DestacadosEstatal

ANTONIO EL RINOCERONTE

Por domingo 21 de octubre de 2012 Sin Comentarios

Por Leticia del Carmen Medina Troncoso*

Cuando conocía Antonio empezaba a trabajar como maestra en la Escuela Secundaria Solidaridad en turno vespertino la escuela llevaba un par de años fundada, un chico irreverente y con muchos problemas en casa, pero muy bueno para los idiomas, eso era perfecto para mi materia: inglés.

Así que me avoqué a prepararlo para los concursos académicos en cuanto detecté la habilidad del chico, realmente entablamos una relación de amistad y empecé a descubrir que a él entre otras cosas le atraía experimentar con estimulantes y las ciencias ocultas, en mi calidad de tutora trataba de orientarlo, recuerdo que un día traía un libro que acababa de terminar de leer: “El Rinoceronte” de Alexander Scott y en mi afán de motivarlo a cambiar por el talento que veía en él, se lo obsequie, esperando que lo leyera y reaccionara, yo no podía inmiscuirme más allá de mi trato laboral maestro – alumno, pero un chico así valía la pena orientarlo, fueron meses de práctica y estudio para los concursos, Antonio algunas veces cumplía otras no, en fin llegó el mes de mayo, los concursos académicos estaban cerca y Antonio casi no asistía a clases, yo confiaba que el día del concursos no me dejara mal, el día que debíamos a viajar a la ciudad de Culiacán a los concursos de zona, Antonio no apareció, fue difícil ver partir a los demás y quedarme sola y con las alas rotas, en fin, Antonio me había quitado la oportunidad de proyectarme como maestra, días de esfuerzo en balde, sueños rotos y desilusión.

Al lunes siguiente Antonio apareció, pensó que al entrar por la puerta del salón de clases le reclamaría, su actitud provocaba que lo reprendiera pero no fue así, en el fin de semana mi coraje había bajado, había digerido aquel trago amargo, a fin de cuentas era un niño con muchos problemas y yo le había exigido demasiado, había esforzado sus capacidades al máximo pero los resultados habían sido desastrosos, la semana entera paso, pero sus ganas de llamar la atención era de agresión a sus compañeros, de respuestas erróneas en los ejercicios del libro, cosas que él ya sabia, y yo no le di la oportunidad de disculparse, de congraciarse, de reivindicarse.

El año continuó, la relación entre ambos fue ríspida y evasiva, fue un alumno más y eso Antonio no lo tolero, al final del ciclo escolar no recuerdo haberlo visto en la fiesta de graduación, donde yo había sido maestra de ceremonias.

Casi un año después se aparece Antonio en la Escuela, nosotros ya nos habíamos mudado a un nuevo edificio escolar, le permitieron pasar pese a su facha, el cabello medio rapado y teñido de verde, sus ojos vidriosos ese día fue con la intención de disculparse por no haber concursado hacia un año atrás, ese día me dijo: “ la veo pasar caminando por el malecón y he tenido la tentación de acercarme pero no se si me vaya a rechazar”, yo sólo le conteste: “ me encantaría pláticar contigo pero no puedo, pero hoy también voy a caminar por el malecón te veo allá”, Antonio asintió con la cabeza y se retiro del plantel, no sin antes despedirse de todos, lo vi partir pero no lo vi mas tarde, yo fui a caminar ese día pensando que le diría, esa caminata me absorbió las ideas, armando mentalmente la plática pero fue en vano, otra vez Antonio me había dejado plantada.

El tiempo paso muchos alumnos han pasado por las aulas donde trabajo, aprendí con Antonio a no ser ni dejar mis sueños enfocados en el esfuerzo de un alumno, colgar mis sueños en las prendas de otro, aportar si, convivir si, pero todos tenemos limites, quizás mis pocos años de experiencia en el aula, mis ganas de triunfar, vi en él un potencial que en pocos alumnos descubres tan rápido, pero no vi su entorno, no vi sus problemas, su proceso de crecimiento personal.

Un día me encontraba en la Biblioteca de la UAS en Mazatlán, buscaba libros relacionados con el tema de mi tesis doctoral, al pedir me prestaran los libros, la bibliotecaria me solicita mi credencial de estudiante y yo no tenia una, tras de mi una voz varonil me comenta, “Si ocupa los libros los pido prestados por ti, teacher”, era Antonio, me sorprendí al verle tan cambiado, con su mirada serena, pulcro y muy correcto en su actuar, acepte gustosa la oferta salimos de la biblioteca y mientras caminábamos a la papelería a sacar copias, narraba su historia de vida las experiencias que le cambiaron y lo fortalecieron lo había internado en uno de esos centros de rehabilitación, y se había desintoxicado y regenerado, no recupero a la novia de secundaria de la que estaba enamorado pero eran buenos amigos, hoy en día estudiaba comunicación en la Autónoma y la verdad me sentí muy orgullosa de él, ese era el Antonio que yo había visualizado, la charla duro casi una hora, me despedía cuando me dijo:

-“Teacher, mientras estaba en el centro de rehabilitación leí el libro”,

– “¿Cuál libro?”- conteste.

– Antonio: “El Rinoceronte”, deje de ser una vaca ahora soy rinoceronte.

– Mi cara cambio, mi sonrisa era de satisfacción, jamás vi en él a un perdedor, al final de cuentas, todo el proceso por el cual pasó, para proyectarse tal cual como se veía, como yo lo veía: “Como un rinoceronte”.

*Doctora en Administración y gestión escolar. 2o lugar regional y
4o estatal, género relato; 2o lugar regional , genero poesía, 2011,
Juegos Florales del Magisterio, Sinaloa.

Artículos relacionados

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.