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Juana de Habsburgo y Mileva Maric

Por domingo 29 de julio de 2012 Un comentario

Por Gilberto J. López Alanís*

La hija de Juana la Loca, nació el 24 de junio de 1535 en Madrid, en la década en que Alvar Núñez Cabeza de Vaca, terminaba su periplo del Golfo de México al Mar de Cortés y su estadía en San Miguel de Culiacán, para conocer y denunciar las prácticas esclavistas de Nuño Beltrán de Guzmán.

Juana la loca, madre de la reina jesuita

La tal Juana, tuvo la osadía de sentirse única y poderosa, reinó sobre España en ausencia de su hermano Felipe II de España y primero de Portugal. Casó a los 16 años con su primo Juan de quince años y quedó viuda dos años después, con un hijo que fue rey de Portugal con el nombre de Sebastián Primero.

No volvió a juntarse, en ello se anticipó a las feministas que han escogido otras formas de forzadas de sujeción; en cambio, lo hizo con el poder espiritual de su tiempo. Ascendió al ordenamiento de mujer jesuita, la única que lo logró, un 15 de agosto de 1559 y funda el convento de las Descalzas Reales.

 

Rebelde y de carácter recio, rechazó las órdenes de su hermano Felipe II de volverse a casar, elevando el ejemplo de que nada justifica la enagenación de un ser humano por las ideas y los atributos personales del otro. Nada, ni por los dioses, mesías, profetas o reyes; los ídolos mueren al asomarse la luz del conocimiento.

En paralelo, en sentido contrario y a destiempo, la primera mujer de Albert Einstein, Mileva Maric su compañera de estudios, brillante matemática, no conoció la fiereza de la mirada de la reina jesuita y fue arrasada por la misoginia del genio alemán, que la sometió al cuidado de los hijos y la casa, abandonando su sueños de profresionista.

Ordenarás mi ropa, mantendrás limpia la casa; no me dirigirás la palabra ni voltearás a verme en público; solo cuando yo te lo indique; no tendremos relaciones personales, versaba el acuerdo pactado entre el macho alemán y la sumisa serbia.

Mileva y Albert, antes del pacto enajenante al que fue sometida

Aquello fue un infierno hasta que se separaron; sin embargo el monto del premio nobel fue para ella, según lo pactado, porque se dice que fue la que compartió con él, las primeras ideas sobre la teoría de la relatividad.

Este contraste de voluntades, nos permiten ver lo complejo de la condición humana y nos remiten a ejemplos del presente.

Conozco a una Moruna, que va regando palabras por la vida; nada la detiene, y el Gitano que la escucha pacientemente observa el desarrollo del argumento. Los senderos donde caminan están ahítos de expresiones de todo tipo y los corredores de ocasión brincan entre localismos y reseñas filosóficas.

Cada mañana es una historia nueva, aunque se repiten algunos personajes, sin embargo, la Moruna tiene algo de la dura mirada de la monarca jesuita, que sólo es enternecida con la presencia de los niños, un miserable que le pide ayuda, o un desvalido que clama el auxilio en el desierto urbano de una ciudad que de repente es sitiada.

*Director del Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa.

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