Estatal

Breve remembranza de un amigo

Por domingo 20 de febrero de 2011 Sin Comentarios

Por Manuela Rodríguez*

Francisco Martínez, maestro de primaria, originario y vecino de Quilá desde 1933, fecha de su arribo a este mundo. Miembro activo de la Asociación de Cronistas de Sinaloa, autor de varios libros entre otros: -La Candelaria, fiesta popular de Quilá; Navito, crónica y leyenda, pero sobre todo, Promotor del Centro Cultural del Valle de Dan Lorenzo, del Municipio de Culiacán, Sinaloa.

Francisco Martínez, una persona que responde a su ima­gen: VERTICAL, DERECHO, sin cuarteaduras… y queriendo parodiar al corrido: UN HOMBRE, A CARTA CABAL.

La razón de mi dicho lo fundamento en el conocimiento que de su persona y virtudes como tal, data de los años 70, cuan­do ambos hicimos ronda con otros compañeros maestros del ramo estatal, transitando el camino más idóneo y seguro para cumplir con el deber contraído, tiempo atrás, en la noble tarea de enseñar los elementales conocimientos de la educación pri­maria. Y esa inquietud de saber más para dar más, nos llevó a encontrarnos en las filas de los alumnos del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio. ¿Logramos nuestros propósi­tos, nuestros anhelos? Algunos, tal vez sí, en un alto porcen­taje; otros, menos afortunados, en menor medida, debido a muchos factores, sobre todo, la lejanía de nuestros centros de trabajo, de donde nos desplazábamos a esta ciudad de Culia­cán a redondear nuestros estudios y aprovechamiento evalua­do periódicamente; muchos, probablemente desertaron por razones de salud o económicos entre los afortunados de haber terminado, contra viento y marea, tan esforzados como valio­sos programas de estudio que veíamos compensado cada año aprobado, con un quinquenio de sobresueldo. Triste es decir lo que al final de la jornada nos los arrebataron y diezmaron aún más, con la tabulación del sueldo de los tres últimos años, haciendo más exiguas las percepciones salariales que hoy con­forman nuestra misérrima soldada jubilatorio. Díganlo si no es cierto lo asentado, mis compañeros de época. No sé Francisco si se jubiló entonces. ¡Cuál júbilo!…¡Castigo!.

Cuántos maestros que como yo llevábamos cada año, la preciosa carga de un hijo más a nuestros haberes y deberes… como maestros-alumnos en capacitación.

No lo recuerdo con pesar sino con santo orgullo, pues ahora pienso que todos ellos, mamaron de su madre el deseo de luchar por la conquista de las ciencias y a Dios gracias, to­dos lo lograron.

Perdón por mi desviación. A veces se imponen sin querer. En este quehacer, una letra sigue otra y una pregunta obliga a la respuesta.

A Francisco no le conozco hijos, pero ¡Cómo tuvo “cosi­jos”! con la multitud de alumnos que pasaron por su vida de maestro y está satisfecho. Aseguro que cada profesionista, o cada hombre o mujer realizado en la vida y que un día pasa­ron por su quehacer de maestro, lo llenan de alegría y le traen cada recuerdo, grato o ingrato ¡Qué más da! Cada uno es un cachito de vida y si lo recuerdas es que estás vivo.

Así nosotros, Francisco, yo y todos los que pasamos por Instituto Federal de Capacitación del Magisterio, cada ocasio­nal encuentro, volvemos a vivir aquel lejano ayer y a recordar a los compañeros vivos y muertos y a nuestros inolvidables maestros, algunos ya ancianos en aquellos años. Yo recuer­do con gran ternura a mi maestra Domitila Quintero, que a pesar de su edad, su lucidez era maravillosa fuente de cono­cimientos del Español que vertió en nuestras mentes fértiles. Al Profr. Santiago Zúñiga Barrón; la alegría contagiosa del maestro Roberto Juárez, etc., etc.

Aguántenme. No quiero dejar de recordar que con Fran­cisco y en aquella época, compartimos además de afanes, también triunfos como figurar en el grupo de mayor aprove­chamiento en uno de los cinco grados del curso, con lo que ganamos un paseo a Mazatlán y una suculenta comida en un restaurant del puerto. Yo conservo la foto que tomaron al gru­po de alumnos y maestros.

Por último, quiero felicitar a Francisco y felicitarnos todos por ser parte de este merecido homenaje, ganado a pulso, no solo por sus virtudes y valores, más que todo por su fidelidad y amor a su tierra y a su gente.

Gracias compañeros cronistas. Gracias Quilá y a su Virgen­cita de la Candelaria, que tanto ama y mima Francisco Martínez.

*Integrante de La Crónica de Sinaloa.

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