Estatal

El espejo

Por domingo 19 de septiembre de 2010 Sin Comentarios

Por Francisco Meza*

Para Constanza Meza, mi hija.

Qué es un espejo? Te respondo: el espejo es un pá­jaro que gusta viajar a ras de rostro. Te insinúa y así te da la forma que necesitas para imaginarte, para darte con el peine hasta practicar el gesto preciso con el que enfrentaras al día.

Cuando el hombre descubrió el espejo supo que algo había cambiado para siempre. En esa charca prehistóri­ca donde temblaba su cara, aún hoy, se puede beber el legado.

La palabra espejo refleja un ciento de cosas, un siento de resonancias.

Me preguntas y guardo silencio. Algo hay de océano en ese vidrio inofensivo, de inmensidad, de evolución, de me­tamorfosis congelada, de velocidad siempre a punto de acti­varse, de herramienta para el fuego.

Fue un ancestro curioso el que se cuestionó quién lo obser­vaba desde el fondo del agua. De allí en adelante, guardamos la forma, gustamos de vernos, de ser los testigos de cómo el tiempo recorre nuestra carne.

Debes saber que existe una diferencia entre espejo y es­pejismo. El primero sabe decirte cuánto pesa la sombra en la hondura de tu huella y que no hay guerra que nazca perdida. El segundo te confunde, te marea en aquello que no existe hasta morir de sed en busca de un puño de nada.

Cierto, el artefacto te da los detalles, las minucias de lo que llamamos la fachada pero si enfrentas uno contra otro, conocerás la mejor teoría del universo. Así, los antiguos, sor­prendidos por las estrellas, quisieron echar un ojo en aquello que estaba fuera de sus manos, y el espejo, que nos da una versión consistente de nuestra mirada, fue la clave para la au­dacia del telescopio. Por ello, no te sorprendas cuando algo de infinito cruja en el reflejo.

También podría hablarte de Narciso, el Cristóbal Colón de las apariencias. Sin embargo, los griegos ya han dicho cosas inmejorables sobre él.

Un espejo es pieza esencial en la caja de primeros auxilios. Es una máquina de mano para hacer del sol una fogata. Aún más importante, perdido en las entrañas del desierto, te da la posibilidad de no llorar a solas. Con él puedes hacer mensajes de luz y escribir la mejor historia de supervivencia mirándote a los ojos.

En una bolsa, el artilugio cobra su mayor relevancia, ya que en las manos de una mujer, la belleza borra sus costuras mientras un ángel tiñe de rojo sus labios.

Me preguntas y te digo: cierra tus párpados. Llegaran as­tros, eslabones de la historia universal, fragmentos de sueños. Cierra tus párpados: no encontraras mejor imagen que esa.

*ISIC (Instituto Sinaloense de Cultura). Coordinador de los Círculos de Lectura.

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