Nacional

Pavlova, danza y deleite

Por domingo 11 de diciembre de 2011 Sin Comentarios

Por Alberto Ángel El Cuervo*

¿Qué vas a hacer, hijita…?

—Una Pavlova…

—¿No acabas de regresar de clase de danza?

—Sí, y por cierto estuvo hermosísima, te mandan saludos los maestros… Te tienen mucho aprecio ambos, Roberto y Mitzuko… Ya casi tenemos montado lo que presentaremos en el teatro a mitad de enero…

—¡Ah, qué bien, salúdamelos también..! Pero cómo es que vas otra vez con ese ejercicio… ¿No te cansas de bailar, hija..?

—Bueno, no me canso de bailar, papi, pero no te estoy hablando de danza, sino de cocina.

—¿No dijiste que vas a hacer una Pavlova..? Creo que tengo que revisarme el oído…

—Oíste perfecto, papi… Voy a hacer una Pavlova…

—¿No es una posición de ballet o un paso de baile o algo así en honor de la bailarina…?

—Sí es en honor a Ana Pavlova, la célebre bailarina rusa, pero no es ni posición ni paso de danza… Es un postre… Un chef lo inventó… Lo hizo a base de merengue, frutas rojas y crema… Es un postre ligero, que intenta simbolizar la ligereza de Ana Pavlova…

En el año de 1926, Ana Pavlova visita por primera vez Australia llevando su propia compañía de ballet que este año está cumpliendo cien años de haberse fundado. La gira a Australia, fue para la compañía J. C. Williamson Organization y la Pavlova presentó 18 distintas danzas, la mayoría en un solo acto y todas ellas con la coreografía de la propia Ana Pavlova que además de ser una legendaria bailarina, se mostró como una coreógrafa de calidad excepcional. Con su propia compañía de danza, recorrió prácticamente todo el mundo, los cinco continentes supieron de la magia de su arte… Incansablemente, Ana Pavlova maravillaba a toda la gente de todos los países… Lo único que detuvo su gira permanente con su propia compañía, fue la muerte en el año de 1931 a los tempranos 51 años de edad… Nació Ana Pavlova en San Petersburgo, Rusia. Su entorno, el campo, la naturaleza… Su familia campesina y de condición humilde… Los biógrafos en general, hablan de la posibilidad de que haya sido “hija ilegítima” y que por esa razón, la propia Ana haya declarado en varias ocasiones que su padre murió cuando ella tenía tan sólo dos años de edad. Otras versiones, nos hablan de que sus padres fueron judíos… Y en aquella época los judíos eran despreciados y perseguidos, por lo que Ana se vio orillada a ocultar su verdadero origen. Independientemente de cuál sea la verdad, Ana Pavlova nació para ese destino sublime en el arte de la danza. En el año de 1891, fue admitida en la Escuela del Ballet Imperial de Rusia. Dos años antes, cuando frisaba en los ocho años de su existencia, Ana había sido rechazada en esa misma escuela por no cumplir con el mínimo de edad. Después de estudiar seis años con maestros como Pável Gerdt, Christian Johansson y Eugenia Sokolova, habiéndose formado en el ballet clásico, trabajó en algunas compañías de danza de Rusia, formando así su propia compañía de ballet en el año de 1911 con la que recorrió el mundo entero. En 1919, Ana Pavlova llegó a México para triunfar al mando de su compañía de ballet interpretando todas las suites románticas y clásicas con las que conquistó al mundo entero. Curiosamente, en ese mismo año, según comentaba orgulloso alguna vez, nace mi siempre admirado amigo Antonio Aguilar, icono de la música tradicional mexicana. Cuando yo nací, me contaba orgulloso don Antonio, Ana Pavlova vino a festejar mi nacimiento bailando el jarabe tapatío… Obviamente, lo decía en son de broma, porque precisamente, la célebre bailarina al conocer la considerada danza nacional, o sea el jarabe tapatío, de inmediato se sintió cautivada por la belleza de nuestra danza y la montó para llevarla al mundo con su compañía, bailando el jarabe en puntas y ataviada con el atuendo de china poblana. Siguieron giras y presentaciones de Ana Pavlova en el mundo entero y así, en el año de 1926 visitó Australia para tres años más tarde realizar una gira por Nueva Zelanda. En esas lejanas tierras, Ana Pavlova se convirtió en parte de una leyenda más: australianos y neozelandeses, se pelean el origen y la invención del postre que lleva su nombre en honor de la excelsitud de su arte dancístico: Pavlova… Se cuenta que después de una presentación, un afamado chef australiano o neozelandés en su caso, al ver que la bailarina llegaba a su restaurante, hizo un postre ligero y con colores blanco y rojo simbolizando la pureza y la pasión con que la Pavlova envestía su danza. Se supone que los registros escritos más antiguos del postre, están en Nueva Zelanda, pero la creencia popular es más fuerte en cuanto al origen australiano. De cualquier manera, es debido a la magia que Ana Pavlova proyectaba con su ligereza en el escenario… Bailarinas de todo el mundo tienen a Ana como ejemplo a seguir ya sea en el profesionalismo como en una intención de cultivar el arte de la danza por el sólo gusto de bailar… Y Ana Pavlova, esa legendaria bailarina, se fue como si emulara la manera de morir que tantas veces mostró en el escenario a través de la maravillosa pieza de ballet cuya coreografía es de Michel Fokine y fuera llevada a la inmortalidad por la Pavlova: La Muerte del Cisne inspirando a grandes bailarinas en el mundo y a muchas obras e incluso películas de gran éxito. La obra dramatiza los últimos momentos de un cisne herido…

—Ya nos vamos, papá…

—¿A hacer el postre…?

—No, la danza…

—¿Pues no que vas a hacer una Pavlova…?

—Sí, en la noche, por el momento nos vamos mamá y yo a hacerle honores a la Pavlova… Pero en la danza…

Y mirando un video de El Lago de Los Cisnes, me despido de Las Mary’s, mis dos bailarinas inspiradas y motivadas también por la célebre Ana Pavlova.

*Cantante, compositor y escritor.

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