Nacional

Un sábado de luto

Por domingo 17 de julio de 2011 Sin Comentarios

Por Mario Arturo Ramos*

El sábado discurre panza arriba, indolente,
sin prisa como un muerto o como una efeméride,
sólo que alguien se case abandona el olvido
¡El sábado es un día tan lleno de parientes!
“Canto popular de las comidas”. Armando Tejada Gómez

Hay sábados que no debería escuchar el teléfono, leer los periódicos, prender la televisión o la radio, sólo debería bajar el telón a los medios de comunicación y leer al poeta argentino, Armando Tejada Gómez; eso pensé el pasado 9 de julio, de madrugada lluviosa en la capital del país. En las primeras horas de la mañana el comunicador contemporáneo empezó a llamar con insistencia, durante un rato por mi mente pasó la idea de dejarlo sonar y sonar para ver si se cansaba el teléfono o el que llamaba, pero al fin mi queretaneidad se impuso y con una ironía malhablada tome el auricular, del otro lado escuche la voz angustiada de mi amigo el compositor e intérprete pampero, Jorge Casarín Budiño, “Maximiliano”, que llamaba desde algún lugar de California. ¿Ya te enteraste? dijo con premura; en la modorra que produce la humedad capitalina solo me atreví a decir ¿de qué?, mataron en Guatemala a Facundo Cabral muy temprano, contestó Casarín con ese acento tan suyo. En silencio prendí el aparato televisor y busque medio adormilado los noticiarios para enterarme, parafraseando a Joaquín Sabina, yo no sabía si eran las seis, las siete o la diez, de un sábado de luto.

No soy de aquí ni soy de allá
no tengo edad ni porvenir
y ser feliz es mi color de identidad
“No soy de aquí ni soy de allá”. Facundo Cabral

“La violencia se ha apoderado del tiempo nuestro” dice un conocido pensador moderno fue lo primero que se me vino a la mente, mientras Max me explicaba la tragedia guatemalteca; lo asesinaron a balazos, repetía con tono doliente el “compa” de Facundo. Mientras checaba las noticias recordé que allá por 1973, compartía oficina con uno de mis coautores y un fabricante de guitarras en el corazón de la Zona Rosa chilanga, (hoy llamada “Zona Broza). Jorge insistía en que deberíamos tomar un café con su viejo amigo Rodolfo Enrique Cabral, mejor conocido como Facundo Cabral, le comete a Casarín que no me entusiasmaba la idea, tenía la imagen del cantor argentino promovido por el noticiero, 24 horas y la definición de la industria musical que hacía del Canto Nuevo. Jorge insistió con vehemencia y ante mi aceptación, a las pocas noches, un poco antes del cierre de labores, entró a mi cubículo acompañado de un hombre vestido de mezclilla que cargaba una bolsa de piel y se cubría la cabeza con una gorra azul; después de las consabidas presentaciones, salimos bajo el cobijo de las sombras a beber una buena dosis de la aromática bebida.

Si se calla el cantor
calla la vida
porque la vida,
la vida misma
es todo un canto
“Si se calla el cantor”. Horacio Guarany

Mis ancestrales “esques” pasaron de largo cuando surgió la primera observación “Cabralesca” a propósito de los ejecutantes de música mexicana, con voz pausada señaló: “Son excelentes, en una temporada en el Hotel del Prado (dañado en 1985), la orquestación y el virtuosismo mostradas a la hora del show por los músicos fue tanta que paré mi actuación, igual que el público terminé embelesado ante los excelsos sonidos que brotaban de los instrumentos.” Pronto salió a la charla, Witman, Tejada Gómez, Yupanqui, Mercedes, José Hernández, Larralde, Isella y otros que escapaban a la canción fácil y pegajosa que atiborraban el cuadrante de la radio. Los recelos se olvidaron y al cabo de unas horas compartimos mi usual caminata por Paseo de la Reforma. Los siguientes encuentros con Facundo fueron en un vuelo a Buenos Aires, de Aerolineas Argentinas, en un expendio de café en el centro de Lima, en un restaurante de Madrid, los diálogos viajaban de la poesía a las problemáticas de las sociedades autorales y a la salud; una enfermedad rabiosa lo acosó hasta su final y como todo hombre continuo cantando y componiendo. La última vez que dialogue con el cantor argentino fue en Tijuana B. C., iba a presentarse en el teatro del CECUT; quedamos de llamarnos para continuar la plática

Me gusta ir con el verano muy lejos
pero volver donde mi madre en invierno
y ver los perros que jamás me olvidaron
y los abrazos que me dan mis hermanos.
“No soy de aquí ni soy de allá”. Facundo Cabral

La historia del asesinato ha sido difundida con amplitud, retomamos lo más importante: “Se dirigía al amanecer al aeropuerto internacional de la capital (Guatemala), para viajar a Nicaragua cuando el vehículo en que viajaba fue emboscado en el bulevar Liberación por hombres armados con fusiles de asalto. El cantante recibió varios impactos de bala y murió en el lugar del ataque.” Facundo, nació el 22 de mayo de 1937 en La Plata, provincia de Buenos Aires, comenzó la carrera en 1959, con la guitarra, instrumento que fue su compañía hasta la hora de su muerte. Su primer nombre farandulero fue: “El indio gasparino”, mi amigo Max se reía cuando recordaban andanzas donde compartían hambre y aplausos, el indio y el “Tarzan colérico” nombre con el que era conocido Casarín. En 1976 como protesta contra la dictadura militar dejó Las Pampas y se quedó a radicar en México, país al que amó entrañablemente, en 1996 la Unesco lo nombró: Embajador mundial de la Paz. El 9 de julio de 2011, víctima de la violencia acribillaron a Facundo, al corroborar la noticia de su deceso recordé que el NO + SANGRE que enarbola parte de sociedad civil, es urgente que se ponga en práctica, porque con respeto a los lectores, “estamos hasta la madre de las muertes violentas”, porque estoy de acuerdo con la afirmación de Juan Carlos Saravia, integrante del popular grupo folklorista, Los Chalchaleros, “La muerte trágica de Cabral en Guatemala, es un atentado contra la cultura” epílogo realista de un sábado de luto.

*Investigador y compositor. 

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