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Realidad en paralelo

Por domingo 6 de mayo de 2012 Sin Comentarios

Por Iván Escoto Mora*

Resulta frecuente encontrar varias piezas de una misma obra plástica, bien sean pruebas del artista o reproducciones realizadas en diferentes momentos por razones distintas. Ese es el caso de uno de los cuadros más famosos del mundo del arte, popularmente conocido como La Mona Lisa. Su imagen ha sido multiplicada por miles, quizá millones, pero la copia del Museo del Prado, es una de las más afamadas y discutidas.

Diversas pruebas practicadas sobre La Gioconda del Prado revelaron que el cuadro resguardado en Madrid no se trataba de una “copia al uso” sino de una “ejecución sincrónica”, quizá realizada por algún discípulo de Da Vinci bajo la supervisión directa del maestro florentino.

La Gioconda “española”, en realidad no es española pero tampoco es un Da Vinci “original”, sin embargo, ahora se sabe que es una “copia de taller”, es decir, realizada simultáneamente con el cuadro que se exhibe en el Louvre.

¿De dónde surge la belleza en el arte? Podríamos apurar algunas hipótesis: del creador, de la obra misma, de la mirada de quien contempla el objeto. La interrogante permanece inconclusa.

¿Por qué se ha pensado que la belleza está ligada a la originalidad?, ¿por qué se ha concebido a la originalidad como fuente de placer, de valía e incluso de felicidad?

En el 2009 Mgquemni, músico sudafricano, fue declarado muerto luego de beber una poción suministrada por un curandero de la región. Tiempo después apareció un sujeto afirmando ser el artista. Dijo haber escapado de un terrible cautiverio entre zombis. Seguidores del cantante celebraron el misterioso retorno; algunos amigos lamentaron la farsa del impostor; miembros de la familia expresaron gratitud por el milagro; la abuela del “resurrecto” se sintió bendecida y confirmó la identidad de su nieto.

En 2010 Abass Kiarostami, realizador iraní, alumbró al mundo del cine “Copie conforme” (Copia fiel), filme desarrollado en la Toscana que plantea un tema de interés, no solo en la historia del arte, sino en las más profundas preocupaciones del hombre, al articular algunas inquietudes fundamentales: ¿Qué es la felicidad?, ¿de dónde surge?, ¿es relevante la verdad si a través de la mentira puede llegarse al placer?

El largometraje de Kiarostami pone en crisis la realidad y sus alcances. El resultado, una incógnita, un abismo, el vértigo que nace de la duda. La trama se desarrolla en tres niveles. Un afamado escritor, interpretado por William Shimell, presenta un libro sobre filosofía del arte. Abass Kiarostami, por voz de su personaje, afirma que, en el arte, la originalidad es irrelevante porque aún las piezas originales son replica de alguna realidad.

A la plática del autor asiste Elle, interpretada por Juliette Binoche. No se sabe si es una simple admiradora o la mujer con quien el escritor ha construido antes alguna historia. ¿Se trata de dos amantes jugando a ser desconocidos o dos desconocidos atrapados en el juego del amor?, la respuesta queda, aún después de terminado el filme, en manos del público expectante.

Desconocidos pretendiendo conocerse, conocidos fingiendo ser extraños, en cualquier caso, el misterio de un juego engañoso se convierte en la fuente de los sentimientos.

En otro nivel, los protagonistas de la película acuden al museo de arte local para ver una pintura presuntamente medieval que durante años había sido la pieza central del recinto y máxima atracción del pueblo. Un día fue descubierto que la imagen era apócrifa, sin embargo se pregunta Elle: ¿ello hace a la pieza menos valiosa?

El libro, la pintura, la relación amorosa, son tres niveles que constatan la tesis de Abbas, la originalidad es irrelevante. Si la felicidad es tan efímera como la vida, bien vale la pena un instante de gozo, aunque tal vez sea un instante ficticio. ¿Es posible algo más que lo ficticio en medio de la finitud?

Cuestionarnos qué es real y qué es ilusión, es tanto como preguntar qué es original en una realidad en la que ya todo ha sido visto, escuchado y vivido, pero cada vez que se ve, se escucha y se vive, algo es reconstruido en la perspectiva del hombre.

Quién es el dueño de la primera idea esculpida con la primera palabra y la primera letra. Se dice desde la óptica religiosa que “en el principio fue el verbo y el verbo era Dios y todas las cosas fueron por él hechas”. Sin embargo, el verbo ya era copia de una imagen en la mente de Dios y Dios la creación en la mente de un hombre, semejante a él y como él, omnisciente en el acto de la creación y la recreación dentro de un tempo circular que, como diría Octavio Paz, es: “un caminar de río que se curva,/ avanza, retrocede, da un rodeo/ y llega siempre”, nosotros podríamos agregar que: llega siempre al mismo lugar en que todos somos la vía, el verbo, la creación de un modelo original y a la vez, una copia sincrónica de nuestra Historia.

*Abogado y filósofo/UNAM.

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