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De Félidos Digitígrados

Por domingo 2 de diciembre de 2012 Sin Comentarios

Por Faustino López Osuna*

En los últimos días he andado de la relectura de “Los ojos de la Esfinge”, del suizo Erich von Däniken, primera edición: enero, 1990, Plaza & Janés Editores, autor del bestseller mundial “Recuerdos del futuro”, llevado al cine, cuyas imágenes reforzando su tesis resultan verdaderamente impresionantes, y la tragedia que ha envuelto a una inteligentísima gata que llegó sola, se engrió y parió en la tranquila casa de Aguacaliente, cinco críos saludables, de los que, en dos ocasiones, un depredador, tal vez un tlacuache, en las noches ha entrado por donde menos se espera y le ha matado a dos, pese a haber intentado protegerlos la misma parida, arrinconando el nido al pie de la alacena del comedor. Däniken da cuenta en ´Necrópolis animales y tumbas vacías´, de la afición de los egipcios de embalsamar diversos animales, como aves (halcones e ibis), hasta peces y gatos, en Sakkara. Esto último, obviamente, me conecta con el problema que confronto con los mininos. Apenas antier, después de regalar uno a una hermana, puse a salvo a los dos que quedaban, dejándolos al cuidado de un vecino en su parcela apartada del pueblo.

Para conocimiento de quienes respetan y protegen a los animales, fui al diccionario buscando información del tema gatuno que yo pensaba que conocía y me llevé algunas sorpresas, mismas que comparto.

Hasta hoy, pensaba que, jerárquicamente, el tigre, en su especie, ocupaba el primer lugar y el gato el último, pero félidos significa familia de mamíferos que comprende los carnívoros del género gato, como el tigre. Es más: felino, viene de gato, no de tigre o león. La preeminencia es definitiva cuando se define al tigre: del latín, tigris. Cuadrúpedo carnicero del género félido y de piel rayada. Así, en definitiva, su género viene del gato y éste, el sencillo acompañante hogareño, guardián de los sueños, sin arrogancia alguna pero con una elegancia de estirpe, le da su género, entre otros, a pumas, onzas, linces y panteras. Aunque nadie se lo reconozca.

Dice el Larousse: Gato. Género de mamíferos carnívoros digitígrados, entre cuyas numerosas especies hay una doméstica. Sus sinónimos son: miau (que es la onomatopeya de su maullido), micho, mizo, morrongo, minino, micifuz. Digitígrado, en zoología, dícese de los mamíferos carniceros que sólo apoyan los dedos al andar, como el gato, el perro, etc., contrario a los plantígrados. Y se enumeran 8 tipos de gatos: siamés, ordinario, salvaje, abisinio, persa Chinchilla, persa, persa azul y angora.

Información complementaria sobre sus orígenes: Siamés, natural de Siam (Tailandia). Abisinio, de Abisinia (Etiopía). Persa, de Persia (Irán). Angora (Ankara, Turquía).

De especie doméstica y del tipo ordinario es la joven gata que recaló en la casa de Gárate y que a su tragedia, lamentablemente “programada” por la misma naturaleza en su fatal cadena existencial, se agrega el drama de que, al retirarle a los hijos que aún amamantaba, se le han formado bolas en sus ubres, de la leche que todavía produce, como cuando el cuerpo acumula grasa que, en su caso, espero pierda pronto. Consultaré con un veterinario.

Para quienes, tal como yo fui educado, piensan que estos animales únicamente se conducen por instinto, diré aquí que su inteligencia es mucho mayor que la de algunos seres humanos. Cuando estaba cerca de parir, la estuve observando que husmeó en varios rincones de la casa y, recortando un cartón para archivo y utilizando trapos viejos, hice un nido en el lugar que me pareció que más le había acomodado y la llevé y la coloqué en él, para que lo reconociera. “Alumbró” los primeros días de octubre, en el patio, en una jardinera llena de matorrales. Cuando entraba a la casa a comer, descubrí dónde tenía los gatitos. Tres o cuatro días después, por la mañana, pese a estar absolutamente convencido que los felinos no entienden frases completas, le reclamé cuándo me iba a mostrar los críos. Ese día tuve que ir a Mazatlán. A mi regreso por la tarde, me dio la sorpresa de haber metido, uno a uno, los cinco gatitos al nido que yo le había hecho.

Semanas después, de madrugada, un gato ajeno, lamido, que entra a comerse la comida de la minina, aprovechando la penumbra, entró al cuarto y al acercarse al nido, lo sorprendió aquella y, en medio de chillidos espantosos, le dio tal zarandeada por todo el corredor, que no regresó. Ese día, como de costumbre, saqué una mesa al portal para revisar los correos de la computadora, absorbiéndome el internet a veces más de una hora, cosa que sabía con precisión la gata, lo que aprovechó para, con el mayor sigilo, sacar, uno a uno, los gatitos, para protegerlos en el arriate más grande del patio, sembrado con espinosas bugambilias, pues, por la incursión del gato forastero, ya no era seguro el nido adentro. Lo hizo con absoluta precisión, para que no la viera.

Lamentablemente, los gatitos ya podían saltar del arriate y, jugando jugando, dieron en seguir a la madre a comer en un rincón de la cocina, quedándose a dormir ahí, donde el depredador, buscando comida también, dio con ellos, con los tristes resultados descritos.

*Economista y compositor.

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