Estatal

El escuinapense Nacho Millán uno de los grandes músicos sinaloenses

Por domingo 12 de septiembre de 2010 Sin Comentarios

Por Faustino López Osuna*

Desde finales del siglo XIX y principios del XX, Sinaloa ha dado a México a grandes e inspirados composi­tores y brillantes músicos: Alfredo Carrasco, Enri­que Mora, Fructuoso Gándara, Severiano Moreno, Miguel C. Castro, José Ángel Espinoza Aragón “Ferrusquilla” y Enrique Sánchez Alonso “El Negrumo”, entre los primeros, y, entre los segundos, de norte a sur de la entidad, toda una pléya­de del pentagrama: Porfirio Amarillas, Pablo Beltrán Ruiz y Héctor Hallal “El Árabe”, en Los Mochis; los hermanos Ru­bio, en Mocorito; Salvador “Cachi” Anaya, en Culiacán; los Arámburo, en San Ignacio; Mario Patrón Ibarra, Cruz Lizárra­ga, Ramón López Alvarado, Germán Lizárraga, Gilberto Ló­pez García e Isidoro Ramírez “Chilolo”, en Mazatlán; Loreto Sánchez, Cecilio “Chilo” Morán y Epifanio Páez Elizondo “El Texano”, en Concordia; Ignacio Borrego y Ramón Sarabia, en El Rosario, e Ignacio “Nacho” Millán, en Escuinapa.

Este último, cuyo nombre completo es Ignacio Millán Ramos, asombrosamente activo aún a sus 83 años de edad, nació el 8 de agosto de 1927. Desde muy temprana edad, en la década de los años 40 del siglo pasado, se incorporó al mundo de la música. Sus padres fueron don Gerardo Millán Carrillo y doña María Flavia Ramos, quienes procrearon 10 hijos, sobreviviéndole a Nacho sus hermanos Gerardo, For­tunato, María Flavia y Alejandro. Casado con la distinguida profesora rosarense María de Jesús Belmonte Hernández, la familia Millán Belmonte está integrada por Ignacio, Car­los, Dolores, Juan, María de Jesús y Gerardo, de los cuales Juan y María de Jesús heredaron la vocación de su padre.

La legendaria orquesta Nacho Millán y sus Vagos es tim­bre de orgullo para los escuinapenses. Además de su cali­dad sonora, su característica fundamental e inconfundible radica en que conserva la espléndida dotación instrumental de sus saxofones acústicos. Dicha agrupación ha sobrevivi­do gracias a que no ató su destino a la industria del disco, que crea y destruye mitos en base a la mercadotecnia.

En las privilegiadas ocasiones que he sostenido amenas charlas con don Nacho, he disfrutado de un sin fin de anéc­dotas, que platica con el sabor propio de la gente animosa de su municipio que, así como se distingue por su vocación histórica en la captura de camarón, también ha desarrolla­do una vigorosa fruticultura con la siembra intensiva y la comercialización del mejor mango del mundo.

Nacho Millán cuenta que durante frecuentes viajes que realizó a la ciudad de México en los años 50, tuvo la oportu­nidad de conocer a muy buenos músicos sinaloenses que se agrupaban en torno al exitoso paisano Pablo Beltrán Ruiz, como los hermanos García y “El Árabe”, de Los Mochis. La­menta el fallecimiento de Beltrán Ruiz, a quien vio por última vez hace tres años, ya muy delicado de salud, en Ensenada.

Esta pérdida para el arte musical del Estado, lo lleva a recordar que no hace más de tres veranos falleció también Oswaldo Luna Aguilar, estupendo clarinetista de su gene­ración, rosarense, que dedicó sus últimos años a trasmitir su sabiduría a jóvenes que se iniciaban en el bello e inspira­do arte de Euterpe, en El Rosario.

Los recuerdos se agolpan en la mente del maestro Mi­llán Ramos, quien considera un honor tener una estrella de la fama en el malecón del puerto de Mazatlán, al lado de otros prominentes artistas consagrados, como José Ángel Espinoza “Ferrusquilla”. Asimismo, empieza y no termina de contar los lazos de amistad que lo unen a él y su familia con el más célebre escritor de Escuinapa, Dámaso Murúa y su imperecedero “El Güilo Mentiras”.

Nacho Millán y sus Vagos, a lo largo de medio siglo, ha mantenido su presencia en todo el noroeste de la república mexicana. Por su elegante y siempre memorable interven­ción, varias generaciones de mazatlecos han sido asiduos asistentes al más tradicional Grito de Independencia en el puerto, cada vibrante 15 de septiembre, en el hotel Playa. Otro tanto ocurre con sus presentaciones en el mítico Sa­lón de El Muralla porteño.

En 1990, tuve la honrosa oportunidad de participar en el Festival Cultural Sinaloa de las Artes, presentando algu­nas de mis canciones a los municipios del Estado. Se me programó en nueve, a partir de Angostura. Y, sin saberlo, tuve la fortuna de que, en Escuinapa, estuviera don Nacho Millán entre el público asistente.

Ello dio pie para que al año siguiente, estando yo de vi­sita en la presidencia municipal, en un encuentro casual con Juan Millán Belmonte, hijo de don Nacho y vocalista de la orquesta, me dijera que su padre había escuchado mi son El Escuinapense y que deseaba incorporarlo a su reperto­rio. En ese mismo año, 1991, lo grabó. Y desde entonces, el tema se volvió la divisa musical de los escuinapenses, iden­tificándose, afortunadamente, con él. Gracias a esa graba­ción de Nacho Millán y sus Vagos, lo conocieron don Cruz y Germán Lizárraga y lo grabaron también con la Banda El Recodo, teniendo como vocalista a Julio Preciado.

En cierta ocasión, el maestro Millán me contó la anécdo­ta de que, estando en Los Ángeles amenizando un evento de escuinapenses allá, un paisano, emocionado, le dijo que estaba muy bonita la pieza que acababa de tocar, El Escui­napense, de Luis Pérez Meza. Y que de inmediato lo atajó, aclarándole: “Nada de Pérez Meza. Esa canción la compuso el profesor Faustino López Osuna, de Aguacaliente de Gá­rate, Concordia. Amigo nuestro.”

Don Nacho Millán ha grabado 8 discos y, en su larga tra­yectoria, se ha presentado con su orquesta en los Estados Unidos y Centroamérica.

A modo de reflexión, consigno aquí que en aquel Cuarto Festival Cultural de hace 20 años, en el que figuré, participa­ron también los famosos Hermanos Ornelas acompañando a Jorge Macías, interpretando con gran calidad la canción tradicional mexicana. Desgraciadamente, salvo uno de los Ornelas que vive en Los Cabos, ya fallecieron todos, inclui­do Jorge Macías. Ahora que Sinaloa cuenta con una Ley de Cultura por la que se protege el patrimonio tangible e in­tangible de nuestro pueblo, sería de justicia que se progra­mara la presentación de la espléndida orquesta de Nacho Millán en la Feria de las Artes, o que la impulse el Instituto Sinaloense de Cultura, no solamente para que la conozcan en todos los municipios, sino para homenajear, en vida, a Ignacio Millán Ramos, uno de los más grandes músicos si­naloenses, que enriquece nuestra identidad y a la cultura popular de nuestra caliginosa tierra de los once ríos.

*Economista, compositor y director del Museo de Arte Mazatlán.

Artículos relacionados

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Alhóndiga
Siguiente entrada