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El zócalo una historia apasionante

Por domingo 19 de febrero de 2012 Sin Comentarios

Por Juan Cervera Sanchís*

Sí de El Zócalo hablamos, una de las mayores plazas del mundo, doscientos cuarenta metros de norte a sur y de oriente a poniente, se vale afirmar que estamos hablando de una historia apasionante.

El Zócalo sigue siendo, en la ciudad de México, un lugar sin parangón. Es ese espacio, único y entrañable, síntesis vital de la historia del país.

Si nos remontamos al tiempo prehispánico hay que recordar que formó parte del templo mayor, centro religioso y político de México-Tenochtitlán.

Sí, el Gran Teocalli, donde se realizaban los sacrificios humanos entre los mexicas.

Durante el virreinato, la Plaza Mayor, como entonces se le llamaba, se convirtió en el centro político de los novohispanos. También fue llamada Plaza Principal, Plaza de Palacio y Plaza de Armas. A partir de 1813, dado que ahí se juró la Constitución Política de la Monarquía Española, promulgada en Cádiz el 19 de marzo de 1812, se le llamó, hasta hoy, oficialmente, Plaza de la Constitución.

El pueblo empezó a llamarla Zócalo a partir de que Santa Anna mandó construir un basamento o zócalo con el propósito de levantar un gran monumento, para conmemorar la independencia, que nunca se construyó. Dicho zócalo estuvo ahí desde 1843 a 1920. No obstante, el nombre popular de El Zócalo, es el que permanece. Nadie dice “vamos a la Plaza de la Constitución”. Se dice “vamos o venimos a o del Zócalo”.

Hoy como ayer El Zócalo es en sí una plaza impresionante. Allá por el año de 1554, Francisco Cervantes de Salazar, en el primer texto, que podríamos llamar guía turística de la ciudad de México, describe así la Plaza Mayor por boca de Zuazo, quien responde a Alfaro, viajero admirado de las proporciones de la plaza:

“Hizose así tan amplia para que no sea preciso llevar a vender nada a otra parte”. Y añade: “Aquí se celebran las ferias o mercados, se hacen las almonedas, y se encuentra toda clase de mercancías”

Desde los primeros días del virreinato la plaza tuvo como accesoria la del Empedradillo, hoy Monte de Piedad, llamada así por haber sido la primera calle que fue empedrada en la ciudad. Ahí se instalaron en varias ocasiones plazas de toros, costumbre que duro hasta 1822.

La plaza estaba circundada por La Catedral, El Palacio Nacional, las Casas del Cabildo, el Portal de las Flores, el Portal de Mercaderes… Por cierto que en frente del Portal de las Flores y las Casas del Cabildo o la Diputación, pasaba una acequia que fue vía de activo comercio, conducido por embarcaciones. Como entre los artículos que ahí se comerciaban las flores ocupaban un lugar prominente, estas dieron nombre a uno de los portales.

El Zócalo sigue siendo escenario de desfiles militares y deportivos, actos cívicos y toda clase de manifestaciones. Año con año la noche del 15 de septiembre se conmemora ahí el Grito de Dolores o, simplemente “el Grito” como lo llama la gente. Recuerdo de la proclamación de la independencia por Miguel Hidalgo y Costilla, que dio principio en 1810 a la Revolución de Independencia de México. El Presidente de la República aparece en el balcón central del Palacio Nacional a las 23 horas, tañe la campana y da el ya clásico grito que el pueblo que abarrota la plaza corea entre vivas a México.

Sin lugar a dudas la Plaza de la Constitución es en verdad una de las más hermosas del mundo, dada la incuestionable belleza de los edificios que la circundan, donde predomina el estilo barroco. Destaca la fachada del Sagrario Metropolitano, al oriente de la Catedral, considerada “una de las mejores expresiones del barroco mexicano.” En el lado oriente de la plaza ocupa la mayor parte de la manzana el Palacio Nacional, entre la calle Moneda por el norte, la de Corregidora por el sur y la calle de Correo Mayor por el oriente. Este gran edificio se levanta en el terreno que ocupaban en la época prehispánica las llamadas Casas Nuevas de Moctezuma II, quien gobernaba a la llegada de los españoles.

En la construcción del Palacio Nacional se aprovecharon los materiales de aquellas casas.

Su primer propietario fue Hernán Cortés por donación que le hizo el Rey de España en Cédula de 27 de julio de 1529. Fue una de las primeras construcciones que se levantaron con el trabajo de los naturales, quienes tras la caída de Tenochtitlán el 13 de agosto de 1521, fueron convertidos en mano de obra obligatoria.

En 1562 el rey de España compró el palacio a don Martín Cortés, hijo de don Hernando, y lo destinó a palacio de sus virreyes, quienes habían venido habitando en otro palacio también propiedad del conquistador. Edificio que todavía existe en parte con el nombre de Monte de Piedad.

El gobierno virreinal se mudó al Palacio Nacional el 19 de agosto de 1562, en los tiempos del virrey don Luis de Velasco, el primero de ese nombre.

De los 63 virreyes que gobernaron la Nueva España, únicamente dos no habitaron en el palacio: don Antonio de Mendoza y don Juan de O´Donojú.

La Plaza Mayor siempre fue imán y catapulta del devenir político y comercial de la ciudad y del país. Ahí estuvo El Parián, el primer supermercado, se puede decir, que hubo en la Nueva España. El Parián inició sus actividades el año de 1696. Fue construido a iniciativa del gremio de los chinos o filipinos. Ahí se vendían los productos que llegaban a México en la célebre Nao de China. El nombre se lo pusieron inspirado en el célebre mercado llamado así que había en Manila, la capital de las Filipinas.

En 1828 fue asaltado por el pueblo hambriento e incendiado.

En 1843 Santa Anna ordenó su destrucción. Era un largo edificio de dos pisos, el primer piso estaba destinado a las ventas y el segundo a los almacenes.

El Zócalo ha sido y continúa siendo el máximo escenario de los acontecimientos más trascendentales de la vida política del país y, de seguro, que lo seguirá siendo.

Para finalizar nuestra breve reseña queremos recordar unos versos de autor anónimo que cantan al Zócalo con patriótica emoción y que llevan por título: “Zócalo”. Dicen así:

“Quinientos años son ya/ que noche y día estás ahí/y ahí seguirás estando/ sin duda dentro de mil. No sería México, ¡México!, / si no te tuviera a ti y en ti se manifestara/ con libertario sentir. Tú eres historia vibrante/ y eres eterno fluir, pues cuando decimos ¡Zócalo!/ patria queremos decir. En ti está nuestro pasado, / que es presente y porvenir de nuestra mezcla de sangres/ de honda y sentida raíz. Palacio y catedral y eres/ con corazón de maíz en donde México en pleno / cabe entero y por qué sí. Zócalo donde yo niño / viví aquel grito sin fin que marcó toda mi vida / de vivo amor hacia ti. ¡Viva México! es el grito / que da luz a mi vivir cuando en el Zócalo siento / que me lleno de país”.

Sí, así es la Plaza Mayor, la Plaza Principal, la Plaza de Palacio, la Plaza de Armas, la Plaza de la Constitución… El Zócalo nuestro, tan de cada día y de cada noche, y honda y altamente entrañable del pueblo, que lo siente tan suyo, como bien expresa el poeta anónimo en sus sentidos versos.

*Poeta y periodista andaluz.

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