Nacional

Corridos a la muerte de Francisco Villa

Por domingo 25 de julio de 2010 Sin Comentarios

Por Mario Arturo Ramos*

¡Pobre Pancho Villa…!,
fue muy triste su destino;
morir en una emboscada
y a la mitad del camino.
Corrido de “De la muerte de Pancho Villa”

Las festividades del Bicentenario del inicio de la gesta de la Independencia y del siglo revolucionario se desarrollan por todos los rumbos de la Patria, en su realización intervienen estudiosos de la historia, artistas, conferencistas, letrados en hechos y personajes de estos periodos, contando con la colaboración de instituciones públicas y privadas que tratan de que la memoria nacional recupere y revitalice los momentos sobresalientes y difusos de las épocas que convocan las conmemoraciones. El corrido, género músico–literario es de especial importancia para narrar las dos etapas al ser un testigo que canta.

El etnomúsico Vicente T. Mendoza explica sus características : “El corrido, género de muchos alcances y larga trayectoria, que con el tiempo será uno de los más firmes soportes de la literatura genuinamente mexicana, conservado por medio de hojas sueltas impresas en casa editoriales de modesta apariencia y trasmitida por boca del vulgo, ha alcanzado una dispersión geográfica que abarca no solamente el territorio nacional, sino que rebasando las fronteras ha llegado a diversos puntos de la Unión Americana”. Por estas razones los caudillos revolucionarios siempre contaron con un corrido o muchos que cantaron a sus hazañas y tragedias.

Hace 87 años en Hidalgo del Parral, Chihuahua cerraron las balas el capitulo físico de Doroteo Arango Arambula– Pancho Villa–, originario de San Juan del Rio, Durango, poblado donde nació el 15 de junio de 1878; Villa al morir, contaba con cuarenta y cinco años y un caudal de leyendas que enriquecían su figura que identifica a gran parte de la Revolución Mexicana. Sus inicios guerreros se remontan a su rebelión en 1894 contra el patrón de la hacienda donde laboraba Agustín López Negrete, quien en un acto criminal trató de violar– o violó a su hermana –Martina– causando el coraje del más tarde conocido como: “Centauro del Norte”. El acto justiciero de Pancho consistió en dispararle en una pierna a López Negrete, obligando al que después seria un célebre guerrillero a esconderse en la sierra de Gamón y posteriormente en las de La Silla y La Ulama, como forma de defenderse de la terrible persecución que implementaron los esbirros del hacendado. Así comenzaba la vida pública de un hombre que al cabo del tiempo dejaría grabado con letras de oro en los muros del Congreso de la Unión y en los textos del Corrido Revolucionario su nombre.

Señores, tengan presente,
y pongan mucho cuidado,
que el día veinte de julio
Villa ha sido asesinado.
“La Muerte de Francisco Villa”
Autor Andrés Henestrosa

Autores y compositores desconocidos e ilustres le cantan al jefe de la División del Norte. Figura que todavía causa discusiones a favor o en contra con vehemencia; no debe entonces sorprender que las crónicas melódicas, vehículos de comunicación estética y testimonial que son los corridos, imaginen o lo plasmen en cuartetas de rimas variables, asonantes o consonantes a Pancho Villa para los que escuchan o bailan el género musical. El historiador Ramón Puente escribe sobre el legendario: “En lo que se distinguía Villa notoriamente, era en el manejo de las armas y el caballo. La gente de Chihuahua era muy amante del tiro al blanco y Villa se hizo notar en el club de tiradores por su certera puntería. Al caballo lo manejaba con una pericia extraordinaria; en esta materia era tan ducho que pocos lo igualaban.” También los corridos cuentan del hombre: “Siempre peleaba justicia, no ambiciones de la silla, y regocijaba el alma el nombre de Pancho Villa”, canta el escritor oaxaqueño A. Henestrosa en “Espuma y flor de corridos mexicanos”.

La presencia del Centauro del Norte en la revolución está narrada de manera extensa, un breve repaso nos muestra su protagonismo en las batallas de San Andrés, Santa Isabel, Ciudad Juárez, Tlahualillo, Conejos, Escalón, Rellano, Tierra Blanca; el tiempo en la prisión de Santiago Tlatelolco, el triunfo en Torreón, Paredón, San Pedro de las Colonias; la Toma de Zacatecas, su rúbrica y compromiso junto al de Emiliano Zapata en el Pacto de Xochimilco en el cual se proclamó como Ley el Plan de Ayala. Los combates de Celaya, la Toma de Columbus, etc. etc. son ejemplos de su genio militar. El periodista norteamericano– sus restos descansan en los Muros del Kremlin en Moscú-John Reed, en una declaración del líder de los Dorados que publica en su libro “México Insurgente” nos enseña sus ideales: “ … cuando se establezca la nueva República, no habrá mas ejército en México. Los ejércitos son los más grandes apoyos de la tiranía. No puede haber dictador sin su ejército. Serán establecidas en toda la república colonias militares, formadas por veteranos de la revolución. El Estado les dará posesión de tierras agrícolas y creará grandes empresas industriales para darles trabajo. Laboraran tres días de la semana y lo harán duro porque el trabajo es más importante que el pelear y, solo el trabajo así produce buenos ciudadanos.”

¡Ay México está de luto,
tiene una gran pesadilla,
pues mataron en Parral,
al valiente Pancho Villa!

EPÍLOGO

Sus años finales–1920–1923– traen acontecimientos que suceden rápido, la firma de los Tratados de Sabina, negociados con Adolfo de la Huerta, para retirarse a la vida civil en la hacienda de Canutillo, sus declaraciones al reportero Regino Hernández Llergo, manifestando su preferencia por el sonorense de la Huerta para ocupar el cargo de Presidente de México aceleraron la tragedia de un ser que ofreció sus mejores esfuerzos para vencer las condiciones brutales que ocasionan la pobreza. La cobardía triunfó e impunemente llevo a cabo el asesinato del que nombraban “El amigo de los pobres”, la voz popular señaló a los culpables intelectuales: generales Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón. El destino cumplía su parte en la misión de la revolución, tragar a sus mejores hijos. Fue un 20 de julio de mil novecientos veintitrés que nunca se olvidara, como tampoco se nos borran, los corridos a “La muerte de Francisco Villa”.

Despedida no les doy
la angustia no es muy sencilla
¡la falta que hace a mi patria,
el señor Francisco Villa!

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