente esto es lo que no se ha perdonado al psicoanálisis que sea muy crudo en sus reflexiones y por ello mueve a sus críticos a exponerlo como una teoría caduca sin fundamento y que no deja lugar a la esperanza.

Sin embargo, tal como lo plantea el psicoanalista Eric Laurent, la función nuestra es denunciar las mentiras de la civilización, y eso causa molestia a nuestros críticos, la denuncia más grande según Laurent es la del delirio de normalidad que es la exigencia de nuestra época y también de la familia peluche, al reprocharle a sus hijos “porque no eres normal como los demás”, esto es la exigencia del Estado, de ahí que el síntoma de nuestra modernidad es la normopraxia.

Esa tendencia del sujeto al mal oblitera la concepción simplista de que el sujeto es bueno, la bondad seria expuesta por este índice de maldad que en lo siniestro encuentra su respaldo, con todo esto no estoy haciendo una invitación a hacer daño al otro sino todo lo contrario, desmitificar la bondad que se da por hecho y trabajar con lo siniestro de cada uno de nosotros apostando siempre por la creación de obras culturales sublimando esa tendencia al mal que habita en nosotros como lo más demoniaco.

Jacques-Alain Miller escribe en las cárceles del goce: “quizás podamos constatar hoy que a pesar del mérito de los artistas contemporáneos, la vida del espíritu, como decía Hegel, no pasa por el arte. No hay, pienso, lo lamento, controversias como había en la época de los impresionistas, donde tocar el cuadro producía en cada uno de los informados una verdadera insurrección. De la misma manera que no nos ocupamos tanto de las formulas religiosas que antes despertaban pasiones, de la misma manera parece que la libido se ha retirado del campo del arte”.

*Licenciado en Psicología por la UAS Psicoanalista,
Doctor en Educación, Profesor e Investigador.

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