Nacional

La maestra de América: Gabriela Mistral

Por domingo 15 de mayo de 2011 Sin Comentarios

Por Mario Arturo Ramos*

“El niño solo” –fragmento-
por la ventana abierta
la luna nos miraba.
El niño ya dormía
y la canción bañaba,
como otro resplandor
mi pecho enriquecido.
Gabriela Mistral

El 15 de mayo festejamos al MAESTRO (a). Han pasado 93 años de la 1ª celebración para honrar a los mentores, fiesta que en 1918 materializó la iniciativa presentada al Congreso Constituyente, por los legisladores Benito Ramírez García y Enrique Viesca Lobatón, el 27 de septiembre de 1917. En la exposición de motivos de su propuesta señalaron: “la fecha para celebrar el festejo, debe coincidir con el Triunfo de la República sobre el 2º Imperio en Querétaro”, simbólica manera de recordar la victoria de las ideas liberales sobre las conservadoras. La iniciativa fue para reunir al saber y a la libertad. La manera de se parte del reconocimiento al maestro, es recordar a la chilena/universal: Gabriela Mistral.

“Ruego”-fragmento-
Te digo que era bueno, te digo que tenía
el corazón entero a flor de pecho. Que era
suave de índole, franco como la luz del día.

El amor Gabriela-México se desató en 1922; ocupaba el puesto de Secretario de Educación Pública, José Vasconcelos. La reforma educativa implementada por el autor del “Ulises Criollo”, necesitaba que participaran en su desarrollo especialistas como la profesora Lucila Godoy Alcayaga, quien firmaba como Gabriela Mistral, nombre con el que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1945. La poeta nació el 7 de abril de 1889, en Elqui, Vicuña de Coquimbo, Chile y gozaba de un sólido prestigio ganado por su labor en: Liceo de las Niñas de los Ángeles- 1012/1918-, Liceo Femenino de Punta Arenas- 1918/1920-, Liceo de Temuco-1920-, Liceo de Santiago de Chile- 1921-. Instituciones de su país donde se ganó el respeto como educadora de altos vuelos. Por espacio de dos años su participación como observadora, activista y consul­tora en actividades educativas mexicanas, la obligó a llevar un ritmo de vida intenso que le permitió trabajar en círculos obreros y campesinos, donde su experiencia educacional se retroalimentó con las vivencias que nutrieron la pluma de la ganadora en 1914 de los Juegos Florales de Santiago de Chile y autora del volumen “Sonetos a la muerte”. El año de la llegada de Gabriela a México se publicaron sus poemarios: “Desolación”, y al poco tiempo: “Ternura”, “Lectura para mujeres”, los lectores encontraron en su expresión poética lirismo, emoción pura, imágenes claras, canto rebosante de orfebrería lingüística. Los más avezados encontraron en la poesía de la Mistral, hermandad con la de Amado Nervo y como ¡no! si el amor México- Gabriela fue para siempre.

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas
y en la azulada y leve polvareda de luna
los despojos livianos irán quedando presos.

En 1924 salió de nuestra patria para encontrar su destino al otro lado del Rio Bravo. A los pocos meses de encontrarse en los EE.UU volvió a hacer maletas y se instaló en Paris donde se desempeñó como representante del gobierno chileno en el Instituto de Cooperación Intelectual, cargo donde ejerció su responsabilidad apoyándose en su tarea de profesora; entre 1929 y 1932 de regresó a América a impartir conferencias y a las labores pedagógicas a las que dedicó gran parte de su vida. En esta época su poesía se nutrió de de gotas de ternura, canto infantil, de aromas de la naturaleza, de demandas de emancipación femenina, de dolor íntimo, miseria y desgracia de los explotados, temas que encontraron abrigo en sus textos. En 1932 a 1938 reanudó la actividad diplomática ocupando cargos en Italia, Portugal y España y en 1938 en plena guerra civil de España editó “Tala”; en 1940 continúo en la diplomacia residiendo en Niza y más tarde en Brasil, viviendo en tierras brasileñas le comunicaron que era la ganadora del Premio Nobel de Literatura.

La vida es oro y dulzura de trigo
es breve el odio e inmenso el amor

De regreso de los festejos decidió vivir en Nueva York, la vorá­gine de la “Babel de hierro” y su oferta cultural era lo suficiente atractiva para pasar los últimos años; en su casa estadunidense continuó con oficio de escritora, elaborando cartas, ensayos, artículos periodísticos, revisiones a poemas sin publicar y pre­paraciones de nuevas ediciones de sus libros. Así llegó aquel 10 de enero de 1957, día final de una poeta que cumplió su vocación en el magisterio y en las letras, ejemplo imborrable de un ser que dedicó su tiempo a enseñar y a escribir y que el Día del Maestro está presente por ser la Maestra de América. Gabriela Mistral, la que cantó con sencillez natural:

Yo que todo lo he perdido
ahora tiemblo hasta al dormir
no resbales de mi brazo,
¡duérmete apegado a mí!

*Investigador y compositor.

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