Estatal

Irma Garmendia

Por domingo 6 de junio de 2010 Un comentario

Por Ulises Cisneros*

Luego de varios años de escribir artículos y relatos sobre su pueblo natal, Eldorado, Irma Garmendia decidió publicarlos en una edición titulada “Crónicas y algo más”, en la que brinda un homenaje a la villa del Río San Lorenzo que es una entrañable parte de las leyendas y de la historia de Sinaloa.

Testigo y partícipe del paulatino crecimiento de la comunidad que surgió tras la fundación del ingenio azucarero de la familia Redo de la Vega en 1900, Irma conoce al dedillo los múltiples avatares de su tierra y sus habitantes.

Hija del profesor Emilio Garmendia Lizardi y de María Bazúa Gutiérrez; sobrina nieta del coronel revolucionario, Gustavo Garmendia, en cuyo honor el mercado municipal de Culiacán lleva su nombre, desde niña supo de la bonanza y de la pobreza que, como caras de una misma moneda, revelaban las contradicciones de su pueblo.

Ya fuera en la tienda comercial de sus padres o en las pláticas de poltrona de sus mayores a la orilla de la calle, estuvo atenta a los decires y consejas que la presencia de los Redo y de sus ilustres invitados originaba entre la gente.

Las atribuciones hechas al esplendor de la Casa Hacienda; el arribo de los asiáticos y europeos que introdujeron los cultivos de nuevas variedades de frutos e innovaciones tecnológicas en el procesamiento del azúcar; el desmonte de los predios en el valle para sembrarlos de berenjenas y pepinos, chile morrón y tomate, y aprovechar así los aluviones del río, acrecentaron el caudal de su memoria.

Desde niña escribió poesía. Le sirvieron la biblioteca de su padre y la del Colegio “Alejandro Redo”. Asidua lectora, también aprendió música y, aunque muchas veces se niega por modestia a admitirlo, toca el piano. Estudió la carrera de contador privado y es una excelente administradora.

Con su esposo, el doctor Manuel Valencia de la Rocha, compartió el pan y la sal, los infortunios y alegrías de los eldoradenses. Egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, el doctor Valencia optó por ejercer allí su profesión y fincar su hogar y su familia. Serio y formal, tuvo la firme convicción de servir y cumplir con un apostolado médico al que no hizo mella el canto de las sirenas de encontrar comodidad y fortuna. Para apoyarlo en sus tareas, Irma aprendió enfermería y se convirtió en su brazo derecho. En la salud y en la enfermedad, ambos demostraron una vocación de solidaridad y altruismo hacia sus coterráneos que es ampliamente reconocida.

Señora de esmerada educación y un espíritu generoso a todas luces, Irma es escritora por derecho propio. En algún momento de su vida decidió que su pasión por escribir requería de una formación académica y, por tal motivo, se inscribió en el primer taller literario que hubo en Sinaloa, creado en el entonces incipiente DIFOCUR, a iniciativa de su fundadora, Sandra Calderón.

Allí fue donde la conocí un buen día de 1978 y, junto con nuestros inolvidables compañeros, Aristeo Romero, Josefina Rayas, Aurora Félix y Guadalupe Ledesma, nos enfrascamos en el aprendizaje formal de la literatura bajo la guía del semiólogo y novelista boliviano, Renato Prada Oropeza, discípulo de Umberto Eco y Noam Chomsky y emérito catedrático de la Universidad Veracruzana. Fue una disciplinada aventura que duró seis años y que nos permitió adentrarnos en el estudio de la literatura y forjar una amistad inquebrantable.

Cada quien tomó su camino. Irma ha sostenido su amor por la expresión poética que la ha llevado a crear cinco libros propios y a obtener diversos galardones literarios. Inquieta, tenaz, siempre entusiasta, buscó impartir clases de español y literatura a los jóvenes y, desde hace 20 años, lo hace en el Colegio de Bachilleres de Sinaloa.

No la arredra la edad. A estas alturas es intemporal y eterna. Es una mujer jovial y dinámica que siempre tiene ocupación a lo largo del día. Imparte clases, acude a sesiones de fomento del hábito de la lectura, capacita a maestros, forma parte de clubes de servicio, colabora en La Crónica de Sinaloa y en la Academia de la Cultura “Roberto Hernández” y hace de la promoción de la cultura un ejercicio cotidiano. Por si fuera poco, apenas hace unos años se tituló en psicología y obtuvo un doctorado en el Instituto Humanista de Sinaloa.

Es de suyo maternal, deliciosamente amiga y madre. Una dama, en la cabal acepción de la palabra. Una maestra, también. Está al día y tiene esa fresca combinación de la experiencia y la comprensión actual de la vida en un equilibrio justo que hace natural a cualquier persona entablar un diálogo con ella.

La admiración y el respeto son los valores que merece alguien de la estatura de Irma Garmendia.

Bajo la coordinación editorial de Martha Bonilla, el libro  fue producido por la Confraternidad de Eldoradenses, el Comité de Amigos de la Biblioteca del Archivo Histórico General del Estado, la Academia de Ingeniería Civil de Sinaloa y la Comisión Estatal del Bicentenario.

En las crónicas y relatos que en él compila, su autora conserva la sencillez y gracia de relatar pasajes humanos que serán vívidos para quien las lea, muy en especial para la gente de Eldorado, que encontrará estampas y personajes de diversas épocas, pero también el indeclinable espíritu de progreso que la distingue, las voces de ir hacia delante y superar cualquier escollo.

El Dorado nació como un signo de la modernidad y la promisión del siglo XX. En poco más de una centuria, su gente ha vivido esplendores y ocasos. Las lecciones de la historia le han servido. De ello ha tomado nota Irma Garmendia para refrendar la irredimible voluntad de los eldoradenses de transformarlo y apuntalar su desarrollo. Años atrás, Esperanza Echavarría lamentó en otro libro que su pueblo fuera en contra de su nombre. Sin embargo, el presente le demuestra lo contrario.

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Un Comentario

  • FRANCISCO AVENDAÑO AGUIRRE dice:

    EXCELENTE PERSONA ORGULLO DE ELDORADO SINALOA MAESTRA DE MAESTROS OJALÁ LOS ELDORADENSES QUE VIVEN ALLA SOBRE TODO LOS JÓVENES CONOZCAN DE LA RIQUEZA DE ESTE TIPO DE GENTES Y PORTENTOS QUE TIENE DELDORADO SINALOA Y NO LOS NEGATIVOS

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