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Guasave la joya del Petatlán

Por domingo 5 de septiembre de 2010 Un comentario

 Por Daniel García López*

Guasave es un lugar afortunado, es tierra pródiga don­de todo crece, todo se da, todo se produce como tocado por la magia. Hermosos verdores cubren el paisaje, árboles frutales perfuman el aire, otros frondosos y venerables crecen majestuosos a orillas del río o de los arro­yos como el macapule, el álamo, el tabachín y las amapas, y hacen con la caída de sus hojas cubrir el suelo de un hermoso tapete bordado con el encanto de sus matices.

Ciudad de calles serpenteantes, emulo asfáltico del Viejo Petatlán que te circunda y te estrecha en un abrazo perpetuo, casi divino.

Guasave es el hogar de moradores que aún conviven con sus vecinos y que guardan en los patios de sus casas, jaulas con pájaros de miles voces que alegran las mañanas tibias del verano.

Guasave es también el nombre de una ciudad luminosa con un cielo azul donde no cabe la tristeza. Su gente alegre y bullanguera baila al son de la tambora; fervorosos en sus festividades religiosas pero sobre todo cuando va a ver a su patrona la Virgen del Rosario, la de la dulce mirada, la de la guayaba madura. Guasave es tierra de pescadores, de sem­bradores de maíz, de fríjol y calabaza, de poetas y de narra­dores de historias al caer la tarde.

Lugar de parcelas y de calores despiadados, de humedad, de crecientes y chubascos, de sol, de mar, de esperanza. Su territorio actual estuvo habitado, hace muchos siglos por tri­bus desconocidas que nos legaron esculturas de barro cocido, cerámica con preciosos detalles ornamentales, de un color rojo y ocre que la distinguen de cualquier otro vestigio pre­colombino en el estado de Sinaloa, con figuras mitológicas, zoomorfas, de aves y personas del mundo real y sobre todo de los sueños, simples y comunes como nosotros, tan efíme­ros como la vida.

Hablar del Guasave de principios del siglo XX, es hablar de sus viejas casonas, de una propuesta arquitectónica simple, la de resguardar a sus habitantes del calor y las crecidas del río, esto se solucionó haciendo las paredes mas anchas, los techos mas altos y las banquetas más elevadas.

Los materiales empleados eran los que se encontraban cer­ca, los adobes hechos de tierra, pegados con cal viva traída de la sierra y mezclada con baba de choya, pata de mula traída de Las Glorias y sangre de buey. Te­chos de viguería de cedro traídas la mayor de las veces de la sierra y bajadas por el río, otras de los bosques de California. Sus bal­cones, hechos para el amor y las serenatas, estaban custodiados por hermosas herrerías que en su decoración mostraban intrin­cadas filigranas que guardaban celosas los secretos de los ena­morados ahí entrevistados.

Casas que circundaban la Pla­za Hidalgo, que flanqueaban la calle Ancha, hoy Norzagaray, la calle Madero, la General Angel Flores, la Cristóbal Colón, son hoy solo un recuerdo vago encerrado en la memoria de quienes las vie­ron y en esta serie de retratos que han subsistido hasta el día de hoy.

La añosa Parroquia del Rosario, con sus esbeltas torres y su alto terraplén, son baluartes de la historia social, políti­ca, económica, cultural y religiosa de un pueblo. Que vie­ron tantos y tantos acontecimientos que marcaron pauta en el devenir histórico. Su pórtico es testigo de innume­rables bodas, bautizos, fiestas, exequias a cuyas puertas, como en un interminable peregrinar, llegan para dar el úl­timo adiós a quien habita dentro de sus paredes: la Virgen del Rosario, tan querida, tan amada, tan llorada cuando no se está cerca del terruño.

Fotografías que gritan de pánico al captar los momen­tos cuando el Petatlán furioso irrumpía dentro de sus calles, cuando sin ningún permiso se adentraba entre sus casas como reclamando a gritos su antiguo territorio, que como el legendario Nilo venía a cubrir con el generoso limo la tierra expectante para volverla fértil.

Escuchar tu nombre nos adentra en un mar de recuerdos tan cálidos como las aguas mismas de playa Las Glorias, nos abre una ventana a un pasado que construyó tu presente; a un momento de la vida que quedó congelado dentro de un pedazo de nuestro pensamiento, que nos permite conocer el Guasave que respiró y vivió otra y esta época, que nos per­mitió hacer el Guasave que en adelante quedará plasmado, ya no en el pálido sepia de sus recuerdos, si no en la multici­dad colorida de sus recuerdos vivos.

*Presidente del Ateneo del Petatlán.

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Un Comentario

  • ISRAEL BOJORQUEZ SANCHEZ dice:

    Guasave mi pueblo hermoso hoy ciudad luminosa yo no naci en tu tierra pero aprendi a querete y a llevarte en mi corazon donde tengo una gran familia la familia Peñuelas Sanchez y sus decendientes familias amigas que me abrieron generosamente sus puertas y su corazon Leon Diaz , Leon Guerrero
    e Ibarra Ahumada, guasave de mis amores ,de las tortitas con chocomilk en el mercado, las ricas tortas de la santa rita , el rico menudo de con la Amparao o la Gino

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