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JAIME IRÍZAR LÓPEZ ESCRIBE ‘‘COMO SI LO HICIERA CON TINTA INVISIBLE’’

Por domingo 25 de noviembre de 2012 Sin Comentarios

Por Faustino López Osuna*

La Terminal del Gran Principio, de Jaime Irízar López, es un texto publicado apenas en octubre del presente año 2012, con una extensión de 120 páginas, adelantando en la dedicatoria que su hija, Ana Cristina, le pidió que le escribiera “un cuento sobre la muerte”. Javier de la Serna Ochoa, personaje central de la narración, aún sin la extremaunción y sometido a los terribles estudios clínicos para determinar su enfermedad terminal, poco a poco se adentra en un estado de conciencia que lo lleva a revisar su vida, guiado por tres personajes que él considera producto de su imaginación o de sus sueños, que lo confrontan con sus sentimientos, sus conocimientos: lógica, ética, retórica y dialéctica, y la fe, el perdón, la comprensión y la esperanza.

Dejando de lado el lenguaje florido del personaje, como “cuando la lumbre llega a los aparejos a todos se nos quita lo lento y lo pendejo”, o bien “estos cabrones, me refiero a los vendedores de seguros”, a la inversa de lo que hace Carlos Fuentes en Terra Nostra, quien extrae de la ficción literaria y vuelve personajes reales, entre otros, a El Quijote y Sancho Panza y a La Celestina, Jaime Irízar López, como si escribiera con tinta invisible y solamente con el reactivo de la imaginación hace aparecer, detrás de los textos, autores, a los que, sin mencionarlos, se relaciona, asienta “mientras se mira pasar el río de la vida que nunca es el mismo” (Manrique y Heráclito), o afirma “nadie puede llegar a ningún lado si no lucha por conocerse” (Sócrates: conócete a ti mismo; Octavio Paz: el camino que lo lleva a uno, primero pasa por el de los demás).

En el mismo sentido, Irízar López puntualiza: “los miedos, las fobias, las manías, los fanatismos, los tabúes; todo aquello que impide llegar al conocimiento para dar los agigantados pasos que el saber requiere” (Erich Fromm: El miedo a la libertad) y “para qué quieres más tiempo si ya demostraste muy bien que no sabes utilizarlo” (el mismo reproche que hace Mefistófeles a Fausto, de Goethe).

Metáforas de metáforas, su lectura a primera vista esconde, como el inconsciente, un universo de universos, del mismo modo en que el eco nos devuelve a la realidad de la palabra que lo provoca. Entonces lo que ocultaba la tinta se vuelve visible.

Nada más universal que la muerte-vida ni más personal que la vida-muerte. Citando en el Epílogo el poema sánscrito que dice: “El final del nacimiento es la muerte y el final de la muerte es el nacimiento”, el balance mental y existencial que Jaime Irízar López obliga a realizar al moribundo Javier de la Serna Ochoa, en un espacio-tiempo tan breve, es el mismo que en otras dimensiones hace en su monumental e inmortal poema Dante, en La Divina Comedia, bajando a los círculos de los infiernos. Ahí se ubica cada quién, en razón de sus virtudes o de sus vicios. O de sus culpas, dirían los creyentes.

Y como el individuo es él y su circunstancia, según Mancisidor, la realidad nacional en la que nace, vive y muere Serna Ochoa, si bien no se equipara con los círculos dantescos, en el ocaso de la existencia y después de atravesar el Siglo XX, la Inteligencia a la que llamó Gorostiza “soledad en llamas”, arroja críticas acerbas en el cuento La Terminal del Gran Encuentro: “Allí se encuentran los testimonios vivientes de los fracasos de las revoluciones sociales y las vergüenzas más grandes de los gobiernos modernos”. También: “Las leyes del hombre en este país son injustas, se hicieron sólo para sancionar a los pobres y sin influencias y para privilegiar a los ricos y poderosos”. También se hace autocrítica y crítica, sin mencionar nombres, de los personajes de los movimientos sociales de los años 70 del pasado siglo.

A modo de mínima apostilla y en mérito del autor, consultando la nota curricular, habrá que destacar que Jaime Irízar López, nacido en 1955, en Guamúchil, Salvador Alvarado, apenas terminaba la secundaria cuando el movimiento estudiantil de 1968, pero enriqueció su visión política al titularse como Médico cirujano y partero en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Su formación humanista, lo ha impulsado en su desempeño profesional, convirtiéndolo en protagonista de la historia de su municipio y presidente constitucional del mismo en 1999, a los 44 años de edad.

Aunque se lee en la contra portada de la edición, que para Jaime Irízar López “uno de sus pasatiempos favoritos es escribir”, el cuentista viene a sumarse favorablemente a la lista de galenos que han aportado sus luces en el campo de la poesía y la política en la región, como fueron Enrique González Martínez y José Ley Domínguez, y en el canto, como Alfonso Ortiz Tirado, en Sonora.

Para los afectos a la luz sin calor o luminiscencia, luz moribunda al fin, agregaríamos que el protagonista de La Terminal del Gran Principio, Javier de la Serna, manifiesta una mentalidad obsesionada con el movimiento diurno de la tierra. El doctor Jaime Irízar López, posiblemente por ética profesional, no reveló el secreto de la enfermedad que acabó con De la Serna Ochoa.

*Economista y compositor.

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