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El pueblo de San Javier

Por domingo 13 de noviembre de 2011 Sin Comentarios

Por Sergio Uzárraga Acosta*

San Javier es un pueblo de San Ignacio, Sinaloa, irrigado por el río Piaxtla. Lo fundaron los jesuitas entre los años 1626 y 1633, y es de suponerse que se asentaron en este lugar para catequizar a los indígenas de Cabazán y sus alrededores. Tiene mucha historia, y desde los primeros años de su fundación contaba con una iglesia que en el siglo XVIII custodiaba una gran colección de obras de arte sacro. El 27 de mayo de 1768 llegó a este pueblo el obispo de Durango Pedro Tamarón y Romeral, y fue atendido por el bachiller Joseph Joaquín Muñoz, cura de esta villa y su jurisdicción. El obispo mandó se hiciera el inventario de los bienes que existían en esta iglesia parroquial, y encontró una gran cantidad de obras artísticas. La iglesia medía cuarenta y siete varas tres cuartas de largo (aproximadamente 40 metros) por ocho de ancho (aproximadamente 6 metros con 70 centímetros) y seis de alto (aproximadamente 5 metros). El bautisterio medía cuatro varas de largo (aproximadamente 3 metros con 34 centímetros), tres de ancho (aproximadamente 2 metros con 50 centímetros) y cinco de alto (aproximadamente 4 metros con 17 centímetros), y contaba con una imagen de San Francisco Javier, de madera con su diadema de plata, una de Nuestra Señora del Rosario, también con su corona de plata, una de Nuestra Señora de los Dolores y una de Nuestra Señora de la Soledad, entre otras importantes obras.

De acuerdo a las noticias estadísticas levantadas por el licenciado José Agustín de Escudero, en 1849 la Villa de San Javier contaba con 590 habitantes. Se dedicaban a la agricultura y a la extracción de la sal, y se sabe que en estos tiempos eran organizadores de fiestas muy importantes, con las que mataban el tedio año con año. Aparte de las fiestas religiosas de semana santa, se tiene noticia de la Fiesta de la Taspana, que se cree se realiza desde aproximadamente 1865. Dicha festividad se lleva a cabo en el mes de octubre de cada año, y en sus orígenes era la que alegraba el ambiente de la población. Participaba en esta festividad el trío Frijol con Hueso, originario de ese mismo lugar, y eran momentos de mucha alegría los que generaba esta agrupación musical. Estaba integrado por Mariano Bolado, que tocaba el violín, su hijo Encarnación Bolado Bernal, que tocaba el guitarrón y por Pilar Rocha, que tocaba la tambora. Ellos ofrecían momentos de esparcimiento a los habitantes de San Javier en la última mitad del siglo XIX, y eran admirados y queridos por toda la población y sus alrededores.

En 1869 la Villa de San Javier contaba con 305 habitantes. El 29 de octubre de 1880, al ser reformada la constitución del estado, San Javier se convirtió en una de las 3 directorías del distrito. Esta directoría estaba dividida en tres alcaldías: la del mismo nombre, la de Ixpalino y la de Coyotitán. La alcaldía de San Javier la integraban, además, las celadurías de Camacho, Cabazán y la de La Labor, y San Javier era la cabecera tanto de la directoría, que en 1884 contaba con 3683 habitantes, como de la alcaldía, que en este mismo año contaba con 1683 habitantes. En San Javier, por ser la cabecera de la directoría y de la alcaldía, en mayo de 1885 había 2 escuelas primarias. La de niñas, atendida por Manuel Gamboa, contaba con 25 alumnas, y la de niños, atendida por Loreto Cárdenas, contaba con 35 alumnos.

Entre las alegrías que gozaban los habitantes de San Javier también había bastantes tristezas. Se vivía un tipo de violencia manifiesta en agarres a cuchilladas, machetazos y balazos, que provocaban venganzas que trastornaban la tranquilidad de los pobladores. El 29 de diciembre de 1889, por ejemplo, Jesús Rendón hirió de una puñalada a Luis Torres, y después Melitón Bañuelos asesinó de un balazo a Jesús Rendón. Vengó a Luis Torres, y así como este caso, se daban varios en la vida cotidiana. Las fiestas se organizaban de tal modo que evitaban estos sucesos, y generalmente resultaban tranquilas. En 1891 las que se realizaron en la semana santa, debido a muchos problemas económicos y de salud por los que estaban pasando, no estuvieron tan lúcidas como en otros años. Los que asistieron contaron que no sirvieron. Dijeron que “todo era tristeza y desilusión”, y que quien no llevó qué comer, aunque llevara dinero, sin comer se quedó porque no hubo hoteles ni fondas de la última categoría. El programa que se anunció no correspondió al que se realizó, y debido a eso hubo quejas por parte de los amantes de esas festividades. Sin embargo, a pesar de la influenza que los tenía preocupados en esos días, no hubo casos que lamentar en este pueblo fiestero, no hubo ninguna desgracia, y eso era lo que los tenía satisfechos.

*Historiador de Arte.

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