Nacional

Empanaditas doña Gela, una tradición en Cócorit

Por domingo 15 de mayo de 2011 Un comentario

Por Juan Diego González*

La primera vez que probé las empanaditas doña Gela, mi paladar saboreó uno de las cosas más deliciosas inventadas por el hombre. La textura, el color, la suavidad del pan horneado que se desbarata en tu boca y te regala el interior dulce de la cajeta. Desde entonces ya había pensado entrevistar a los dueños de la casa verde, como es conocido el lugar en la región. Esta mañana de mayo, con un nublado agradable, me dirigí al centro de Cócorit, comisaría de Ciudad Obregón. Al tomar el bulevar Antonio Herrera, disminuí la marcha del carro para disfrutar la vista de los pocos álamos que aún soportan el paso del tiempo. Al topar con la calle Mariano Escobedo, enfrente de la plaza, doblé a la izquierda, hacia el sur. El negocio se encuentra sobre la calle Constitución, con el número 100 en una de sus paredes. En realidad no necesitas mucho la dirección porque el muy particular olor que despide el pan horneado te lleva exactamente hacia allá.

Abrí la reja del patio. Sobre la puerta principal cuelga un letrero con la frase ¡Bienvenidos, mi casa es su casa! Tras de mí de llegó un policía, nos saludamos y el oficial inmediatamente pidió tres bolsas de empanadas, dos de guayaba y una de fresas con crema. Me imagino que para el café de media mañana. Pregunté por el encargado para solicitar una entrevista para La Voz del Norte. Mientras lo fueron a buscar, me quedé observando a dos mujeres que preparaban las empanadas en una mesita de apenas un metro cuadrado. Una sacaba las bolitas y la otra las estiraba con el rodillo. Platicaban muy entretenidas sobre algo, de vez en cuando sonreían. Sus manos se movían como alas de paloma que sobrevuela el nido para vigilar las crías recién salidas del cascarón.

Del fondo de la casa apareció un hombre alto, moreno y muy amable. Le expliqué brevemente mi presencia. Me invitó a sentar en una de las mecedoras de madera del patio. Su nombre es Rolando Fierros Jacques, actual propietario.

“Mi madre fue la fundadora, María de los Ángeles Jacques González, le decían Gela, de ahí el nombre de las empanadas, hace como unos quince años de eso. Mi padre Juan Fierros López la ayudaba en su tiempo libre, él trabajaba como conductor de ambulancia del IMSS, en el Hospital General de Zona 1, hasta que se jubiló y entró de lleno al negocio”.

Sus ojos se llenaron de nostalgia y recuerdos mientras hablaba: “A mi madre le gustaba mucho la cocina. Nos hacía donas, cocadas, coricos de Maseca y también empanadas de calabaza. Cuando había fiestas familiares, ella se encargaba de hacer la comida. Como aquí en Cócorit se da el higo en junio y julio y la guayaba de agosto a octubre, también elaboraba cajeta de higo y guayaba para venderlo en envases de a litro. Ella siempre se dedicó al comercio, incluso durante años trajo ropa del norte, sobre todo de Nogales para venderla aquí, ¿recuerdas cuando estaban de moda los Levis originales?”

Rolando me contó que se fue a Hermosillo por casi veinte años pero regresó desde hace cinco por problemas de salud de su papá y se incorporó también a la venta y distribución de empanadas, un negocio donde trabajan ocho personas y dependen seis familias. “Esto empezó en pequeño, primero las empanadas eran para la familia, se vendían muy pocas… sin embargo quien las probaba, hablaba de su sabor y cada vez venía más gente recomendada… como te digo… se anunciaba de boca en boca. Al principio nos conocían como la Casa verde o las empanadas de Cócorit. Mi madre decidió hacer el negocio en forma, junto con una prima mía, Rosalía Valles Moreno. Después empezamos a ponerle etiquetas a las bolsas y se quedó el nombre Empanadas Gela.” Los primeros sabores fueron los tradicionales de guayaba y de higo. Cuando Rolando se incorporó al negocio, sugirió otros sabores como ponerles lechera, la cual, con el calor del horno se vuelve cajeta. Ahora ya incluyen piloncillo, bavaria, piña y fresas con crema. “Ahora también tenemos coyotas y mini empanadas. Las vendemos bajo pedido de kilo, porque son muy elaboradas, el tamaño las vuelve especiales. Nos la piden para eventos y encuentros. Vienen mucho las señoras de Obregón que hacen cafés y reuniones sociales.”

¿Cómo mantienen el sabor? Rolando se quita la gorra y se queda serio, como si tuviera un secreto imposible de revelar. “Todo el proceso es casero, excepto la amasada, porque tenemos una máquina, pero hacer las bolitas, extenderlas, poner la cantidad exacta de relleno, doblarlas y cerrarlas, les espolvoreamos un toque de azúcar y al horno, para dejarlas doradas, suaves pero consistentes, perfectamente cocidas sin endurecerlas… así me enseñó mi madre y sigo sus consejos”.

Empanadas Gela, una tradición en Cócorit está en pleno proceso de expansión. En un solar pegado a la casa ya se está edificando una ampliación. Después de mucho buscar un horno semi industrial que dejará el mismo horneado que las actuales estufas de casa, se tiene visto uno. Estas empanadas se conocen también en Esperanza, Obregón, Los Mochis, Guasave y ya se está en pláticas con personas de Hermosillo para venderlas allá. “Por aquí pasan los que vienen desde Mazatlán y Cualicán y todo el sur de Sonora y van para Tucson y Phoenix. Se llevan paquetes para sus familiares que no pudieron venir, como quien dice para llevarse un poco del sabor de México”.

Recientemente la fundadora de Empanadas Gela, doña María de los Ángeles, pasó a mejor vida. Su foto en medio de la cocina mantiene vivo el recuerdo de su bondad y esfuerzo, como si estuviera todavía dirigiendo el negocio.

Me despedí de Rolando y le entregué el número 49 de La Voz del Norte. Me subí al carro y mientras manejaba, empecé a disfrutar una empanada de cajeta. Por un instante, regresé en el tiempo. Me vi como otro niño más de la familia Fierros Jaques, sentado en el patio, a la espera de que mamá Gela sacará del horno las donas y empanadas preparadas especialmente para nosotros.

*Docente y escritor sonorense.

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